México y la humanidad llegaron al esperado siglo XXI, al año 2000, a las puertas del tercer milenio. Muchos temían el fin del mundo. Sin embargo no pasó nada extraordinario, fuera de la sensación de cruzar la línea del milenio. Se temía que las computadoras, dueñas ya de las vidas de una buena parte de la población civil y reinas del mundo empresarial y de negocios, sufrieran una serie de trastornos graves al tener que procesar la diferencia entre el año “99” y el “00”.
Como pueblo, como nación, ¿qué tanto había avanzado México en el último medio siglo? Para el mundo el siglo XX fueron dos guerras mundiales, depresión económica, creación de un organismo internacional árbitro, explosión demográfica, revolución tecnológica. México, en cambio, pervirtió lo rescatable de la Revolución Mexicana y comenzó una lenta la caída de su sistema político. Al final del siglo los valores sociales y morales se desvanecían en el humo de una sociedad agitada y sin sentido, perdida en la cotidianeidad de una vida rutinaria y sin esperanza.
A pesar de que se liberó un poco la olla de presión política con la designación de diputados y senadores plurinominales y la creación del IFE, el hartazgo de la población civil hacia el sistema político hegemónico y el desencanto social por las medidas neoliberales llenaron las dos últimas décadas, mientras en otras partes del mundo pequeños países lograban entrar en los amplios senderos del desarrollo social, económico y educativo. ¿México no tenía propuesta?
El país comenzó el milenio con una transición tranquila cuando el partido oficial dejó el poder. Se pensó que iniciaba una nueva época, con nuevos estilos de gobernar. Es lamentable pero no se notó que el nuevo gobierno tratara de comprender qué habíamos hecho mal y hacia dónde encaminarnos para establecer una agenda pública que generara cambios positivos. Muy poco cambió.
Los vicios y la simulación se infiltraban en todas las esferas del poder público. La política dominaba la vida social y el desarrollo del país al grado de resolver cuestiones delicadas por la vía política y no por la legal. La contradicción principal del siglo que terminaba –la oposición entre capitalismo y socialismo–, tomaba un receso que favorecía al primero. No quedaban ni sombras del “Milagro mexicano”, la economía mixta, el discurso paternalista a favor del pueblo y los trabajadores que al menos llenó una época de esperanzas, aunque al final hayan sido imágenes representativas de la simulación y la demagogia que habían imperado.
El país siempre ha tenido mucha gente trabajadora cuyos esfuerzos no aseguran su economía familiar. Tampoco la economía nacional ofrece oportunidades para lograr expectativas de superación. Las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales del país no han prosperado y prevalece la sensación de estar peor, con una inseguridad civil que ha ido creciendo conforme avanzan los años. Algunos aseguran que se gestó una especie de involución que destruye a las instituciones desde adentro y deja a la población en general sumida en la incredulidad y la desconfianza.
gilnieto2012@gmail.com |
|