LA RELACIÓN entre el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez y los medios de comunicación nunca ha sido buena, y no por falta de “cochupos” o contratos “chiquitos” –como dice haberlos ofrecido a ciertos comunicadores-, sino por ausencia de cordialidad y hasta civilidad. García Jiménez no es, lo que se dice, un hombre atento, por el contrario, es hosco y suele exhibir prepotencia y soberbia en ciertos actos que molestan, y acaso el más reciente –tratando de imitar al Presidente Andrés Manuel López Obrador- fue evidenciar a periodistas o empresarios de la comunicación que sí aceptaron contratitos por cantidades pingües que más bien parecen migajas, y que ahora les obliga a publicar las ocurrencias del mandatario, y no es difícil adivinar de quiénes se trata: bastaría echarle una mirada a las redes para ver que los recientes críticos son ahora lisonjeadores y enemigos jurados de todo lo que huela a pasado. Bien lo dicen San Mateo 7,16: “La variante por sus frutos se conoce”, o San Lucas 6,44: “Por sus obras los conoceréis”, frases que se emplean, también, en sentido irónico para aludir a los fallos de alguien. Cuitláhuac con toda la mala fe del mundo, aun cuando sabe que con ello los perjudica, pero a sabiendas que ya no podrían renunciar a las migajas que reciben, los exhibió como “chiquiteros” y, lo peor, es que por sus acciones terminaron abaratando el trabajo de todos.
AÚN RECORDAMOS cuando en campaña, a instancias del, ahora, subsecretario de administración y finanzas, Eleazar Guerrero Pérez, accedimos a un encuentro con el entonces candidato de MoReNa a la Gubernatura, que pretendían fuera en las oficinas del abanderado, pero ante la vieja costumbre del reportero de no acudir jamás a instalaciones u oficinas públicas se pidió fuera en un restaurante discreto –que el comunicador suele frecuentar-. Allí, en una mesa del rincón esperamos cinco o siete minutos a que arribara García Jiménez, y lo hizo por supuesto en compañía del primo hermano “cómodo” que ocupó otra mesa –tras los saludos de rigor- para permitir el diálogo. No hubo de entrada comentarios inherentes a contratos para cubrir la campaña y, mucho menos peticiones de recursos subrepticios. Cuitláhuac habló de sus proyectos y pidió apoyo en el entendido de que no estaba manejando recursos, y cuando se le sugirió que le pidiera cooperación a los ayuntamientos de MoReNa casi enojado respondió: -no puedo hacer eso. Yo no soy corrupto-, a lo que le respondimos: bueno, es una sugerencia, tú les darás todo tu respaldo si llegas a la gubernatura, que sean los alcaldes quienes te apuesten de su dinero. El diálogo siguió entre interrupciones de mensajes que respondía por el celular, y de pronto se acercó un mesero amable a decirle mientras escribía: -señor, yo voy a votar por usted, y le he pedido a mi familia que vote por usted-, y la respuesta fue grosera: -permíteme, que no ves que estoy ocupado-. El mesero sorprendido por la respuesta se retiró, y Cuitláhuac en ningún momento le agradeció u ofreció una disculpa posterior, actitud que molestó a otros meseros que se percataron de la escena. Aquella noche disfrutamos de un vino tinto, y cuando le sugerí el menú, pidió un platón de jamón serrano con melón. “Yo invito”, le dije para animarlo, pero su primo hermano se adelantó a pagar la cuenta.
AHORA BIEN, el hecho de que García Jiménez haya divulgado que algunas empresas periodísticas han rechazado los convenios de su gobierno “por no ser un monto que convenga a sus intereses” tiene doble filo: por una parte evidencia la ambición desmedida de los medios que, como diría el clásico: “no tienen llenadera” y, por el otro, queda como la oveja acosada por los lobos, algo que a criterio de quienes son fanáticos del Movimiento de Regeneración Nacional es motivo suficiente para crucificar a la prensa y acusarla de saqueadora e insaciable por no conformarse con nada. Cuitláhuac dice: “nuestros convenios son muy chiquititos y la mayoría nos lo rechazan, porque ya cambiaron las cosas; estamos reduciendo el gasto en Comunicación Social”, y como si la sociedad fuera incauta reitera: “los montos ya no son los de antes”, en lo que fue una alusión a los tiempos de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, cuando se acusaron excesos en el presupuesto asignado a comunicación social, aunque en el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares las cosas se fueron al otro extremo, ya que el oriundo de Soledad de Doblado dijo tajante que no daría un solo peso a los medios para que hablaran bien de él, cuando ese dinero podía usarlo en carreteras, clínicas y educación, aunque a decir verdad, sí hubo un grupo de consentidos que gozaron de esas mieles, y que por ello debían escribir maravillas de su Gobierno aun cuando no estuvieran de acuerdo. No había más, y los que antaño hablaban bien de Javier Duarte terminaron siendo sus principales críticos, porque así es esto de “muera el rey, viva el rey”.
NO ES secreto que la relación prensa-gobierno se ha deteriorado y empeorado en los casi nueve meses que el Presidente Andrés Manuel López Obrador lleva al frente del Gobierno de la República, periodo en el cual han sido asesinados 14 periodistas, y llama la atención que de parte de la presidencia no haya habido un solo pronunciamiento oficial. Pareciera que a López Obrador –algo que contagia a los gobernadores emanados de su partido- la prensa no le significa la mayor importancia, y en ese tenor la agresiones verbales que comenzaron con frases como “fifís”, conservadores y otras lindezas han pasado a las físicas e, incluso a los asesinatos. Cualquier Presidente Municipal en franca imitación a la desatención del jefe puede tener la ocurrencia de mandar a asesinar a un comunicador, y no estamos diciendo que sea el caso de Actopan donde se investiga al Presidente Municipal tras la ejecución del comunicador Jorge Celestino Ruiz Vázquez, sino otros muchos casos.
TAMPOCO SE trata de que por migajas el gobierno del Estado obligue a los medios a “tapar el sol con un dedo”, cuando lo que está ocurriendo es producto de yerros en los que no existe voluntad de subsanar, y basta ver la ola de crímenes recientes que hielan la piel, ya que en muchos casos los secuestrados y ejecutados son jóvenes con un gran porvenir. No es criticar por criticar, sino reseñar lo que está mal para que se corrija, porque practicar la política del avestruz que, presuntamente esconde la cabeza en la arena para escapar o ignorar los problemas, es permitir que estos crezcan y nos alcancen, y hasta ser víctimas de la fiera que persigue al avechucho, y todo por cobardía. En fin, Cuitláhuac debe mejorar su relación con los medios, y no precisamente con dinero, y dejar de hacerse la víctima que no le queda. OPINA carjesus30@hotmail.com
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