Una sincera introspección del «yo» puede ser de gran utilidad para los seres humanos que tienen problemas constantes con los demás. Los conceptos de lo bueno y lo malo son bastante subjetivos al igual que la verdad, pero son referentes de una formación y comprensión de la vida sobre lo que es aceptable a los ojos de la sociedad en que se vive y, lo más importante y valioso, a la luz de la propia conciencia.
El mundo creado por el hombre está sujeto al pensamiento del hombre; y sólo puede dominarlo cuando adquiere conciencia de ello. En el mundo cotidiano percibes a través de los cinco sentidos algo que atrae tu atención y que puede, aun sin darte cuenta, gobernar tu vida. El libre albedrío reside en la orientación de la atención, lo que ves y grabas en tu mente, en lo que andas continuamente pensando y que reprime a otros pensamientos. Lo que capta tu atención puede gobernar tu vida hasta dominarla.
Esta reflexión es producto del sentido común. Cuando los pensamientos que albergas son negativos, de rencor, egoísmo, envidia o resentimiento, entonces los actos, comportamientos y actitudes estarán alimentados por esos pensamientos y se expresarán en ese sentido. Si los pensamientos que juegan en tu mente son de alegría, de confianza, de amor a la vida, a sí mismo y al ser humano, los actos que se generen serán muy diferentes a los anteriores.
Puedes escoger la índole de tus pensamientos, desechar lo negativo, y el ambiente social, laboral y familiar mejorará como resultado de tu buena selección mental. Suena difícil para quienes viven con la idea del «así soy yo», pero sería pertinente un clavado introspectivo a lo que sientes cuando haces algo que provoca a los demás, algo que en el fondo no te gusta, que da a los demás una pésima impresión y rechazo a tu persona, y estarás en el camino a comprender la cosecha que has sembrado, para luchar por cambiar la conducta que te aleja de los demás.
Puede que digas «a mí no me importa lo que opinen los demás», pero resulta que convivimos con los demás, que tu mundo también es el de ellos y que los espacios de convivencia, por gusto o por necesidad, deben ser agradables y no momentos absurdos que nadie quiere recordar y en el que quizá fuiste tú el centro de la discusión o de los agravios.
La verdad nunca cambia, lo que cambia es la comprensión que se tiene de ella. Por eso es muy importante la otredad, lo que piensan y quieren los demás, y el respeto a ellos junto al intercambio con tus propios pensamientos y deseos, te hará aplicar lo que Stephen R. Covey llama «una relación de ganar-ganar» (“Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”) con lo que tú puedes incorporarte a los demás en una sana convivencia.
Hay una frase que se ha vuelto popular en el campo del desarrollo humano: «No pidas que los demás cambien; cambia tú y verás cómo cambian los demás». Cada vez que vences alguna dificultad de carácter ─por la viciosa manera de pensar─, estás contribuyendo a un ambiente más agradable y pacífico a tu alrededor, con tu familia y amigos.
Aceptar que puedes cambiar para mejorar, es el primer gran paso. Identificar las ideas y pensamientos negativos que juegan diariamente en tu mente, es el segundo paso. Aprender a sustituirlos por otros más amables y conscientes mientras piensas en la soledad y, sobre todo, cuando convives en grupo, es el inicio de una nueva forma de interpretar la vida. Poner en acción otra manera de pensar te hace reconsiderar algunas actitudes inapropiadas y negativas, dándole más alegría a tu vida siempre y cuando sea sincera y constante tu autorregulación y el análisis que haces de ti mismo.
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