De Veracruz al mundo
Votar entre balas: 'Hacer campaña en Guanajuato te puede costar la vida'.
Guanajuato es uno de los estados con más casos de violencia político-criminal en los últimos años; ha registrado asesinatos de aspirantes, precandidatos y candidatos en los comicios de 2018, 2021 y 2024.
Martes 07 de Mayo de 2024
Por: animalpolitico.com
Foto: X.
Ciudad de México.- La tarde del 1 de abril de 2024, tan solo unas horas antes de que un sicario la asesinara a balazos en su primer día de campaña, Gisela Gaytán era la candidata más feliz y emocionada de Celaya.

Gisela tenía 37 años. Era morena, de pelo negro largo y lacio, y era católica devota; tanto, que cedió un día de ventaja a sus adversarios políticos porque no quiso arrancar su campaña a la presidencia municipal en un Domingo Santo.

Por eso lo hizo hasta el lunes 1 de abril, a eso de las siete de la mañana. A esa hora comenzó la jornada con el gesto y el rostro cansado, a pesar de que, según cuentan personas que la conocieron de cerca, era de sonrisa rápida y generosa.

—Era la más divertida y alegre —asegura una de esas personas, que pidió anonimato por miedo al crimen organizado.

Desde que ganó la encuesta interna de Morena para tratar de arrebatar al PAN el municipio de Celaya —una de las ciudades industriales más grandes, importantes y violentas de Guanajuato, la ‘joya de la corona’ del PAN que lleva gobernando desde 1990, hace más de 30 años, y que hoy es uno de sus últimos cinco bastiones tras perder Baja California en 2019—, Gisela llevaba meses durmiendo mal y poco.


Gisela Gaytán, así fue su día antes de ser asesinada en Celeya
Ese lunes, la candidata, que también era abogada con maestría, además de ‘animalista’, llegó a una de las oficinas donde se reunía con su gente de confianza, y al ver que aún no estaba lista la copia del discurso que daría en la casa de campaña que estaba por inaugurar, se puso todavía de peor humor.

—Gisela se involucraba hasta el más mínimo detalle, era muy perfeccionista y exigente con los demás, y sobre todo con ella misma. Se la pasaba ensayando sus discursos y estaba pendiente de todo, hasta el punto que teníamos que decirle que ella se dedicara a ser la candidata y nosotros a todo lo demás —explica otra persona que formó parte de su equipo y que, como muchas de las fuentes entrevistadas, también pidió anonimato por temor.

Una vez que le entregaron las copias del discurso, a Gisela le informaron que solo había un carro para que ella y varios de sus colaboradores más cercanos se trasladaran al bulevar donde la esperaban los 28 integrantes de su planilla que conformaría su equipo en el Ayuntamiento. Parte de ese equipo cercano temió una reacción airada. Pero Gisela pidió que todos se metieran cómo pudieran a la “lata de sardinas”, y, entre bromas a bordo del vehículo, cambió su humor.

—Gisela iba a las risas y echando relajo. Ahí fue cuando dijo: ‘Estoy lista’.

Esas risas fueron los últimos momentos distendidos de Gisela.

A eso de las 9.30 de la mañana, ella y la planilla se trasladaron hasta el mercado Morelos, junto a la emblemática ‘Bola de Agua’; un icono de Celaya que es un depósito de agua en altura, ubicado a unos 500 metros de la Plaza de Armas y del jardín principal de la ciudad.

Ahí, la candidata se puso delante de los medios. Faltaban unas seis horas para su asesinato y, como se puede apreciar en los videos y las fotos que los medios publicaron, estaba radiante.

—En sus ojos veías la felicidad de quien estaba cumpliendo un sueño —resume una de sus amigas que la conoció desde la preparatoria, cuando participaba con las juventudes del PRI en la pega de carteles por las calles.


El pasado priista de Gisela Gaytán
Atrás quedaron meses de tensiones de la contienda interna, en la que una parte de Morena no veía con buenos ojos que, precisamente, una expriista como ella hubiera ganado la encuesta por delante de otros militantes de más ‘abolengo’ en el partido del presidente López Obrador. Una situación, no obstante, que a ella no parecía preocuparle, según sus allegados.

—Ella nos decía que lo único que le podían achacar era que fue priista, y eso era algo que no escondía. De hecho, le costó mucho dejar el PRI. Por eso nos pedía que no nos engancháramos con nadie, que no peleáramos. Que ella ya había hablado con Dios y que lo dejaba todo en sus manos. Siempre nos repetía: si es para mí la candidatura, va a ser. Y si no, pues no.

Y sí, la candidatura fue para ella, a pesar de las protestas.

Después de haber recorrido a pie todas las comunidades de Celaya y los alrededores durante años, incluso desde antes de llegar a Morena en 2018, Gisela se había hecho un nombre conocido y respetado en la entidad. De hecho, Juan Miguel Ramírez, quien fue elegido como el sustituto tras el homicidio de Gisela, cuenta en entrevista que ella fue la consejera morenista del distrito dos más votada con más de mil votos, cuando otros consejeros de Morena tenían 120 o 140, a lo sumo.

—Era muy buena con las relaciones humanas, conquistaba a todo el mundo porque era muy empática. Pero en Celaya la militancia de Morena es complicada y algunos grupos en el partido decidieron no apoyarla. No tanto a ella en lo personal, sino al procedimiento de la elección —explica Ramírez.

Frente a la prensa durante la mañana del lunes 1 de abril, Gisela comenzó a desgranar su plan de gobierno para la alcaldía. Entre los principales puntos que tocó estuvo el de la inseguridad y la violencia. No podía ser de otra forma: Guanajuato en general, y el corredor de Celaya-Salamanca-Irapuato, en particular, se han convertido en los últimos años en un infierno de extorsiones y asesinatos, donde el crimen organizado ha matado tanto a policías, funcionarios, ciudadanos y a candidatos.


La violencia y la extorsión en Guanajuato
En los últimos seis años, la violencia se ha desbordado en Guanajuato: según datos del Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública, mientras en 2015 se contabilizaron 863 asesinatos en la entidad, para 2019, primer año del gobierno de López Obrador y primero del gobernador panista Diego Sinhue, la cifra había escalado hasta los 2 mil 775 casos; hasta un 221% más. Y aunque en la actualidad las estadísticas refieren un descenso en los últimos dos años, lo cierto es que éstas continúan muy lejos de reflejar un alivio significativo en una entidad que se ha convertido en una de las más violentas de México: en 2023, Guanajuato cerró el año con 2 mil 581 asesinatos, un descenso del 2% en comparación con el año previo, pero casi un 200% más que hace ocho años.

Dentro de esas cifras, el corredor Celaya-Salamanca-Irapuato, donde importantes armadoras de autos y corporativos industriales tienen sus fábricas, se ha convertido también en una zona de alto impacto por el crimen organizado: en 2020, por ejemplo, sólo Celaya tuvo casi 500 asesinatos (en 2015 todo Guanajuato registró 800), con una tasa de 100 casos por cada 100 mil habitantes, más del doble de la registrada en todo México ese año, con 29 por cada 100 mil. Y en 2023, aunque también las estadísticas oficiales reflejan un descenso de los homicidios en la región, las cifras también apuntan que solo en esos tres municipios, Celaya–Salamanca-Irapuato, se cometieron casi 800 asesinatos tan solo el año pasado, el 30% de todos los cometidos en la entidad.

De hecho, Celaya es una ciudad donde los ejemplos de masacres abundan. En mayo de 2022, el nombre de la localidad trascendió a nivel nacional e internacional luego de que integrantes del Cártel Santa Rosa de Lima, el cártel ‘local’ fundado por José Antonio Yepez, alias ‘El Marro’, entrara a un hotel y masacrara a tiros a 11 personas, para luego prender fuego al establecimiento. Recientemente, el pasado 22 de abril de este 2024, durante el primer día de recorridos para esta crónica, dos paramédicos voluntarios fueron asesinados a tiros y quemados a bordo de una ambulancia, mientras en Salamanca e Irapuato, en lo que parecían ataques coordinados, criminales mataron a un policía y a un agente de tránsito. Otro día más tarde, desconocidos aventaron una granada (que no explotó) a la comandancia de policía de Celaya.

A todo lo anterior hay que sumar otro grave problema: el de la extorsión; delito que repuntó en Celaya -y buena parte del estado- a partir de que en 2019 el gobierno federal de López Obrador desatara una ‘cruzada’ en contra del robo de combustible, el ‘huachicoleo’, que llevó sobre todo al Cártel Santa Rosa de Lima a diversificar sus actividades criminales hacia el robo, el secuestro y la extorsión para paliar la falta de ingresos derivado del cierre del ‘grifo’ de la gasolina. De acuerdo con cifras oficiales, tan solo en Celaya se registraron en 2023 casi 200 denuncias por extorsión, aunque la gran mayoría de personas entrevistadas coinciden en apuntar que la cifra está muy lejos de la realidad.

—En Celaya te cobra extorsión el diablo, Jesucristo y hasta los apóstoles —dice con sorna un empresario que paga el famoso ‘derecho de piso’.


La violencia político-electoral, un tema de años en Guanajuato
En cuanto a violencia electoral, uno de los casos más emblemáticos en la entidad fue el asesinato en 2018 de José Remedios Aguirre Sánchez, candidato por Morena a la alcaldía de Apaseo El Alto; municipio de unos 60 mil habitantes que está ubicado a solo 25 kilómetros de Celaya, y que lleva años en mitad de la disputa criminal entre el Cártel Santa Rosa de Lima y el Cártel Jalisco, que se disputan el acceso a la carretera 57 que va hacia el norte de México y la codiciada frontera de Estados Unidos, donde está el mayor mercado de droga del mundo. El asesinato del candidato morenista en esta localidad fue emblemático porque tan solo un par de días después, el entonces candidato de Morena a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, hizo un mitin en la localidad en el que levantó simbólicamente la mano a la viuda de José Remedios Aguirre, María del Carmen Ortiz, quien acabó siendo la improvisada candidata en lugar de su difunto esposo, y fue electa alcaldesa en los comicios del 1 de julio.


Una escena similar se vivió apenas el pasado 4 de mayo de este 2024, cuando a poco más de un mes del homicidio de Gisela Gaytán, la candidata a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, acudió a Celaya acompañada de la plana mayor de Morena, y le levantó la mano en un mitin a Juan Miguel Ramírez, el sustituto de la candidata asesinada.

En la elección de 2021, también en Apaseo El Alto, fue asesinado David Sánchez Malagón, exalcalde del PRI de esta localidad. Mientras que en Apaseo El Grande, municipio vecino, en junio de ese año fue asesinado un regidor. De hecho, según datos recabados por la organización civil Data Cívica para la investigación ‘Votar entre Balas’, Apaseo El Grande fue en la campaña de 2021 uno de los principales focos rojos de violencia electoral en Guanajuato, con tres ataques en contra de candidatos.

En mayo de ese 2021, también fue asesinada a tiros en el municipio de Moroleón, en los límites con Michoacán, la candidata de Movimiento Ciudadano, Alma Rosa Barragán. Esta localidad de apenas 46 mil habitantes fue otro de los focos rojos de violencia electoral en Guanajuato, con cuatro ataques a candidatos en 2021. En este caso, la hija de la candidata asesinada, Alma Denisse Sánchez Barragán, asumió la candidatura, y ganó las elecciones.

Asimismo, en esta campaña de 2024, tanto la candidata de Morena a la gubernatura, Alma Alcaraz, como la candidata morenista a la presidencia municipal de Villagrán —a unos 20 kilómetros de Celaya—, denunciaron el pasado 4 de abril que también fueron víctimas de amenazas de muerte en una entidad que, según la investigación de Data Cívica, se encuentra en el top 5 de estados más violentos para aspirar a un cargo público, junto con Guerrero, Veracruz, Zacatecas y Baja California.

“Claro que tenía temor”
En este contexto, era normal que las preguntas para Gisela Gaytán estuvieran siempre dirigidas a la seguridad y cómo haría campaña en medio de la violencia.

En privado, su respuesta era clara.

—Claro que tenía temor, era alguien muy realista. A muchas personas del partido que le preguntaban ‘¿oye, y no te da miedo ser candidata?’, ella les decía: ‘pues claro, ¿si ubican lo que estoy arriesgando?’. Ella sabía que hacer campaña en Celaya era algo muy peligroso, pero también creía mucho en la gente. Quizá demasiado… —lamenta una compañera de partido de Gisela.

Mientras que en público, ante los medios, su respuesta institucional era que el combate a la inseguridad estaría fundamentado en varios ejes, como la prevención del delito, la recuperación de inversión en industrias y empresas que, literal, huyeron la ciudad por los cobros de cuota, la quema de vehículos, los bloqueos carreteros y los ataques casi diarios, y la coordinación de los tres niveles de gobierno para ‘limpiar’ el municipio.

Aunque, de nuevo, sus colaboradores recalcan que era muy realista. Sabía que un problema así, donde los cárteles se disputan la extorsión, el huachicoleo, y la venta de droga, especialmente la de ‘cristal’ —el Cártel Santa Rosa comercializa el cristal azul, el de Jalisco, el blanco—, no iba a ser cosa sencilla.

—Nos decía: ‘me encantaría limpiar todo en tres años, pero no tengo una varita mágica’.

Gisela Gaytán y la seguridad del Estado que no recibió
Otra de las preguntas que le plantearon los medios la mañana del lunes 1 de abril era si contaba con seguridad por parte del Estado. En ese momento, tan solo algunas de las personas más cercanas a ella en su equipo de campaña sabían que una mujer vestida con chaleco de Morena, que Gisela le había pedido que se pusiera para ocultar el otro chaleco que llevaba debajo, el táctico, era una escolta privada que le había prácticamente obligado a aceptar Ricardo Sheffield, ex titular de la Profeco federal, candidato de Morena al Senado, y amigo de Gisela.


El dirigente estatal de Morena, Jesús Ramírez, asegura en entrevista que Gisela era una de las 12 personas para las que el partido había solicitado seguridad al Instituto Nacional Electoral (INE) por el contexto de violencia de Celaya. Sin embargo, la solicitud se quedó atorada “entre la maraña de burocracia”, hasta que, una vez asesinada, las autoridades federales decidieron poner escoltas de la Guardia Nacional a los candidatos morenistas de los 46 municipios de Guanajuato, mientras que las estatales ordenaron a todos los municipios que también les brindaran protección a los candidatos de todos los partidos.

Por eso, en un recorrido por Celaya se aprecia a simple vista que hay decenas de patrullas de la Guardia Nacional que no están resguardando a la ciudadanía, sino a los aspirantes políticos que hacen proselitismo para diferentes cargos públicos.

Ante las preguntas insistentes de la prensa sobre su seguridad, aquel lunes 1 de abril, Gisela, quizá emulando al presidente López Obrador y su machacada consigna de que no necesita escoltas ni Estado Mayor porque a él lo cuida el pueblo, o quizá genuinamente convencida en el poder de las personas que la apoyaban y acompañaban, o quizá amparada en su sólida fe en Dios, respondió ante los medios de comunicación que no tenía miedo.

“A mí me protege la gente”, dijo muy convencida.

Para ese entonces, faltaban menos de cuatro horas para que la asesinaran.

***

Gisela visitó zona de dominio del Cártel Santa Rosa de Lima sin chaleco de protección
Como la gran mayoría de otros candidatos entrevistados para esta crónica, a Gisela no le gustaba la idea de hacer campaña con escoltas. Sentía que eso le restaba cercanía y naturalidad con la gente a la que iba a pedirle el voto. Que incluso podría transmitir un mensaje erróneo de privilegio; de, mientras el pueblo está en llamas por la violencia, los políticos son intocables con sus guaruras y coches de lujo blindados. Por eso se quitó su chaleco de Morena y le pidió a su escolta que se tapara el chaleco táctico y que manejara un perfil bajo mientras ella iba platicando con los locatarios del mercado Morelos.


Tras la primera conferencia en Celaya, estaba previsto que la campaña continuara a las 16 horas con una caminata por la comunidad vecina de San Miguel Octopan. Aunque en este punto es donde comienzan las informaciones encontradas que alimentan la hipótesis de que alguien ‘puso’ a Gisela: algunos integrantes de su equipo dijeron a medios de comunicación nacionales que esa visita no estaba programada en la agenda del día, y que fueron integrantes de su círculo más cercano quienes la convencieron de visitarla, a pesar de que se trata de una zona bajo dominio del Cártel Santa Rosa de Lima.

–Gisela se fue a meter a la comunidad más caliente de todo Celaya —dice un candidato que la conoció y que pidió anonimato.

David Saucedo, especialista en temas de seguridad, asegura en entrevista para este texto que parte de ese círculo cercano, “bien por amenazas de muerte, o bien por dinero”, habría sido “infiltrado” por el cártel del Marro.

Saucedo plantea la hipótesis de que un mes antes de la campaña, Gisela habría recibido la visita de unos ‘emisarios’ del cártel, ofreciéndole apoyo financiero, operadores en el terreno, y hacer a un lado a los adversarios políticos, oferta que la candidata habría rechazado en dos ocasiones.

Según la hipótesis del experto, el cártel habría hecho el mismo ‘ofrecimiento’ a otros candidatos de la región de su influencia, la de Celaya-Salamanca-Irapuato, pues ese es uno de los ‘pilares’ que sostienen al grupo delictivo: el poder político para tener bajo su control el presupuesto público, las policías locales y de tránsito, y todo el aparato administrativo. Y en múltiples casos, ya sea por temor o por convicciones genuinas, los aspirantes también habrían rechazado el ‘ofrecimiento’. Entonces, explica Saucedo, la cúpula del grupo delictivo, que tras la detención en 2020 de El Marro está gobernada por “los carniceros del cártel”, es decir, por los jefes de sicarios, habría decidido lanzar una amenaza a los candidatos renuentes con el asesinato de Gisela. Un macabro ‘aviso a navegantes’.

—Tras el homicidio, al menos cinco candidatos ya entraron a la nómina del cártel —asegura el especialista en temas de seguridad.

Sin embargo, personas muy cercanas a la candidata rechazan esa hipótesis y aseguran que Gisela no recibió amenazas directas ni indirectas.

—Ojalá las hubiera recibido, al menos así hubiera podido tomar la decisión de seguir o no con la campaña. Además, ella era muy protectora. Si la hubieran amenazado, nos hubiera dicho, porque también nosotros habríamos estado en riesgo —plantea una persona integrante de su equipo.

—Lo que sí te puedo decir es que la visita a la comunidad sí estaba programada. Gisela nunca dejaba nada a la improvisación. Era una mujer con un carácter fuerte, que no se dejaba presionar ni influir por nadie —agrega en relación a que alguien de su planilla la pudiera haber presionado para que fuera de manera imprevista a la comunidad. De hecho, para sustentar que no hubo improvisación, esta persona plantea varios puntos: uno, que la propia Gisela anunció públicamente a los medios durante la primera conferencia de la mañana que estarían en San Miguel en la tarde; dos, que se mandó un mensaje de WhatsApp a los grupos de periodistas; tres, que reportaron la visita ante el INE como parte de las obligaciones que tienen todos los candidatos en materia de fiscalización, algo que también fue corroborado por el dirigente estatal de Morena, Jesús Manuel Ramírez; y cuatro, que tuvieron que pedir permiso a las autoridades de la comunidad de San Miguel para el uso del quiosco desde semanas antes.

—Ella había recorrido miles de veces esa comunidad. Ahí se sentía como en casa porque es una comunidad cien por ciento morenista. Por eso quiso ir ahí el primer día. No fue improvisado —reitera la persona integrante del equipo de Gisela.

Uso político del caso Gisela
A un mes del atentado, la Fiscalía estatal que dirige Carlos Zamarripa no ha resuelto el caso. Y los rumores, las hipótesis e incluso los cruces de acusaciones entre partidos se han multiplicado con el avance y el calor de la campaña.

Por un lado, Eduardo López Mares, dirigente estatal del PAN pidió en entrevista que la Fiscalía incluyera entre sus líneas de investigación como posible móvil del asesinato “los problemas internos de Morena”.

Y por el otro, el sustituto morenista de Gisela en la boleta, Juan Miguel Ramírez, respondió también en una entrevista realizada en su domicilio en Celaya —donde varios elementos de la Guardia Nacional custodian tanto la calle como el interior de la casa apostados en dos tiendas de campaña— que el homicidio de su compañera pudo ser más bien un mensaje para el gobierno municipal panista de Celaya, cuyo alcalde buscará la reelección, “para que cumplan los acuerdos” con los criminales.

Por su parte, el dirigente estatal de Morena, Jesús Ramírez, rechazó en otra entrevista la insinuación del gobernador blanquiazul, Diego Sinhue, de que habría una ‘mano negra en Morena’ detrás del atentado contra Gisela.

—En Morena podemos tener diferencias, pero no somos caníbales —subraya.

Por lo que, lo único seguro hasta ahora, plantea una amiga de Gisela molesta con el uso político del homicidio, es que a su amiga le costó la vida sus ideales.

—Gisela era tremendamente carismática; una mujer que imponía mucho porque era muy movida, muy inteligente, y con fuertes convicciones. Por eso le daba miedo a mucha gente, porque veían que ella venía con todo.

Sobre esto, sobre el miedo que podía infundir en algunas personas, se le preguntó a quién podría estar molestando la candidata, si además no habría recibido amenazas previas del crimen organizado.

—Eso es algo que me pregunto y que me voy a seguir preguntando hasta que me muera. La verdad es que no tengo respuesta para esa pregunta, no puedo imaginarme a nadie tomando una decisión así. Pero lo que sí te puedo decir es que Gisela era demasiado buena para este mundo de la política que es una porquería… —lamenta la amiga con un nudo en la garganta.

***

El momento del atentado contra Gisela
Eran más o menos las seis de la tarde del lunes 1 de abril. Gisela completó un breve recorrido por una calle estrecha donde, entre el quiosco de la comunidad, una oficina de la delegación de Bienestar del Gobierno Federal, y la iglesia de San Miguel Arcáncel, de estilo colonial con dos campanarios y pintada de amarillo pastel, había una hilera de locatarios que ya comenzaban a recoger sus fresas para retirarse.

Al final del recorrido, en la esquina entre las calles Independencia y Benito Juárez, muy cerca de la barda perimetral de la iglesia, Gisela entró a una farmacia para presentarse y pedir el voto. Cuando salió, cuenta una persona que presenció directamente los hechos, la candidata pidió más ánimo y energía a quienes la acompañaban.

“¿Qué, ya están cansados?”, les gritó entre risas, mientras en su equipo se escucharon comentarios del tipo ‘de dónde saca tanta pila esta mujer’.


En ese momento, una persona, que al parecer estaba en coordinación con otro hombre que iba en una moto y que le hizo una seña tocándose la gorra para que actuara, se acercó por sorpresa a Gisela. La candidata pensó que la quería saludar, pero sin mediar palabra el sicario sacó el arma.

En la calle se escucharon al menos seis balazos. La gente comenzó a correr esquivando a varias personas que, heridas, quedaron tiradas en el suelo. La discreta escolta de la candidata, que también fue herida, no pudo evitar la agresión.

Minutos después, el ocaso de la tarde-noche comenzó a caer rápido sobre San Miguel Octopan, al tiempo que un helicóptero de Seguridad Pública sobrevolaba tan bajo que los pájaros salían despavoridos de los árboles.

El cielo se tornó entre anaranjado y violáceo. Los gritos de pánico se escuchaban junto a la iglesia católica de la que la candidata era tan devota.

Tirada bocabajo en el asfalto de la calle, yacía muerta Gisela Gaytán.

Junto a su cuerpo, una de sus mejores amigas le repetía en estado de shock: “Estoy aquí contigo, estoy aquí contigo”.


Posdata: “Si viene tu candidato, hoy estrena su ataúd”
La carretera que lleva hasta el municipio del candidato amenazado de muerte está plagada a ambos lados de grandes espectaculares. En ellos se aprecian, cada pocos kilómetros, los rostros sonrientes y semblantes solemnes mirando al cielo de las candidatas de Morena y el PAN a la gubernatura del estado, y la imagen de los distintos aspirantes a diputaciones y a presidencias municipales, como la del actual alcalde de Celaya Javier Mendoza, quien va por la reelección y que, a pesar de los hechos violentos tan graves de los últimos años en su municipio, eligió como lema para su campaña la frase “que siga lo bueno”.

Precisamente, muy cerca de uno de esos espectaculares que prometen una continuidad de “lo bueno”, en la orilla de la carretera se levanta una casita con la fachada parcialmente carbonizada en la que alguien trazó con pintura negra las siglas enormes del CJNG, el Cártel Jalisco Nueva Generación; el grupo delictivo que ‘invadió’ Guanajuato, desatando la violencia, luego de que en 2017 intentara una alianza con el Cártel Santa Rosa de Lima para que fuera una más de sus ‘sucursales’ del crimen. El especialista David Saucedo explica que todo se desató cuando El Marro ordenó asesinar a un sobrino de Nemesio Oseguera, alias El Mencho, líder de ‘los jaliscos’. Desde entonces, la disputa por el control de las rutas y venta de ‘cristal’ en Guanajuato ha sido encarnizada.

La casita quemada y la pinta —en otras fachadas de casas se aprecia la calavera, los dos marros cruzados y las siglas S.R.L. (Santa Rosa de Lima) del cártel del Marro—, marcan el aviso de que se está entrando a un territorio en disputa. En este territorio, donde hace no muchos años se podía apreciar a simple vista que sobre la carretera se vendían galones de ‘huachicol’, combustible robado a Pemex, está la localidad de la que no se mencionará su nombre, ni tampoco el del candidato, que así lo pidió por seguridad. Por eso solo se dirá que en esta localidad vive y hace campaña ‘Juan’, cuya casa está custodiada por una patrulla con seis elementos de la Guardia Nacional.

Vestido con una camisa blanca ceñida y recién planchada con su nombre bordado, unos jeans, unos tenis y un smartwatch en la muñeca, ‘Juan’ explica sentado en un amplio y cómodo sofá en el que hay regados cuatro celulares, que la presencia de los guardias se debe a que cuando arrancó la campaña recibió una llamada a uno de sus teléfonos nada amistosa.

—Me llamaron de un número extraño y pensé que era cosa de chamba. Preguntaron por mi nombre y respondí que era yo. Y ahí me dijeron: ‘a ver hijo de tu puta madre, o te bajas de la campaña, o te rompemos tu madre’.

No es la primera vez que el también empresario recibe amenazas. Como muchos otros empresarios de la región, ‘Juan’ está incluido en un grupo de WhatsApp donde los criminales avisan cuándo y dónde tienen que hacer los pagos de ‘cuota’, aunque asegura que, extrañamente, los pagos se suspendieron como medio año antes de que arrancaran las campañas. Mientras que años atrás recibió la visita “de un chavo de 16 años” que le entregó un papel con un número de teléfono. El cártel ‘del señor Marro’, como también se le nombra bajando mucho la voz en la zona, le exigía tres millones de pesos. ‘Juan’ no dio una respuesta inmediata, y dos días después fue ‘levantado’ hasta que pagó casi un millón de pesos y una motocicleta.

Más recientemente, ya como candidato, ‘Juan’ ha seguido recibiendo amenazas. Asegura que va muy bien en las encuestas y que, a pesar de su juventud e inexperiencia política —solo ocupó un cargo menor en el ayuntamiento que ahora quiere dirigir—, tiene muchas posibilidades de ganar el próximo 2 de junio. Algo que, explica, no le gusta a mucha gente por “las nuevas ideas” que dice traer, y porque asegura que ya ha rechazado todo tipo de “transas”.

—Aquí si quieres ser primer regidor del ayuntamiento te cuesta 700 mil pesos, y si vas de segundo, 400 mil. Y si respondes que no, te dicen: ‘¿Pero por qué le sacas, hombre, si en cinco meses vas a recuperar esa lana. ¡Así te dicen! —exclama ofendido.

Incluso, asegura que ha tenido que declinar propuestas de empresarios que le ofrecían dinero para la campaña, a cambio de futuros favores políticos.

—Te das cuenta de que todo es un pinche negociazo. El otro día me llegó aquí un contratista que me daba en ese momento 200 mil pesos para mi campaña, pero quería a cambio garantizarse unas licencias. Y otro día me llegó un cabrón que también es contratista y me preguntó: ‘¿De cuánto es la entrada?’ Y que le respondo: ‘Ah cabrón, ¿pos que esto es una rifa o qué chingados?’ —suelta una carcajada el candidato, que, no obstante, vuelve a ponerse serio cuando platica que rechazar ‘transas’ puede tener un elevado costo. De ahí que el equipo de escoltas que lo protege haya tenido que redoblar esfuerzos.

—Como parte de la estrategia de seguridad, siempre se manda una ‘avanzada’ a las comunidades que voy a visitar —plantea—. Y apenas la semana pasada, en una de esas comunidades, fueron a tocar una puerta y salió un señor con un pañuelo cubriéndole el rostro que les dijo: ‘Dile a tu candidato que si hoy viene, hoy mismo estrena su caja de muerto’.

Juan sonríe como restándole importancia y se estira el cuello de la camisa.

—¿Y suspendió la visita a la comunidad? —se le pregunta.

—No, miren, hay que dar la cara en esto —contesta encogiendo los hombros—. Si andamos con mano temblorosa en esta cuestión, pos no vamos a hacer nada, ¿verdad? Solo sería uno más del montón. Y pos yo, la verdad, tengo claro que esto me puede costar la vida, pero no estoy aquí para ser uno más del montón.

A continuación, el candidato levanta la mano derecha para matizar.

—Pero tampoco quiero atacarlos ¿eh? Eso tampoco y se los digo de frente: sólo haré lo que me competa como policía preventiva.

—O sea, su trabajo como alcalde no sería combatirlos de frente —se le insiste.

—Mira, ya es imposible erradicar al narco; son cárteles muy poderosos que influyen en todos los aspectos porque tienen todo el poder económico, social y policiaco. Se escucha feo, pero si tú quieres erradicar el narco en mi localidad, te tendrías que chingar a medio pueblo.

Vuelve a soltar una carcajada.

—¿Entonces, cómo haría para encontrar ese equilibrio entre dar seguridad y no meterse con el narco?

—No se trata de equilibrar —responde estirándose de nuevo la camisa, ahora algo incómodo—. Pero sí de llegar a diálogos con ellos, de ‘sabes qué, haz tu desmadre pero fuera de aquí’, porque, perdón, yo no vengo a pelearme con nadie y no lo he hecho, bendito Dios, pero sí voy a defender a mi pueblo.

—¿Es decir, sí tendría un diálogo con la gente del cártel? —se le insiste.

—Como te dije, ha llegado un momento en el que el narco se metió tanto en la política que ya es casi imposible sacarlos de ahí. Lo vemos, por ejemplo, en Guerrero, donde hay candidatos que su papá es el mero jefe de plaza de una zona. ¿Qué podemos hacer entonces? Pos, por triste que se escuche, hay que sentarse a negociar con ellos.

—Para terminar, dígame, ¿a qué le tiene más miedo, al narco o a un adversario político? —se le plantea.

Juan esboza una sonrisa de medio lado.

—Al político, sin duda. Porque no va a faltar alguien que le diga a un político, ‘sabes qué, si gana tal candidato que quiere hacer las cosas bien te va a mandar a la Guardia Nacional y te va a chingar’. Y el político, por miedo a que le hagan eso, o por soberbia, te puede mandar a quitar de su camino.

Acto seguido, el candidato guarda silencio unos segundos, como si dudara de la conveniencia de decir lo que va a decir para concluir la entrevista.

—Pero mira, parte de este problema también es que hay candidatos, no digo todos, ¿verdad?, pero sí hay candidatos que buscan apoyarse del crimen organizado, y eso es lo peor, amigo, porque al final del día te van a tener siempre agarrado. Y pos yo no —vuelve a alzar la mano para recalcar el punto—. Yo jalo por respeto, sí. Pero una cosa es hacerme omiso en algunas cuestiones, y otra muy distinta es estar con ellos en la nómina.


NOTA: Este reportaje forma parte del proyecto “Votar entre balas, entendiendo la violencia político-criminal en México”, desarrollado por Animal Político, México Evalúa y Data Cívica. El informe completo puede consultarse en: https://votar-entre-balas.datacivica.org/










Por: Manu Ureste y Gabriela Montejano

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