De Veracruz al mundo
Deseo para México elevada calidad cultural: Luisa Josefina Hernández.
La autora de Los grandes muertos y Los frutos caídos también mencionó la existencia del Teatro Caracol, el primer miniteatro en México.
Lunes 05 de Noviembre de 2018
Por: jornada.unam.mx
Foto: jornada.unam.mx
Ciudad de México.- Hacia la mitad del siglo XX, cuando Luisa Josefina Hernández (CDMX, 1928) se inició en la dramaturgia, el teatro en México tenía dos posibilidades de existir: una, el llamado teatro profesional o comercial, y segundo, el patrocinado por las instituciones. “Esporádicamente aparecía una puesta en escena particular o el inusitado fenómeno de una representación en francés presentada por la Alianza Francesa, o en inglés por la Campanella Playhouse”, expresa la escritora en un texto leído por su nieto David Gaitán, también dramaturgo, con motivo del homenaje por sus 90 años, cumplidos el 2 de noviembre, realizado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

La autora de Los grandes muertos y Los frutos caídos también mencionó la existencia del Teatro Caracol, el primer miniteatro en México. Es decir, “las oportunidades de los autores jóvenes que se interesaban por hacer bien teatro quedaban en manos de las instituciones, a su buena voluntad y al presupuesto”. Hernández estrenó su primera obra en un concurso donde participó la Escuela Teatral de Bellas Artes, con alumnos y director de la misma. A lo largo del tiempo ha tenido relaciones con el Instituto Nacional de Bellas Artes como autora, traductora y maestra.

De allí que “mi gratitud no tiene límites hacia el INBA y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sin ellos sería solo una maestra, como le ocurrió a varios escritores de generaciones anteriores a la nuestra, quienes se dedicaron a la enseñanza porque no hubo sitio para ellos en el teatro”.

Continuó: “sería bueno preguntarse si la situación ha cambiado, sin embargo parece que no lo suficiente para poder decir que el teatro en México es uno solo, dirigido a una comunidad de público normal. Hasta ahora existe una liga comercial, entre los empresarios complacientes y un buen porcentaje de público mal informado”.

La homenajeada acotó “es una justicia mencionar que en los años cincuenta del siglo pasado nació en la UNAM, gracias a una afortunada combinación de grandes talentos teatrales, un poderoso teatro experimental”.

Hernández deseó para México un nivel de cultura y una espiritualidad que le permita elevar el nivel de los espectáculos a una generalidad relevante de calidad, como lo han hecho desde hace años otros países de América.

La dramaturga Verónica Bujeiro habló de su experiencia como lectora de Hernández en todos sus aspectos ya que “su universo es vasto respecto a su legado”. La mayor parte de sus obras “están descatalogadas lo que es una desgracia porque es una escritora muy compleja. El paso a la novela le da una soltura y una profundidad muy especiales”. Su producción en el teatro siempre siguió a la par que la novelística.

Los temas de Hernández, siguió Bujeiro, cambiaban de acuerdo con los movimientos culturales: “La novela, La noche exquisita, tiene un eco fortísimo con la Generación de la Ruptura. Sus distintas temáticas son un universo que necesita ser revaluado aquí, pero también en las revisiones de su obra”.

El cineasta, dramaturgo y narrador Flavio González Mello se refirió a la labor de la homenajeada como maestra, mediante un testimonio como alumno que fue durante tres años de sus cursos de análisis dramático en la UNAM. Aunque haya asistido como oyente, dicha clase le marcó “mucho más que otras que sí figuran en mi historia académica, que he olvidado o intentado hacerlo”.

Se discutía en el curso “los siete géneros”: “No siempre estaba de acuerdo con al conclusión a la que llegaba. Desde la primera clase decía que ésta no era una asignatura útil para dramaturgos, sino sólo para los que quisieran dedicarse a la dirección escénica, porque el primero no necesita saber de qué género es la obra que escribe, mientras que el segundo sí para poderla montar. Por fortuna no le hice caso y he aplicado lo aprendido hasta la fecha. Las obras que he escrito después de esta clase han sido en cierta medida ejercicios genéricos, exploraciones de las fronteras entre tragedia y farsa, o comedia”.

La dramaturga y directora de escena Silvia Peláez apuntó que a diferencia de sus compañeros de generación, Hernández es una dramaturga “cuyos textos no han visitado la escena con la frecuencia necesaria para que se reconozca su voz, su pensamiento, su sensibilidad, su visión y su inteligencia por medio de su creación artística en diferentes públicos por lo que no ocupa todavía el lugar que merece en la literatura hispanoamericana”. En cierto momento, “decidió callar su pluma porque sus obras no se representaban.

“Hoy la competencia en el teatro mexicano de textos que anhelan llegar a la escena es enorme, sin embargo ojalá se produzcan otros montajes de Luisa Josefina, además de Los grandes muertos, que den vida escénica a sus personajes, historias, obras, y que se difunda también de manera editorial su obra dramática y novelística”.

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