Antes de mi periplo médico, cuando me daba por caminar, ahora me lo tienen prohibido, era yo un cronista de a pata, como dice Othón González, aunque se oye mejor de pata de perro, Henry Ford decía que “el ejercicio físico es una bobada: si estás bien no lo necesitas y si estas mal no puedes hacerlo”. En mí caminar vi en los sitios aledaños a las casas humildes, que la gente busca los dineros cómo puede. Letreros de se hace tal tipo de trabajo: zurcidos, coser prendas, ventas de gelatinas, raspados, helados, la tiendita que les da para sobrevivir. Hay también gente en las calles, los que venden desde los dulces hasta los chicles. No hace mucho un padre, acompañado de un hijo pequeño, vendía chocolates. Me dicen que lleva al pequeño como jale, para que se compadezcan de él, pero es grato ver cómo la gente no se rinde. Cómo ese padre busca la manutención de su familia. Una señora invidente entró al café a vender dulces. La empleada, al instante, llegó al quite y le pedía se retirara. Ella reaccionó con firmeza: “No me retires”. ¿“Qué quieres”?, se quejaba, ¿“que termine pidiendo limosna”? Ese es el Veracruz nuestro de la gente que no se rinde. Aquellas mujeres y aquellos hombres al que las adversidades no los doblegan. Aquellos que cada mañana salen a la calle a buscar el dinero para comer y sobrevivir.
LA MADRE Y EL NIÑO
Hace años, cuando las navidades llegaban y los jingle bells suenan en los aparatos, narré el caso de una mujer que llevaba a un niño de la mano y pedía la ayuda. El niño, con su inocencia en el rostro quizá se preguntaría por qué su madre hacía eso: pedir un apoyo para poder comprarle la leche o el pan para que cenara. Su edad aún no le permitiría discurrir esas cosas de mayores. Son escenas que de tanto verlas, se nos han hecho costumbres. Uno les ve a veces de reojo sin mirarles a los ojos y escudriñar en el fondo de esas miradas y preguntarse por qué han quedado tan rezagados. Por qué no han podido subir ese pequeño escalón que se requiere para que no hagan eso, para que el pedir ayuda sólo sea cosa de los pasados, de las ciudades pobres como lo fue Paris en un tiempo, cuando la mismísima Edith Piaff, una de su glorias eternas del canto, comentó: “Mi vida de niña puede parecer espantosa, pero era hermosa... Pasé hambre... Pasé frío... Pero era libre.... Libre de no levantarme... De no acostarme... De emborracharme... De soñar... De esperar”. |
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