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jueves 18 de abril de 2024

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2019-05-04 / 10:15:15

La guerra en la prensa y la tele

En el sur del continente —donde los gobiernos progresistas habían logrado tomar posiciones de mando y autoridad— el neoliberalismo volvió a imponer su presencia con la ayuda de EEUU. Para retomar el poder y el control la derecha latinoamericana recurrió a instrumentos legales e ilegales y muchas veces a herramientas carentes de civilidad o de ética.

En Brasil, el expresidente Luiz Inácio “Lula” Da Silva (2003-2010) logró cambiar la imagen deteriorada de su país y la proyectó a nivel internacional como una nación progresista e igualitaria. En México —gracias a las políticas económicas y sociales de Lula— se percibía a Brasil como ejemplar. El combate frontal al hambre, ignorancia y exclusión social fueron banderas exitosas de esa lucha. La recesión económica sufrida durante los gobiernos militares y de derecha fue superada gracias a las decisiones del expresidente brasileño.

Néstor Carlos Kirchner (2003- 2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) ambos presidentes de Argentina —en 12 años de mandato— sacaron a su país de la peor crisis de su historia. Con ellos la economía volvió a crecer, la desigualdad social se encogió y —algo muy importante— el pueblo argentino volvió a creer en sus potencialidades y a sentirse orgulloso de su país. Los pamperos sintieron, una vez más, que un futuro diferente los esperaba.

Argentina y Brasil, con sus actuales gobiernos —uno profundamente conservador y el otro de ultraderecha— han empeorado. Las economías de los dos países han regresado a los largos períodos de recesiones económicas cuando las políticas neoliberales fueron aplicadas a rajatabla. El sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader —con respecto a ambas naciones— dice: “Las dos economías son dirigidas directamente por representantes de los bancos privados, que desmontan al Estado y la estructura industrial que los dos países habían construido a lo largo de décadas.”

Los conservadores y la derecha latinoamericana tienen como propósito fundamental destruir las economías nacionales; se manifiestan y actúan en contra de los derechos de los trabajadores, de las políticas sociales y de la soberanía de sus países. Los políticos latinoamericanos de corte neoliberal buscan que sus países sean tutelados por EEUU y ellos obtener su tajada de poder y vastas rebanadas de dinero. En Perú, Chile, Ecuador y Colombia encontramos otros representantes del vasallaje y sumisión hacia EEUU.

Los gobiernos progresistas de Lula Da´Silva y los Kirchner fueron acusados de corruptos. El brasileño está en la cárcel, Néstor Carlos falleció y Doña Cristina está en jaque y puede ir a presidio. Maniobras de desprestigio, calumnias y falsedades rodean los juicios penales de ambos exmandatarios. Gran parte de la campaña sucia en contra de esos políticos se llevó a cabo en los periódicos más influyentes en sus respectivos países. El Clarín y el Nacional en Argentina y O´Globo y Veja en Brasil jugaron un papel protagónico en el derrumbe y defenestración de los políticos sudamericanos.

En nuestro país la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia no provocó ninguna gracia a las fuerzas conservadoras nacionales ni a los gobiernos neoliberales del continente y mucho menos a la ultraderecha estadounidense. Todos ellos han convenido una

embestida periodística en contra del mandatario mexicano. Las arremetidas iniciales se perciben pueriles, grotescas e inocuas. Ya veremos más adelante si sus ataques —con chalecos y sin mascaras— son menos anodinos o siguen siendo torpes y baladíes.

La invectiva —en contra de AMLO— ha sido encabezada por el diario Reforma. En incontables ocasiones las ocho columnas de ese periódico se atiborran de infundios y patrañas. El criterio editorial del rotativo no se detiene para despotricar en contra de las decisiones tomadas por el titular del ejecutivo. En sus líneas impresas no encontramos un ápice de escrúpulos cuando ataca al presidente. El Reforma quiere pasar a la historia como lo hicieron el O´Globo en Brasil o el Clarín en Argentina y congraciarse con los grupos conservadores y de derecha del país y allende las fronteras.

El diario Reforma, columnistas de otros medios impresos y analistas o panelistas de la TV están muy activos con sus críticas. Ellos, en sexenios anteriores, llenaron de ditirambos y zalamerías a los presidentes en turno y ahora pretenden lesionar las políticas progresistas de AMLO.

Una de las recriminaciones favoritas de los periodistas —contrarios al presidente— son las conferencias mañaneras y su proyección integra en la TV (canal del IPN y televisión mexiquense). Dicen entre otras cosas: que no sirven de nada esas sesiones; que cada vez son menos los que ven esas pláticas; que se va a cansar el presidente; que sus declaraciones provocan división entre los mexicanos y están atestadas de mentiras; etcétera.

“Lula”, los Kirchner, Correa, Chávez, Maduro y otros mandatarios no llevaron a cabo un plan de difusión mediática como el de López Obrador. Durante las conferencias mañaneras, el presidente no tan sólo informa y difunde su programa y acciones de gobierno; también aclara lo confuso o incomprendido de sus gestiones; explica los alcances de su encomienda y transparenta su labor; revela, ante la sociedad mexicana, lo que ningún otro mandatario se atrevió a traslucir. Se requiere valor, decisión y amplios conocimientos —de la realidad nacional— para comparecer diariamente ante un grupo de periodistas que en algunas ocasiones lo cuestionan con pertinencia, agudeza, tino y profundidad.

Lo que los adversarios del presidente no le perdonan e incluso los irrita es que, el presidente, se defienda diariamente de los infundios que —algunos conductores, analistas y periodistas de la TV— derraman sobre sus acciones de gobierno. Ellos procuran con sus comentarios y opiniones socavar la credibilidad presidencial. Les escalda los pliegues de las ingles que el presidente les señale sus patrañas, imprecisiones y tergiversaciones.

Contener los embates, diariamente, es algo que los mandatarios sudamericanos no hicieron. Ya sea por infravalorar el impacto de los ataques mediáticos o por minimizar las consecuencias de los mismos. Más vale que el presidente no soslaye el golpeteo que el periódico Reforma dirige hacia el ánimo y opinión de los lectores mexicanos.

Comparto y celebro la estrategia informativa del ejecutivo federal. Lo que él llama dialogo circular le está dando resultados. La petición de réplica, a la que alude frecuentemente, ha logrado reducir los daños que pretenden hacer a su gestión e imagen gubernamental y no han logrado —hasta ahora— menoscabar el 83% de aceptación popular que goza.

alfredopoblete@hotmail.com