De Veracruz al mundo
Flor fue acusada de matar a su esposo; él murió en accidente cuando la amenazaba con asesinarla.
Flor era víctima de violencia física y psicológica por su esposo, quien murió en un accidente cuando ella intentaba entregarlo a la policía. Hoy, ella cumple una sentencia de 51 años de cárcel tras un proceso irregular.
Viernes 08 de Noviembre de 2024
Por: animalpolitico.com
Foto: X.
Ciudad de México.- Durante ocho años Flor Ayala fue víctima de violencia física y psicológica por parte de su esposo, frente a sus hijos. Su agresor amenazaba con matarla.

Flor y Juan Manuel se conocieron cuando ella tenía 17 años. Él era uno de sus vecinos en San Juan Tilpa, en Toluca, en donde ella vivía con su familia.

Su noviazgo duró dos años y “todo era miel sobre hojuelas”, recuerda la joven.


Sin embargo, apenas se fueron a vivir juntos, todo cambió. A diario la agredía física y psicológicamente, por lo que vivía aterrada de que su esposo cumpliera su palabra y la matara a golpes.

Guardó silencio, pero el 9 de agosto de 2020 dijo “basta” e intentó huir, pero su esposo se colgó del cofre de la camioneta en la que se resguardó con su hija de cuatro años.


El hombre y su familia rodearon la camioneta y la golpearon y patearon buscando que Flor bajara, sin embargo, la joven -en ese entonces de 27 años- sabía que si se bajaba la matarían, así que arrancó la camioneta confiando que Juan Manuel la dejaría ir.

Pero su esposo se aferró y continuó pegando al parabrisas mientras la camioneta avanzaba. Flor asegura que no conducía rápido, pero cuando le dijo que lo entregaría a la policía por todo el daño que le había hecho, él se soltó y cayó.

Seis días después el hombre murió en el hospital y hoy Flor cumple una condena de 51 años de prisión en el penal de Santiaguito en Almoloya de Juárez, pues la familia de su exesposo la acusó de haber planeado todo para matarlo, cuando lo único que buscaba era salir de ese círculo de violencia que era avalado y replicado por la madre y hermanos de su esposo.


Han pasado cuatro años desde que la detuvieron y lo único que pide a las autoridades es que revisen su caso para que adviertan todas las injusticias e irregularidades que se cometieron y cómo su abogado ignoró todo lo que ella le contó sobre la violencia de la que era víctima, por lo que no se le juzgó con perspectiva de género.

“Estoy pagando por haber sido violentada”, reclamó Flor.


Aunque prácticamente está abandonada en el penal de Santiaguito, pues su hermana solo la puede visitar una vez al mes, Flor entabló contacto con la abogada Leticia Fernández de la Fundación Mujeres Construyendo -con sede en Toluca, Estado de México- quienes tomaron su caso y la asesoran con el objetivo de que se revise su proceso, pues acusan que desde su detención y hasta su sentencia las autoridades violaron reiteradamente sus derechos humanos.

“Es una locura, violentaron todos sus derechos humanos, todo se manipuló (…) y fue una defensa deficiente”, explicó Fernández.


“Viví un infierno”
Tras sostener un noviazgo de dos años en los que no sufrió ningún tipo de violencia, Flor se casó con Juan Manuel con quien procreó dos hijos: Joan y Valentina.

“Durante el tiempo que viví con él era muy violento conmigo. Me golpeaba y me maltrataba mucho (…) era muy celoso conmigo”, compartió Flor.

Y aunque la mujer, hoy de 31 años, acepta que “no era vida estar ahí” porque sus hijos eran testigos de la violencia que sufría, nunca le dijo a su familia lo que sucedía.

“Era un infierno, siempre me amenazaba que me iba a matar, que me iba a quitar a mis hijos y yo tenía mucho miedo”, agrega Flor.

Cuando su mamá o alguien de su familia la visitaba y veía los moretones en su rostro o cuerpo ella les decía que se había caído o se había golpeado haciendo las labores del hogar.

La familia de su esposo -que podría haberla ayudado- también la violentaba. Le gritaban y la humillaban en cada ocasión que podían.







“Me decían muchas groserías, yo ya no podía estar con ellos, hasta pensaba ya en matarme para que se acabara todo, pero la verdad no tenía el valor de hacerlo por mis hijos”, dijo la joven.

En una ocasión fue a denunciarlo. Incluso, recuerda, le enviaron a su esposo un citatorio para que se presentara, pero después Flor ya no le dio seguimiento porque -como siempre pasaba- él le decía que iban a echarle ganas.

“Y yo siempre de tonta le creía que iba a cambiar y que íbamos a estar bien”, acepta.


“Fue un accidente”
El 9 de agosto de 2020 la familia de su esposo organizó una fiesta por lo que Flor, su esposo y sus dos hijos llegaron desde muy temprano a la casa de sus suegros.

Ahí desayunaron y mientras ella ayudaba en la preparación de la comida, su esposo y sus hermanos comenzaron a ingerir alcohol.

Ya en la fiesta, contó Flor, su hija se mojó su ropa, por lo que pensó en volver a su casa para cambiarla y así evitar que se fuera a enfermar.

“Yo me levanté (de la mesa) y mi esposo me empezó a jalonear de la mano diciéndome que a dónde iba. Me empezó a ofender (…) con muchas palabras hirientes’”, narró Flor.

“Empezó a pellizcarme mis brazos y le dije que me dejara”, detalló.

En ese momento, recuerda, él volteó a verla con una “cara llena de rabia y de coraje”, por lo que tomó en brazos a su hija y salió corriendo de la casa para resguardarse en la camioneta que tenían.

La prendió y puso los seguros. De inmediato salió él queriéndola bajar del auto.

“Intentó abrirme mi vidrio donde yo iba manejando y metía su brazo hasta abajo queriendo quitar el seguro y yo se lo empujaba y no dejé que me abriera la puerta”, agregó la mujer.

“Empezó a decirme que me bajara, que me iba a matar, que no me la iba a acabar”.

Al escuchar el alboroto también su suegra y sus cuñados salieron de la casa y comenzaron a patear la camioneta para que Flor se bajara.

“Ellos nunca me defendían o calmaban a su hijo… muchas veces me golpeó delante de ellos, entonces yo me arranqué con él. Él se subió al cofre y avancé cuatro cuadras”, explicó.


Mientras ella avanzaba, él permanecía arriba del cofre de la camioneta gritándole que se bajara porque iba a matarla.

Flor recordó que muy cerca de ahí, en un crucero, se estacionaban unas patrullas, por lo que pensó en llegar hasta ahí y pedir ayuda.

Mientras conducía le gritó que lo llevaría hasta con los policías.

“Cuando ya faltaba poco para llegar al crucero donde estaban las patrullas él se soltó del parabrisas y se cayó. Me detuve de inmediato y enfrente de ese lugar había muchos chicos jugando frontón y salieron las vecinas. Yo estaba asustada, empecé a gritar, a pedir ayuda. A un chico le di las llaves de la camioneta y le fue avisar a su familia, su familia llegó muy violenta, diciéndome muchas groserías llegó la ambulancia, las patrullas y toda la atención se centró en ayudarlo”, narró Flor.

Sus cuñados no permitieron que ella se subiera a la ambulancia para acompañarlo y tampoco dejaron que se subiera a la patrulla para explicar lo sucedido.

Seis días después, por trauma craneoencefálico, el esposo de Flor murió en el hospital.

“Yo no quería que eso pasara (…) él sabía que lo iba a entregar (a los policías) por eso se soltó”, sostiene Flor.

Autoridades la engañan para detenerla; recibe sentencia de 51 años en prisión
Desde el día en el que su esposo cayó de la camioneta, Flor no tuvo noticias de su hijo Joan -en ese entonces de ocho años- quien se quedó en la casa de sus abuelos paternos, y aunque ella les pidió que se lo devolvieran, ellos se negaron.

Así, mientras su esposo estaba hospitalizado, ella acudió al Centro de Justicia para Mujeres con sede en Toluca para levantar una denuncia por la sustracción de su hijo.

Dos meses más tarde, el 25 de octubre, la Fiscalía del Estado de México se comunicó con ella para notificarle que tenían noticias sobre su hijo, por lo que debía acudir personalmente.

Sin saber que se trataba de una trampa, la mujer se trasladó al lugar que le indicaron.

Ahí la esperaban dos hombres y dos mujeres quienes la detuvieron por el delito de homicidio calificado en contra de su esposo.

“Me suben al carro y me llevan a la Fiscalía de Toluca donde me toman mis huellas, me toman fotografías e inmediatamente me ingresan al penal de Almoloya de Juárez, Santiaguito”, contó Flor.





Como pudo se puso en contacto con su mamá que vive en el norte del país para que pudiera, antes que cualquier cosa, buscar a su hija y resguardarla.

Contrataron un abogado para apoyarlas en su juicio, sin embargo, desechó todo lo que Flor le contó respecto a la violencia que vivió al lado de su esposo.

También ignoró que aquel día -cuando él tuvo el accidente que le costó la vida- ella lo que buscaba era ponerse a salvo porque estaba segura de que si se bajaba de la camioneta él la mataría.

Nada de eso fue tomado en cuenta. Solo se escuchó la versión de la familia de su exesposo quienes la denunciaron ante las autoridades.

De hecho, durante el juicio, dijo, la familia de su exesposo continuó amenazándola.

“Me dijeron que ellos conocían mucha gente y que me iban a refundir (en la cárcel)”, compartió.

Once meses después de haber sido detenida, Flor recibió una condena de 51 años de prisión por el delito de homicidio calificado.

“Hay muchas injusticias (…) les diría a las autoridades que revisen los caso por caso y prueba por prueba, que no lo dejen así y quieran dar una sentencia sin acreditar que sí se haya cometido el hecho o no”, exigió Flor desde el penal de Santiaguito en Almoloya de Juárez.

Una vez al mes recibe visita y dentro de prisión vende gelatinas para poder ganar algún dinero y costear las necesidades que tiene dentro del penal.

Estudia artes plásticas y lucha por recuperar sus papeles de identificación, como su acta de nacimiento y credencial de elector -mismas que le quitaron al ingresar al penal- a fin de que se pueda inscribir y estudiar el bachillerato.

“Estoy pagando por haber sido violentada (…) pero voy a seguir trabajando con todo para poder estar con mis hijos, por estar libre y por otra oportunidad”, concluyó Flor.




Por: Dalila Sarabia

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