Hay poco qué hacer, los que tenemos un pedazo de jardín le hacemos ahora al jardinero que todos llevamos dentro, como Ampudia el investigador. Baja uno y mira las plantas, las riegas como canción de Cri Cri, porque el chorrito se hacía grandote y se hacía chiquito. Si te da por podarlas, pues las podas, checas el pasto, que aunque no es sagrado como el de Wimbledon, uno quisiera que todos los pastos del mundo fueran así, como esa cancha sagrada londinense. Una vez de hace tiempo, visitando en Londres el lugar dónde hacen el abierto de tenis desde 1877, intenté, cuando el guía mostraba el sitio, tocar el pasto con mis piececitos cuenqueños, por poco me manda a Scotland Yard, me pegó una regañiza propia de la flema británica, lo bueno es que cómo el regaño venía en inglés y no le entiendo mucho, me hice el desentendido. Los altoparlantes de las camionetas de los policías, gritan mediante megáfono que no salgamos de casa, como si fueran tiempos de guerra. Y uno entre Netflix y Sky y Roku vives tu vida loca. Qué ver y qué disfrutar. Entre amigos, vía WhastApp, nos recomendamos cintas. Ahora he visto tantas como si estuviera encerrado en una cárcel y el carcelero nos diera chance de mirar las estrellas de la televisión. He visto miniseries, como esa de Freud, donde el padre de la sicología nos muestra una faceta de su vida encarnada en las pasiones de su tiempo. De cómo los grandes cerebros fueron incomprendidos y criticados en sus años. Netflix es mi compañera de encierro. Hay para todos los gustos y sabores y tiempos, aunque aquí no opera aquello del tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí. El tiempo es nuestro, ves los amaneceres y los atardeceres y, cuando llega la noche, esa en que todos los gatos son pardos, pues a caminar un poquito, sin gente, cuidando la esquina. Hay también otro bello distractor, la música, prendes Youtube y a escuchar a los que les dé la gana. No hay nada como la música.
LA SOLEDAD
La soledad se puebla instantáneamente cuando pones la canción de tu autor preferido, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo, que ahora descansa en paz. Y los libros, aproveché una mañana y jubilé muchos que estaban en lista de espera. Pulo los que me quedan por leer. Tomé un mamotreto, se les llama así no despectivo, porque tiene casi mil páginas, la vida de Miguel Ángel, el gran maestro que reñía con el Papa Julio II y ahora voy cuando lo ponen a chambear de cabeza, mirando al cielo porque le encargó ese Papa canijo, que pintara algo a la Capilla Sixtina, y Miguel Ángel, como buen cristiano, le seguía la encomienda papal mediante una buena lana, porque solía cobrar bien. Hombre solitario, de carácter fuerte, hostil, un día que el Papa no lo recibió agarró sus cachivaches y se fue a Florencia, el Papa, como secretario de Gobierno de Veracruz cuando riñe con Fernando Yunes Márquez, mandó por él con su caballería, pero como Florencia era territorio no controlado papal, se hizo de rogar el gran maestro. Ya había ejecutado La Piedad, la única obra firmada por él mismo, obra maestra que la humanidad mira cuando va al Vaticano, realizó una Virgen serena, concentrada y extremadamente joven, y un Cristo que parece que esté dormido y sin muestras en su cuerpo de haber padecido ningún martirio. Aprendí cómo hizo el David, y El Moisés fue una de las esculturas más realistas en cuanto a expresión que logró este gran artista de todos los tiempos, se ve tan realista que cuentan que Miguel Ángel al acabarla, golpeó la rodilla derecha de la estatua y le dijo: “¿Por qué no me hablas?”. En la rodilla se puede encontrar la marca de Miguel Ángel al golpear a su Moisés. Así las cosas, diría un clásico.
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Gilberto Haaz Diez
Acertijos es un mal nombre para una columna periodística. Pero así se le bautizó desde el año 2000, y allí anda navegando por diarios y páginas de Internet sin pena, pero también sin gloria.
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