Estimado lector, el espacio concedido obliga a realizar una síntesis que en la exposición de las ideas en ocasiones resulta una tarea ardua. Es por eso que a veces las ideas se pierden, de manera que si no se relacionan adecuadamente, se seccionan, se extravía la ilación del tema o parece que se habla de pronto de otra cosa.
Dice Jorge Wagensberg, en El País, que una cosa es una sinfonía imaginada en la mente del compositor, otra cosa es la sinfonía escrita en la partitura y otra, la sinfonía sonando en la sala de conciertos. Una cosa es imaginar un edificio, otra dibujarlo, y otra construirlo. Imaginar, representar e interpretar. Son las tres fases de la creación... donde crear es erigir un conocimiento (Edición América, 10/Jun/1998).
Imaginar la idea, representarla con una argumentación lógica, interpretarla frente al público en formato de tesis, en un discurso, en un ensayo, en un libro. Para el mundo occidental, el conocimiento tiene su punto de partida en la filosofía griega, después de un doloroso y lento progreso en los tiempos que la memoria común de la especie humana se trasmitía oralmente, y el lenguaje todavía no adquiría las palabras ni los símbolos necesarios para expresar ideas complejas y pensamientos profundos.
Más adelante, Wagensberg porfía: “La ciencia es una forma de conocimiento en la que imaginación, representación e interpretación se estimulan, se provocan, se insinúan, se acarician, se golpean, se corrigen, se refutan y se confirman mutua y continuamente. La ciencia, necesariamente, progresa.” Es parte de su deber, de su esencia y evolución aplicada.
El conocimiento que se expande y acumula es de varios tipos y, por ende, de diversos usos. Lo que hoy sabemos sobre la naturaleza, el cuerpo humano, el cerebro, los planetas y galaxias, la tecnología que nos asiste, es muy superior a lo que se sabía hace mil o simplemente cien años. No así la sabiduría de vida que transmitieron los grandes pensadores como Sócrates, Jesús o Buda. Los contemporáneos como Gandhi, Luther King o Mandela.
Entre esos nombres existen centenares a lo largo de la historia escrita de la humanidad con lecciones de vida aplicables al proceder social, familiar, económico,
político, ético y moral de los seres humanos, que debería estar afectando positivamente la existencia de millones de personas en cada punto geográfico del planeta, nuestra aldea global. La libertad y la dignidad, el bienestar y las oportunidades, la tolerancia y la inclusión, ¿cuánto han avanzado?
Como dijo Charles Van Doren, citado la semana pasada, es difícil esclarecer de manera convincente que la humanidad ha mejorado al unísono que mejoran sus conocimientos, pues habría que aclarar cuánto han mejorado los gobiernos de los países del mundo; las redes de apoyo, tolerancia y consenso con que se guían los pasos, los intereses y defensa del bien común para la aldea global; y, sobre todo, cuánto ha mejorado la conducta estándar habitual de los seres humanos.
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