Desde hace muchos años, los partidos políticos han perdido credibilidad y se refleja en la escasa asistencia ciudadana para sufragar y las bajas votaciones en las urnas.
El ejemplo más claro es el producido el pasado domingo dos de junio, cuando los porcentajes de los sufragantes se quedaron en un máximo del 40 por ciento y llegaron a estar apenas rebasando el 20 por ciento como sucedió en Quintana Roo.
La motivación de los ciudadanos para acudir a las urnas es escasa y se basa en que los candidatos son regularmente impuestos y carecen de contacto con la población y los tiempos de campaña han sido recortados, por lo que ni siquiera llegan a establecer el contacto directo con la ciudadanía.
Se suplió el recorte de tiempos de campaña con los debates que no le interesan a nadie, ya que en ellos no se sustentan las ideologías de los partidos, ni siquiera se escuchan los proyectos o planes de gobierno, ya que los candidatos participantes centran sus palabras en responder a las denuncias en su contra o lanzar lodo al adversario. Unos y otros se atacan con todas las herramientas disponibles.
Incluso hasta los métodos tradicionales de entrega de despensa, gorras, camisetas, vasos, bolsas de mandado y utensilios de todo tipo se muestran escasos, ya que se contabilizan dentro de los dineros autorizados para cada candidato.
La búsqueda de recursos externos también se encuentra en extinción, ya que los proveedores de ayuda económica con dinero e insumos, dejó de ser atractiva para los donantes de las campañas políticas, por la falta de seriedad de los candidatos ganadores, quienes simplemente se hacen los desentendidos cuando el triunfo ya fue de ellos.
El palmo de nariz con que se quedan esos empresarios e inversionista llevó a que la pasada campaña en seis estados fuese vista con un total desinterés.
Y es que los políticos han perdido credibilidad, por los abusos que cometen en detrimento del erario, la ambición con que llegan a los cargos públicos, lo generoso que son sus amigos y familiares y la concentración que hacen de la obra pública y otras concesiones a favor de sus favoritos y no de quienes tienen la mejor oferta para realizar los trabajos.
El mundo de la política en México dio un giro enorme y de continuar por esa senda, cada vez será menor la participación ciudadana en las urnas y el desdén hacia los cargos públicos por parte de aquellos que no mantienen en su mente el convertirse en sátrapas y abusadores.
Cuando son derrotados, los vencidos ofrecen cambios y aperturas que no cumplen, mientras que los vencedores ni siquiera consideran la posibilidad de realizar algunos ajustes, ya que sienten que con los pocos votos depositados a su favor cuentan con el respaldo suficiente para disfrutar de las delicias del poder.
Los comicios del pasado domingo deben ser analizados a fondo para concretar la necesidad de efectuar las transformaciones que se requieran dentro de los distintos partidos y sus militantes, para encontrar la ruta que los lleve a recuperar una credibilidad que, tal vez, ya no puedan alcanzar.
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