Por Edgar Hernández*
A reserva de que el Peje nos diga que el trae otros datos, Veracruz vive, en el marco de la pandemia de Coronavirus, una crisis de mayores proporciones, la hambruna.
El confinamiento social agudizó el problema de abasto alimentario al trasladarse la crisis originada por el Coronavirus, a amplios sectores de la clase media básica, sustantivamente la que vive al día a día, la del comercio informal, la que carece de empleo formal y no forma parte del aparato burocrático.
Basta recorrer las amplias zonas rurales de Veracruz para percibir la angustia, la miseria y desesperación entre la población.
Letreros y mantas colocados en las carreteras y al pie de las ruinosas viviendas, dan cuenta del angustioso llamado por alimentos, la urgencia de agua y leche para los niños, así como granos para la siembra ahora que está empezando la temporada de lluvias.
Acudir al gobierno del estado que encabeza el peor gobernador de la república, Cuitláhuac García Jiménez, es como pedir peras al olmo sobre todo luego de constatar el jineteo de las despensas del DIF entregadas a las huestes morenas, particularmente a los diputados y políticos que pretenden jugar las presidencias municipales el año próximo.
Insultante que escondan las despensas del DIF cuando la gente desesperada clama ayuda e inconcebible que sin programa alguno de distribución salvo el interés por el distrito electoral, dichas despensas se repartan sin ton ni son. |
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