De Veracruz al mundo
'Abandono', clamor de habitantes de Oxitempa a 6 días de inundaciones en Veracruz.
Hace seis largos días, las intensas lluvias que cayeron sobre este pueblo del municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, provocaron que los ríos Chiflón y Vinazco --que juntan sus caudales justamente a esta altura--, se desbordaran sobre la comunidad, igual que ha ocurrido en muchas otras de esta misma región.
Miércoles 15 de Octubre de 2025
Por: La Jornada
Foto: .Alfredo Domínguez
Veracruz, Ver..- “Abandono”. Esa es la palabra que más se menciona entre los habitantes de Oxitempa en estos días. La dicen cada vez que empieza a faltar la comida. La piensan cada hora en que por la entrada de la comunidad sigue sin asomarse algún representante del gobierno. La repiten con enojo y con tristeza a quien los quiera escuchar.

Hace seis largos días, las intensas lluvias que cayeron sobre este pueblo del municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, provocaron que los ríos Chiflón y Vinazco --que juntan sus caudales justamente a esta altura--, se desbordaran sobre la comunidad, igual que ha ocurrido en muchas otras de esta misma región.

El nivel de las aguas “subió rapídísmo, no dio tiempo de nada. Tampoco nos avisó alguna autoridad. Aquí son unas 80 casas, y todas se dañaron. Gracias a Dios, se empezó la gente a salir, pero todas sus cosas se quedaron y están llenas de lodo”, explica Víctor Ortega Hernández, comandante del pueblo, mientras acompaña a La Jornada a hacer un recorrido por el mismo.

Prácticamente todas las casas de Oxitempa están cubiertas de lodo, por dentro y por fuera. Las viviendas más endebles, construidas con madera y lámina, desplomadas sobre el suelo. Por todos lados es posible ver colchones como esponjas húmedas y fangosas; muebles destrozados todavía con ropa adentro; trastes rotos y desperdigados; troncos y ramas que la corriente arrastró por doquier.


Con el sentido del humor que muchas veces sirve como escudo ante las desgracias, los lugareños insisten en mostrar lo que llaman con sarcasmo “la mueblería”: una pila de refrigeradores, mesas, televisiones y otros aparatos llenos de fango que han ido amontonando en un paraje del pueblo, para cuando ya se puedan llevar a algún basurero.

Además de dejarlos con poca comida, las aguas dejaron a los pobladores sin electricidad, sin agua potable y sin señal de Internet ni de teléfono.

“Nada”

Pese a la gravedad del desastre, los lugareños siguen sin ver la presencia de la Marina, el Ejército, la Guardia Nacional o alguna otra de las instituciones obligadas a ayudar a las comunidades afectadas por desastres naturales.

Tampoco ha llegado por acá ningún representante de la gobernadora Rocío Nahle, quien –eso sí—apareció en la televisión riéndose cuando fue cuestionada sobre la falta de renovación del seguro catastrófico que hubiera servido para proteger de las lluvias y las inundaciones al estado que dirige.

En cuanto a comida, Oxitempa “va ahí, despacio, y fue gracias a las gente de aquí de las comunidades cerca, pero ya se nos está escaseando. Lo que hace más falta es agua, comida, ropa y cosas para asearse. Nosotros hemos andado así, con lo que nos han traído y con lo que rescatamos. Nosotros, como hombres, aguantamos, pero lo que son las mujeres, los niños, la gente adulta, lo necesita más”, explica el comandante Ortega.


-- ¿Y no les han traído ayuda el Ejército o la Marina? – se le pregunta.

-- “Aquí, lo que es la Guardia y la Marina, nada. Nada, nada, nada, nada”, repite el hombre mientras menea la cabeza, como si cada repetición ayudara a entender la dimensión de la falta.

Arturo Salas Méndez, agente municipal de Oxitempa, no atina a explicarse la ausencia de los uniformados. “Me imagino que hay lugares por donde no se puede pasar, pero ellos tienen helicópteros. Pero no. La Marina, nada; el Ejército, nada. No ha llegado nada de ellos”, recalca para que se entienda bien la idea.

“Sí se oye que en otros lugares está feo, pero aquí nos han abandonado por completo. Por eso les pido por el medio de información que traen ustedes que lo dé a conocer. Mucha gente sí se siente enojada, porque nos han abandonado”, dice Salas, quien se dedica a manejar un taxi que aún no sabe si quedó utilizable.

En un escenario de por sí terrible, los vecinos de la calle Purificación la vivieron un poco peor, cuenta Reynaldo Morales de la Cruz, porque además de recibir las aguas de los dos ríos que se salieron de su cauce, también padecieron la descarga de lo que le llaman “la zanja”, es decir, la corriente que llega por una presa cercana que también suele desbordarse.

“Ligero, no estuvo”, dice el hombre con una sonrisa amarga, haciendo referencia a las declaraciones de Nahle, en el sentido de que el río Cazones se había desbordado “ligeramente”. La frase caló hondo y sale en muchas conversaciones de la gente.

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