No hay semana que no haya un crimen que asombre. Hubo uno muy lamentable, aunque todos son lamentables, el de la profesora Irma Hernández, maestra jubilada taxista que unos maleantes encapuchados y armados obligaron a filmar un video.
Francisco Garfias de Excélsior: “¡Ah, bueno! Dice la gobernadora morenista Rocío Nahle que a Irma Hernández, 62 años, taxista de aplicación, no la mató la mafia veracruzana por negarse a pagar la extorsión en el municipio de Álamo, al norte del estado. Sólo la secuestró, la esposó, la arrodilló, la obligó a grabar un video en el que pide a los taxistas pagar la cuota, la violentó, y eso le provocó un infarto. Menos mal. Ya andaba yo mal juzgando el tema de la seguridad en Veracruz”.
“Con la mafia veracruzana no se juega o terminarán como yo”, fueron las últimas palabras que dijo la maestra en el citado video. Muy echada para adelante, Nahle escribió ayer en X: “El lamentable asesinato de la maestra Irma Hernández no quedará impune...”.
¿Dónde he oído eso?”.
LA DE RICARDO RAPHAEL (MILENIO)
“Maestra, le escribo estas líneas para decirle cuánto me afectó verla de rodillas, mientras los hombres del rostro cobarde la rodearon con sus armas largas. Duele la maldad que la eligió para transmitir un mensaje y luego desechó sus restos para que la atrocidad no pasara desapercibida. Sé que fue docente por largo tiempo, hasta que le llegó el tiempo de la jubilación. Supongo que fue con sus ahorros que adquirió el taxi con el que se ayudó a completar la posibilidad de un retiro digno. No es todavía común que en México una mujer se dedique al negocio del transporte de pasajeros. Me la imagino frente al volante, a sus sesenta y dos años, llevando y trayendo a sus vecinos del municipio veracruzano de Álamo.
Entonces no habrá calculado que conducir un taxi fuera un oficio de alto riesgo; tan sencillo como mantener el vehículo en buen estado y ganar con él unos pocos centavos. Sin embargo, en mi país el terror es un veneno que se introduce lento y no le ahorra nada a nadie.
La tragedia se dejó caer el viernes de la semana pasada. A plena luz del día, frente al mercado, un comando de jóvenes encapuchados la obligaron a descender de su transporte, para luego montarla por la fuerza a una camioneta. Su familia no volvió a tener noticias. La buscaron por todas partes hasta que se hizo público el horripilante video. Especulo que antes del fatídico día se habrá aproximado a usted uno de esos jóvenes que, por su edad, bien pudo haber sido antes su alumno. Un muchacho entre los miles que el crimen recluta para usarlos como emisarios de la primera amenaza.
Si la seleccionaron como víctima supongo que fue porque usted se negó a cumplir con la exigencia. ¿Cuánto le pidieron? Comparando con otras poblaciones que conozco mejor, apuesto que querían la mitad de sus ingresos diarios. Me imagino también, profesora, que usted se indignó por el abuso. Plantada sobre sus dos pies habrá reaccionado frente a la arbitrariedad. ¿Fue ese mismo día cuando acudió a la asociación municipal de taxistas para que la ayudaran a enfrentar a la llamada Mafia Veracruzana? Sólo su gremio sabrá si esa asociación, acusada de “charra” por sus plagiarios, también andaba metida en negocios sucios.
Visto lo que ocurrió después, hoy todo esto no es más que una anécdota, porque al final de aquella jornada los cobardes del rostro cubierto tomaron la decisión de arrancarle lo más preciado”.
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