De Veracruz al mundo
Murió José Luis Ibáñez, decano del teatro universitario en México.
Traductor y guionista, formó parte de la primera generación de la licenciatura en arte dramático de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL)de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde después se convertiría en uno de los profesores más entrañables.
Miércoles 05 de Agosto de 2020
Por: La Jornada
Foto: La Jornada
Ciudad de México.- El director escénico José Luis Ibáñez, uno de los pilares del teatro universitario en México, falleció este martes a los 87 años, informó el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura.

Traductor y guionista, formó parte de la primera generación de la licenciatura en arte dramático de la Facultad de Filosofía y Letras (FFL)de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde después se convertiría en uno de los profesores más entrañables.

Ibáñez nació en Orizaba, Veracruz, en 1933. Inició su carrera profesional en 1955, en el movimiento teatral Poesía en Voz Alta, que coordinaba el dramaturgo Héctor Mendoza. Al año siguiente, José Luis se hizo cargo del grupo integrado por escritores, músicos, pintores, cantantes y actores jóvenes que combinaban música y artes plásticas en espectáculos vanguardistas, con textos medievales o del Siglo de Oro español.

Participaban Octavio Paz y Juan José Arreola, quienes fueron los primeros directores literarios del grupo. Más tarde se sumaron Antonio Alatorre, Margit Frenk (como consejeros literarios del Siglo de Oro español y como actores-cantantes), Elena Garro, León Felipe, Carlos Fuentes, Diego de Meza, Sergio Fernández, José de la Colina, José Emilio Pacheco, Juan García Ponce, María Luisa Mendoza, Alfonso Reyes y Leonora Carrington, entre otros. Los montajes que Ibáñez dirigió entonces fueron Asesinato en la catedral, de T. S. Eliot; Las criadas, de Jean Genet; Electra, de Sófocles, y La moza del cántaro, de Lope de Vega.

En su libro Ires y venires del teatro en México, la crítica Olga Harmony escribió que es bien sabido que José Luis Ibáñez es un maestro de la dicción en verso de las obras de los Siglos de Oro y que a él acuden muchos actores ya formados para aprender los secretos, no sólo del bien decir estos dramas, sino también para desentrañar sus más recónditas metáforas.

En 1965 debutó como director de cine al participar en el Concurso de Cine Experimental con la película Amor, amor, amor / Las dos Elenas, con guion de Carlos Fuentes, basado en un cuento homónimo.

Entre sus montajes más recordados están Las mariposas son libres, de Leonard Gershe; El divino Narciso (loa y auto sacramental), de sor Juana Inés de la Cruz; La muerte se va a Granada, de Fernando del Paso en memoria de Federico García Lorca, y La vida es sueño, de Calderón de la Barca.


Una época de oro

El dramaturgo y director Luis Mario Moncada consideró que José Luis Ibáñez “es uno de los grandes referentes, sobre todo de la época dorada del teatro universitario, de la segunda mitad del siglo XX. Como director se le reconocen puestas en escena como Las criadas, de Jean Genet; La moza del cántaro y La gatomaquia, de Lope de Vega, una especie de teatro clásico con tendencias pop, porque los actores salían a la moda a gogó de aquella época.

“Ésa fue su carta de presentación en el teatro. Se especializó en dos géneros: por un lado el teatro en verso, particularmente del Siglo de Oro español (aunque igual fue un gran conocedor del teatro de Shakespeare), y por el otro lado, la comedia musical, sus grandes pasiones.

Una manía, por decirlo de alguna forma, que hoy se convierte en anécdota, es que cuando dirigía en la UNAM tenía exigencias muy peculiares, como ensayar en el foro del teatro, lo que nadie hace: todos ensayan generalmente en salones. La cuestión es que consiguió en algunas ocasiones que se cerrara el teatro durante tres o cuatro meses de ensayos, lo que impedía que otras obras se presentaran. Con carácter introvertido, Ibáñez fue sin duda uno de los más respetables maestros, con una filosofía teatral admirable, que logró sembrar en muchos actores el gusto por el bien decir.
Ibáñez estuvo al frente de diversos programas para Tv UNAM entre 1964 y 1967, y para Televisa colaboró con la dirección de Las suegras, en 1976. En 2000, Ibáñez tuvo a su cargo la cátedra Rosario Castellanos en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Recibió importantes distinciones, como el premio El Heraldo al mejor director en dos ocasiones, el reconocimiento al mejor director por la Asociación Mexicana de Críticos de Teatro, el Premio Universidad Nacional en el área de creación artística y extensión de la cultura, el reconocimiento al mérito universitario y la medalla por 40 años de docencia en la FFL de la UNAM en 2009.



Antonio Crestani, actor y discípulo del maestro, señaló que Ibáñez fue un enorme profesor, “decano del teatro universitario mexicano y todo lo que ello implica. Se destacó por su inmensa generosidad en todas sus reflexiones y por su sabiduría. Hasta donde pudo y hasta que las condiciones se lo permitieron, nos permitió ver y entender las palabras desde otros puntos de vista y con otra dimensión.

“Quienes compartimos con él las aulas, el escenario y la vida podemos decir que tenía muy clara la relación y la diferencia que había entre un director y un actor y la relación que había entre maestro y alumno; nunca las igualó y mucho menos si estaba delante de un primer actor.

Su muerte deja un hueco grande, pero nos iluminó con su sabiduría, generosidad y profundo amor por el teatro. Por eso el teatro nacional hoy está de luto.

La actriz Luisa Huertas aseveró que Ibáñez, junto con Héctor Mendoza y Juan José Gurrola, fueron punta de lanza del movimiento teatral que inició con el movimiento Poesía en Voz Alta, pues ellos “eran los jóvenes que venían con otros bríos, pero rescatando lo mejor del teatro clásico y de la palabra. Tuve la fortuna de trabajar con él una vez, no en una obra en verso, pero fue un proceso muy disfrutable. La puesta era Butterfly; la estrenamos en 1988 y terminamos la temporada hasta 1999. La hicimos con Héctor Bonilla y Humberto Zurita. Se nos va el último de los grandes de una generación maravillosa”.

Mario Espinosa, director de teatro, opinó que Ibáñez, además de ser un director de escena muy activo, fue también el gran sabio del verso y de todos los clásicos en lengua española. Convirtió eso en una gran especialidad.

Juan Meliá, director de Teatro UNAM, consideró que toda la comunidad teatral está profundamente triste: Mandamos un abrazo y toda la fuerza a la familia del maestro, uno de los constructores del teatro universitario. Debemos cuidar el legado y ese compromiso que el maestro tuvo por el teatro.




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