Lo único claro en la muerte de la gobernadora de Puebla, Martha Erika Alonso y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle, son la especulación y el sospechosismo existente sobre la forma en que ocurrió.
La frecuencia con que están sucediendo este tipo de percances con servidores públicos de alto nivel y que han sido considerados como “accidentes” genera incredulidad, por la importancia de los personajes.
No se puede aventurar a decir que lo ocurrido con Martha Erika y Moreno Valle sea accidente como tampoco señalar otro tipo de evento, por lo que urge que la investigación sea a fondo e imparcial para descartar las sospechas que actualmente provoca lo sucedido.
Resulta curioso que todos los políticos fallecidos en este tipo de percances sean militantes del PAN, aunque los tres “accidentes” anteriores sucedieron con Presidentes de esa extracción y el actual con uno surgido de MORENA.
Ramón Martín Huerta, Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora, secretarios de Seguridad Pública, el primero y de Gobernación los dos siguientes y ahora Martha Erika y Rafael.
Los tres anteriores ocurrieron en el mejor momento de esos políticos, con Martha Erika sucedió lo contrario, tenía apenas diez días como gobernadora, cargo al que había llegado después de una férrea disputa en tribunales y que su toma de posesión haya merecido el desprecio de las autoridades federales que no enviaron represente al evento en que asumió el cargo y que el Presidente manifestó que no acudiría a Puebla.
Pero su esposo Rafael Moreno Valle, ex gobernador también, tenía poco tiempo de ser el coordinador de senadores del PAN, lo que había provocado polémica dentro de la fracción.
Volar es una práctica común entre los gobernantes, aunque peligrosa en los tiempos recientes, sin importar si el aparato es público o privado.
Lo urgente es conocer el fondo del asunto, mediante una investigación real, creíble e imparcial.
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