De Veracruz al mundo
MOMENTO DE ACOTAR
Francisco Cabral Bravo
2025-12-22 / 12:09:12
Así se construye también 2026


Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil

En la festividad de la Virgen de Guadalupe la presidenta Claudia Sheinbaum reiteró la invitación al papa León XIV para que visiten México. Durante la conversación, dijo la mandataria, León XIV envió bendiciones y saludos a los mexicanos en el Día de la Virgen de Guadalupe.

En el sitio oficial de noticias de la Santa Sede se consigna la llamada y retoma el mensaje de Claudia Sheinbaum en redes sociales.

Coincidimos en que, más allá de la religión que profese de cada persona y de la laicidad del Estado, la Virgen de Guadalupe es símbolo de identidad y paz para las y los mexicanos. El 18 de septiembre último el Consejo de Presidencia de la Conferencia Episcopal Mexicana, encabezado por Ramón Castro, invitaron al Papa a visitar México.

Ya en corto, el líder de los católicos en el mundo comentó que sí le gustaría visitar a el santuario de la Virgen de Guadalupe en los próximos años, pero que México no estaba en la agenda de los países que visitará el próximo año. El Pontífice Romano dijo el 18 de noviembre reciente que le gustaría visitar los santuarios de Fátima y Guadalupe, pero no dio fecha. Sabemos que en 2026 el papa León estará en España, Argentina, Paraguay y Perú.

Porque sí existen todas las invitaciones y condiciones desde el gobierno, la jerarquía católica y los creyentes para recibir la visita del papa León XIV en México.

Y más cuando desde la secretaría del Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin tiene un especial afecto por México, porque al lado del nuncio apostólico Girolamo Prigione hizo carrera diplomática.

Entonces, ¿por qué el Vaticano y los hombres cercanos al Papa no ponen una fecha para visitar México?

Un miembro de la jerarquía católica explica que ningún Papa se parece al anterior, cada uno da al pontificado un sello personal y León XIV “todavía no da color”. Y los viajes y su relación con los católicos y gobiernos son el mejor escaparate para definir un perfil de gobierno.

Hay países como Brasil, Estados Unidos, España y por supuesto México que imponen a cualquier líder religioso por el número de personas en las que concentraciones masivas y la expresión de la religiosidad popular.

El León XIV no tiene el carisma y el manejo de masas como Juan Pablo II, marcado en sus visitas a México, ni el sentido del humor y agudeza del argentino Francisco. El agustino estadounidense nacionalizado peruano, “está aprendiendo a ser Papa”.

Hay una variable no menos importante: el grupo cercano a León XIV, aunque es institucional, todavía no termina de integrarse bajo la directriz del nuevo líder de los católicos; y aunque respecto del Papa argentino ha sido una transición de terciopelo, pronto empezaremos a ver cambios en los dicasterios (secretarias) con un perfil más italiano, más europeo y menos latinoamericano. El Papa ha iniciado cambios en los dicasterios vaticanos destacando el nombramiento de Filippo Iannone como nuevo prefecto del Dicasterio para los Obispos, y la inclusión de mujeres en roles de liderazgo, como la hermana Raffaella Petrini en la Ciudad del Vaticano, y Tiziana Merletti como secretaria en otro dicasterio.

Al interior de la iglesia hay voces que dicen que Claudia Sheinbaum pretende invitar al Papa porque puede obtener un lucro político.

En la misa con motivo de la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, el papa León XIV dijo en su mensaje: “La autoridad ha de ser ejercida como servicio y no como dominio”. “Madre, pidió, enseña a las naciones que quieren ser hijas tuyas, al no dividir el mundo en bandos irreconciliables, a no permitir que el odio marque su historia, ni que la mentira escriba su memoria”.

El líder de los católicos pidió a la Virgen de Guadalupe para que los gobiernos “custodien la dignidad de cada persona en todas las fases de su vida, y que haga de esos pueblos lugares donde cada persona pueda sentirse bienvenida”.

En otro orden de ideas les comento que a veces los años no llegan: nos buscan.

Eso fue lo que pensé cuando conocí a Don Rubén, un nombre de voz pausada que había visto pasar más de siete décadas sin perder su costumbre de observar el mundo con calma. Lo encontré un día en un café, leyendo un artículo sobre lo que podría ocurrir en 2026. Levantó la vista, me sonrió y dijo: Este año que viene, va a aprobar de que estamos hechos.

Aquella frase me acompañó durante días Don Rubén no era economista, ni tecnólogo, ni estratega. Era un ciudadano común que había aprendido, como muchos que los cambios profundos no se anuncian, se sienten. Y 2026 ya comenzaba a sentirse en el aire: en la atención de los mercados, en la velocidad de la tecnología, en la exigencia social y en el ruido constante del mundo.

“Cada cierto tiempo llega un año que nos obliga a elegir si avanzamos, nos adaptamos o nos quedamos quietos pensando que nada cambiará”. Y mientras lo escuchaba, entendí que ese año, tenía nombre 2026.

La historia de cuatro fuerzas que se acercaban.

Le pedí a Don Rubén que me explicara qué veía venir. No hablo como experto. Habló como alguien que ha vivido.

La primera fuerza, me dijo, es esa cosa nueva que llaman inteligencia artificial. Va a estar en todos lados. El problema no es la máquina, es que sepamos para que la queremos usar.

Tenía razón.

La IA no es buena ni mala: es un amplificador de lo que somos. Con criterio y responsabilidad, será una aliada extraordinaria. Sin ética, será un riesgo enorme.

La segunda fuerza, continuó, es la economía. La gente ya siente que todo cuesta más y que todo se mueve más rápido. En 2026 se va a necesitar cabeza fría, creatividad y cooperación. No hay país que camine solo. Después suspiró miró por la ventana y agregó: La tercera es la gente. La ciudadanía ya no se conforma. Exige claridad, exige cuentas, exige respeto. Si no hay confianza, no hay nada. Esa idea la he visto confirmarse en cada ciudad que he recorrido: la confianza es el nuevo oro en mundo.

Finalmente, tocó el tema que muchos evitan: Y la cuarta fuerza, es el mundo mismo. Las potencias no se van a relajar. Cada país tendrá que cuidar su energía, su tecnología, su comida y su seguridad digital. No es para asustarse, es para prepararse.

Cuando pensé que ya lo había terminado Don Rubén se inclinó sobre la mesa y dijo: Pero todo eso no es lo más importante. Lo importante es lo que tú y yo vamos a hacer con esa información. Ahí estaba la lección.

No era una historia sobre el mundo. Era una historia sobre nosotros.

¿Vamos a esperar que 2026 nos sorprenda? ¿O vamos a llegar preparados?

Él lo resumió con una frase que me marcó: Los años no cambian a las personas, las decisiones sí.

Lo que aprendí ese día. Salí del café con una claridad distinta. El 2026 no será un destino inevitable. Será una prueba de carácter.

Un año que exigirá liderazgo, criterio y congruencia. Y un año como dijo Don Rubén, nos obligará a responder la pregunta más importante: ¿Qué vamos a hacer con lo que viene?

Si algo me dejó aquella conversación, es la certeza de que los grandes cambios del mundo empiezan en lugares aparentemente pequeños: una charla honesta, una decisión personal, un acto responsable, una colaboración bien hecha.

Así se construyen los años que valen la pena. Y, así se construye también el 2026.



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