De Veracruz al mundo
MOMENTO DE ACOTAR
Francisco Cabral Bravo
2025-09-15 / 14:18:54
Reflejo


Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil

“Los grandes poderes mueren de indigestión” dijo el genio Napoleón Bonaparte. Me inclino pensar que, como en otras muchas cosas de la vida, Napoleón tenía razón, entendemos que Napoleón no andaba muy desencaminado.

Se celebró un homenaje a Martín Romero en el instituto de estudios diplomáticos que lleva su nombre. Lo presidió su director el impecable embajador Juan José Bremer.

Matías Romero fue un político siempre determinado a preservar y enaltecer la alteza de su honor, así como a proteger y ampliar los espacios de su libertad. Eso es una vigente llamada de atención.

Por eso, asoció a Estados Unidos con los intereses de México, no a la inversa. Lo haces sin conceder una hectárea ni una mina ni un pozo ni una playa ni un límite. Por eso fue cuatro veces secretario de Hacienda, pero no aceptó el cargo mientras los presidentes, aún siendo sus grandes amigos, no sé hubieron legitimado constitucionalmente. Por eso ayudó a construir un Estado laico sin renunciar a su religión. Por eso, fue respetado por sus poderosos amigos Benito Juárez, Porfirio Díaz, Abraham Lincoln y Ulises Grant.

Aunque hoy no se crea, la diplomacia de México construyó una verdadera escuela de grandes cancilleres e internacionalistas que formularon doctrinas aún vigentes, que promovieron tratados de la mayor importancia, que hicieron ineludible la presencia mexicana que recuperaron territorios perdidos y que hasta ganaron premios Nobel.

Durante décadas, la diplomacia de todo el mundo imitaba o aprendía de los mexicanos herederos del estilo inteligente y de la eficacia patriótica del fundador de esa estirpe, Matías Romero.

La soberanía no es una teoría política, por cierto muy complicada. Ni un artículo constitucional, por cierto, muy ninguneado. No es un muro, ni una alambrada, ni un río, ni un dron, ni un barco. En realidad la única y verdadera soberanía somos nosotros mismos y nada más y nadie más.

Y como lo comenté en columna anterior resulta casi imposible dejar de recordar aquellas viejas costumbres y usanzas de las maestras y maestros cada que se acercaba el famoso día del Informe Presidencial. Era extraño que un día feriado se convirtiera en la obligación de realizar una tarea que se debía entregar al día siguiente, elaborar una suerte de resumen sobre el informe, en el que se especificaran los puntos más importantes del discurso presidencial. vaya martirio en una época en la que no existían los avances tecnológicos con los que hoy se podría resolver con solvencia dicha obligación, colosal y aburrida, por cierto.

Por ello se necesitaba que la gente aplaudiera a lo largo de ese camino que partía del Palacio de Gobierno a la sede del Poder Legislativo con el confeti y las consignas ensayadas. Claro, si la memoria no falla, todo era digno de aplausos, caravanas, genuflexiones y expresiones melodramáticas que colocaban en el centro del universo a la figura presidencial.

Ejemplo sobran, pero si recordamos el presidencialismo de aquellos años setenta y ochenta del siglo pasado, cuya marca registrada la tenía en su propiedad el más recalcitrante priismo, incluido el acompañamiento de los charros sindicales.

Quien hoy elabora el soliloquio del poder desde el Palacio Nacional, las cosas no pintan suaves ni tersas entre quienes hoy disfrutan de las alturas de los adobes.

¿Cómo podría titularse la primera narración mágica de la Presidenta? Algo que se relacionara con el control de daños, pues lo más relevante del primer año de su sexenio han sido las numerosas ocasiones que ha lidiado con los magros y cuestionables resultados de la anterior presidente, la presión del gobierno norteamericano y, por supuesto, tratar de endulcorar los escándalos de los más prominentes miembros de Morena.

En fin, y todo esto solo por recordar a esa maestra que llegaba a nuestro salón portando con orgullo sus camisetas del PRI como si fueran las insignias de los guerreros medievales y no dudaba en dejar aquella tarea, que era una apuesta por el futuro de la niñez. Lo bueno es que eso ya no ocurre.

Los partidos políticos son el taxi más directo para influir y cambiar la política pública, pero hay que diseñarlos para el siglo XXI, sin vicios casequiles, con mecanismos que los obliguen a rendir cuentas a la ciudadanía, con ésta eligiendo a las y los candidatos mediante elecciones primarias, con una intensa vida democrática y transparencia en sus decisiones y cuentas.

Pero hay otros vehículos para lograr objetivos muy puntuales. Las organizaciones cívicas creadas en torno a una meta. ¿Qué tal trabajo heroico de las madres buscadoras? ¿las colectivas de mujeres que luchan contra la violencia contra las mujeres? La ONG que defiende el trabajo de los periodistas para llevar la verdad al gran público. Casi es infinita la gama de oportunidades para participar. El último pretexto es la resignación, nada se puede hacer. Déjenme parafrasear a un personaje con el que no simpatizo, pero que era bueno para las frases. Como dice el dicho del filósofo socrático: “la gente se cansa de tanta tranza”.

Cambiando de página en México, ejercer el periodismo nunca ha sido una tarea sencilla. La censura la violencia y la precariedad han marcado durante años la labor de quienes buscan contar la verdad. Ahora, sin respaldo, el periodismo enfrenta un escenario incierto. No se trata solo de un problema para los medios, también tendrá su impacto social, porque sin el acceso a la información verificada, se abre la puerta de la desinformación y al discurso político como poderosas fuentes para interpretar la realidad.

En la actualidad, se vuelve imperativo contar con diversas fuentes de información para construir una realidad más diversa y plural.

El acceso a la información no es un lujo, es un derecho fundamental y un pilar del periodismo. Sin este derecho, los periodistas quedan expuestos a publicar versiones incompletas, depender de filtraciones e incluso practicar la autocensura. La opacidad siempre beneficia a quien tiene la información y deja en desventaja a quienes ejercen su derecho a saber.

Es necesario fortalecer el vínculo entre periodistas, sociedad civil y academia para exigir que no se menosprecie este importante derecho. La transparencia no puede depender de la buena voluntad de quien toma decisiones o de promesas políticas.

Las y los periodistas necesitan el acceso a la información pública para realizar su trabajo. Es necesario que accedan a datos públicos para narrar la realidad con sus ojos, para investigar sin miedo, para dar voz a víctimas y contar historias basadas en documentos, no en dichos. Sin transparencia, el periodismo se queda en el aire.

El vacío institucional que no se ha llenado coloca a las y los periodistas en mayor vulnerabilidad. Y, sin embargo, siguen ahí, insistiendo, preguntando, buscando. a ellos debemos acompañarlos porque la defensa de la libertad de expresión y del acceso a la información no es solo una causa del gremio, es una causa de todos los que creemos en una sociedad más justa y libre.

En otro contexto uno de los dichos del pueblo sabio y bueno que más me gusta es el que dice “que se haga la voluntad de Dios”, pero en la yunta de mi compadre. Mi interpretación exegética del mismo es que las calamidades tienen que pasar, pero ojalá que no me ocurran a mí.

Que los actos de la naturaleza, como los que amenazan al señor carretero cuando le avisaron que sus animales se le iban a ahogar, unos en la arena, otros en el mar, le caigan al mítico arriero de la canción y no a uno.

Uno de los ideales del marxismo es la abolición de la propiedad privada, una vez que se llega a la etapa del comunismo, en donde no hay clases sociales y toda la propiedad es colectiva. En las extintas URSS, Checoslovaquia o Yugoslavia; en las persistentes Cuba y Corea del Norte, tenemos economías de comando y control en donde el Estado es el dueño de todo el capital: tierra, empresas, maquinarias, vehículos para generar riqueza.

China tiene algo más parecido a la propiedad privada desde que Dena Xiao Ping en los años 70 fundara un nuevo estilo de capitalismo de Estado.

Y para finalizar los discursos son la ventana al alma de un político. Más allá de la promesa de campaña y los estóganes sus palabras revelan su verdadera visión del mundo, sus valores y su carácter. Analizar lo que dicen, y cómo lo dicen, es una forma de conocer su genuina ideología y la brújula moral que los guía. Como señaló el sociólogo Pierre Bourdieu, “el lenguaje no es solo una herramienta de comunicación, es también una forma de acción”. En el caso de un político, cada palabra es un elemento calculado para construir una realidad, manipular emociones y proyectar una imagen. Escuchar con atención permite detectar las contradicciones, las omisiones deliberadas y las sutiles manipulaciones que se esconden bajo una retórica pulida.

El filósofo Michel Foucault sostenía que “el discurso es el poder”. En este sentido, los discursos políticos no solo informan, sino que también ejercen poder, construyen narrativas hegemónicas y definen lo que es aceptable o no en la sociedad.

Por lo tanto, leer entre líneas y descifrar el subtexto es una herramienta crucial para un ciudadano informado. A través de sus discursos, los políticos se revelan sin saberlo, exponiendo la verdadera esencia de su proyecto.



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