Mientras el gobernador de Veracruz imparte clases de matemáticas a través de la televisión del estado, los memes lo lapidan, no le dan cuartel. Por otro lado su secretario de Gobierno, el tal Eric Patrocinio Cisneros Burgos, se pone los guantes a la Mohamed Ali y le manda senda carta reclamándole al alcalde de Veracruz, Chikinando Yunes Márquez, que no es nada dejado. Haciendo a un lado el Artículo 115 Constitucional, que da vida y oxigeno y libertad al Municipio Libre, Erick, como el Terrible Erick Morales, buen boxeador, se subió al ring del Madison Square Garden y le mandó carta que parecía parroquial, no epistolar, queriendo apanicarlo pero el chamaco panista le resultó respondón, muy respondón.
Del secretario: “Me permito precisarle que, las únicas acciones que el Gobierno del Estado de Veracruz reconoce como válidas son las que dictan a nivel federal el Consejo de Salubridad General y a nivel estatal el Consejo Estatal de Salud”.
No fue lejos por la respuesta:
Después de escribirle un aburrido texto, más largo que la Muralla China, Fernando Yunes Márquez lo sentenció con una línea:
“En materia de cuidado de la salud y de la vida, lo que abunda no daña”.
O sea, tranquilo mi secretario, aquí tú no mandas, vete a intimidar a los alcaldes que se te han puesto de a pechito, y de alfombras.
Fin del clinch epistolar.
SER VIEJO EN TIEMPO DEL CORONAVIRUS
Ser viejo a estas alturas, no es algo que apene. Sobre los viejos se han escrito tantas tesis, que faltarían espacios para reproducirlas. Para ser viejo hay que ser muy valiente, decía el presidente José López Portillo. A viejo han llegado muchos en la plenitud de sus facultades: Moisés dirigió el Éxodo a los 80 y Rubinstein interpretó como nadie a Chopin a los 90. Churchill ya era viejo, cuando se defendía de los bombazos del nazismo. Hay que ser viejo con dignidad, no tonto, como cuando el Rey Lear, según Shakespeare, se ufanó de ser viejo y tonto. Envejecer consiste en que los mismos amigos que antes te hablaban de las mujeres con las que se acostaban de pronto te contaban lo último que les había prohibido el médico, o sea puras recetas y medicinas. Alguien escribió por ahí que ‘Envejecer es como escalar una gran montaña: mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia y serena’. Los viejos están predestinados a estar, en tiempos del Coronavirus, más apanicados que cualquier otro ejemplar de edad, si el virus llega hay un gran riesgo de no salir de la emergencia. A la vejez, viruela, decían las abuelitas. Estoy en eso de los viejos porque el presidente AMLO dictó órdenes que todos los de la Tercera Edad, que trabajen en el sector público, y pidió al privado, se vayan a sus casas con goce de sueldo. No volteó a ver que la mitad de su Gabinete cumplen las normas, porque la mayoría (14) tienen más de 60 años, incluido él mismo, y algunos son ochentañeros, viejitos que ya no pueden ni con su alma: Javier Jiménez Espriú, Esteban Moctezuma, Jorge Alcocer, Miguel Torruco, Alfonso Durazo, Marcelo Ebrard, Víctor Villalobos, Olga Sánchez Cordero, Víctor Manuel Toledo, el almirante José Ojeda y el mismo López Obrador, que tiene 66.
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