| La precaria situación económica y el costoso tratamiento para atender a uno de sus hijos, que vive con parálisis cerebral, orillaron a Gaby a elegir entre dos opciones, y cualquiera que fuera su decisión, sabía que cambiaría su vida: o se dedicaba a la prostitución o se enrolaba como transportadora de mariguana desde su pueblo natal, en Oaxaca, hacia distintos puntos del país. |
Ciudad de México.- La precaria situación económica y el costoso tratamiento para atender a uno de sus hijos, que vive con parálisis cerebral, orillaron a Gaby a elegir entre dos opciones, y cualquiera que fuera su decisión, sabía que cambiaría su vida: o se dedicaba a la prostitución o se enrolaba como transportadora de mariguana desde su pueblo natal, en Oaxaca, hacia distintos puntos del país.
Se inclinó por la segunda, al considerar que “era un trabajo más honesto”, pues en su comunidad, que se ubica en la región del Istmo de Tehuantepec, la siembra, cosecha, empaquetamiento y comercio de esa sustancia es algo habitual donde, afirma, participan hombres, mujeres, niños y hasta ancianos. Sin embargo, tiempo después sucedió lo que tanto miedo le daba: cayó presa y fue sentenciada a diez años de prisión por delitos contra la salud, del orden federal, por posesión y transporte de sustancias ilegales.
El de Gaby es sólo uno de varios testimonios presentados en una serie de cortometrajes realizados por la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por sus siglas en inglés) y EQUIS Justicia para las Mujeres, en colaboración con la productora Scopio, en los que se documenta “el devastador costo humano de las políticas punitivas de drogas y las condiciones específicas que hacen que la aplicación de las leyes recaiga mayormente sobre las mujeres y sus familias”.
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