COLUMNA '' -

viernes 19 de abril de 2024

Visitas:

2019-03-23 / 12:20:37

_guerra de 4ª generación 1_

“Calumnia que algo queda” reza el añejo adagio romano. El conservadurismo nacional está convencido de la efectividad de ese aforismo y lo utilizan cotidianamente en contra de sus adversarios.

El titular del ejecutivo federal ha recibido, desde hace más de veinte años, una andanada de infundios y calumnias. La mayor parte de los embustes y falacias son elaborados en forma de rumor, habladurías, runrunes o mensajes ambiguos. Los medios elegidos para tal fin son las llamadas redes sociales: internet, Facebook, twitter y páginas electrónicas. La televisión, radio, periódicos y revistas se siguen utilizando para atacar al presidente o a quien les indiquen. Estos últimos instrumentos de comunicación tendrán que reflexionar sobre sus criterios editoriales so pena de perder “clientes” y desaparecer –en el mediano plazo- por mendaces y poco confiables. Considero que esto último también aplica para las asociaciones partidistas y para los políticos chapuceros y patrañeros.

Apostarle al sedimento que deja la calumnia o a la mentira repetida infinidad de veces hasta que se conviertan en verdad son –entre otras- las formas preferidas de “políticos” inescrupulosos, “periodistas” viperinos o “intelectuales” pérfidos. El asunto no se reduce a la falta de moralidad o ética de esos “profesionales”. El propósito práctico y tangible de la mendacidad es: dañar el prestigio del adversario, erosionar la aceptación que tiene el competidor o restar mérito a las acciones o propuestas del antagonista.

Usemos al político mexicano como ejemplo en el oficio de proferir falsedades y tejer enredos. La palestra política es, sin duda, el escenario donde la sociedad y el pueblo pueden percatarse de las relaciones e interacciones falsas o impúdicas. Revisemos someramente lo que anida debajo de la piel de un embustero.

Dicen –los que saben- que la primera ocasión que se hace trampa o se dicen mentiras, el farsante se siente mal. Esa amonestación al comportamiento fraudulento puede frenar o contener la deshonestidad. Pero, la siguiente vez que se comete una trampa, las estructuras del cerebro se pueden acoplar a la estafa con menos remordimiento y sin que cause tanta zozobra o malestar. Es necesario subrayar que el cerebro es el que domina o incide en casi todo lo que hacemos, controla las decisiones de vida más importantes y generalmente busca los beneficios más inmediatos, nos ayuda a huir del peligro y nos impulsa a buscar el placer.

El cerebro de los mentirosos se va adaptando progresivamente a pronunciar engaños y realizar trampas. Las neuronas desarrollan un mecanismo biológico para que el mentiroso pueda cohabitar con las mentiras. Las células cerebrales se adaptan “emocionalmente” para tolerar las falsedades y trampas elucubradas. Para Tali Sharot, neurocientífica de la U.C.L (University College de Londres): “las personas mienten más cuando es bueno para ellos y para los demás. Cuando sólo es bueno para ellos, pero se hiere a otra persona, mienten menos. No obstante, también mostró que la mentira sólo aumentó con el tiempo cuando el participante obtuvo algún beneficio, lo que sugiere que el interés propio es necesario para que la deshonestidad se intensifique.”

Un político como Vicente Fox pudo ofrecer en campaña un crecimiento económico anual del 7%. Rudiger Dornbusch, profesor del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT),

pronosticó (septiembre de 2000): "La expectativa de cambio que ha generado entre los mexicanos el triunfo del presidente electo Vicente Fox, terminará en una gran decepción". Después de tres sexenios perdidos (MMH, CSG y EZP) con nulo desarrollo y de una tremenda regresión en los niveles de bienestar, el discurso del cambio motivó el entusiasmo de amplios segmentos de la población. Rudiger Dornbusch no se equivocó, las cifras oficiales del INEGI, nos indican que durante el sexenio foxista el desarrollo promedio de la economía fue de 2.3%. No obstante lo anterior, ese ex presidente declaró hace una semana -13 años después de haber concluido su mandato- que el crecimiento durante su período presidencial fue de 8.0%. La deshonestidad, mentiras y otras patologías mentales de ese charlatán se intensificaron con el paso del tiempo.

Otro elemento que nos ayuda a entender el comportamiento del mentiroso proviene de las estructuras y dinámicas mentales. La disciplina científica llamada psicoanálisis dice que la mente tiene tres segmentos: consciente, preconsciente e inconsciente; en éste último segmento mental se anidan y actúan casi todas las motivaciones de nuestro comportamiento. Los motivos humanos son -de acuerdo a esa disciplina científica- ocultos y resultan incomprensibles para el mundo de la consciencia. En el inconsciente de todo ser humano –sin excepción- navegan todas las “porquerías” habidas y por haber, todo aquello que nos provoca vergüenza o abominación; si esa “porquería” saliera a la luz de la consciencia ocasionaría desequilibrios emocionales, destruiría nuestra personalidad y enloqueceríamos.

La mente tiene un conjunto de dispositivos “represores” para protegerse de toda esa energía que bulle en las profundidades del alma humana, que quiere manifestarse y puede resultar perniciosa. Existen una decena de mecanismos de defensa para tal fin; uno de ellos es la “proyección”; se pone en juego –principalmente- durante los procesos mórbidos de la paranoia o cuando las pulsiones homosexuales amenazan con manifestarse en la consciencia.

La “proyección” entra en acción cuando una percepción o pensamiento -generalmente vergonzoso o inaceptable- que ha estado reprimido en el inconsciente intenta hacerse consciente y es rechazado como propio y para proteger la integridad y equilibrio mental lo “proyecta” y atribuye a otra persona. El ejemplo clásico de la proyección y sus contradicciones –puesto en palabras- es: “yo lo amo”; el enunciado –para protegerse de las pulsiones homosexuales- se transforma en “yo lo odio” –las dos premisas son inconscientes- y su proyección –consciente y verbalizada- será: “el me odia, me persigue y quiere hacerme daño.”

Algo similar sucede en la mente de Diego Fernández de Cevallos. El panista tiene diversas torceduras en el alma que evidentemente no puede reconocerlas como propias. Él “proyecta” y acusa de mentirosos o ladrones a sus adversarios y a la menor provocación se autocalifica como “honorable”; la manipulación fue –mientras tuvo influencia- un arma poderosa de ese elocuente lenguaraz. Hoy, ese maniobrero, provoca pena ajena.

En la guerra de cuarta generación se utiliza el conocimiento de los procesos cerebrales y se aprovechan las enseñanzas de la psicología y el psicoanálisis para ser aplicadas en diferentes partes del mundo. De ello hablaremos en una próxima ocasión.

alfredopoblete@hotmail.com