Antes de iniciar con el presente artículo de opinión, considero necesario aclarar que no es mi intención hacer algún tipo de propaganda universitaria o sindical de cualquier índole, y que los comentarios expresados a lo largo del mismo son puntos de vista y suposiciones de un servidor, por lo mismo, no representan la postura ni de la Universidad Autónoma Metropolitana, ni del Sindicato que “en teoría” la respalda.
El día viernes 01 de febrero del año en curso, el Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM) acordó por unanimidad estallar la huelga más larga en la historia de la institución. Esto, lógicamente, en ese momento no se vislumbró en un futuro ya que cada año dicho sindicato amenazaba con el paro de labores sin concretar ninguna acción contundente al respecto. Por lo mismo, desde un principio no se le dio la importancia a la advertencia tal y como se había hecho años antes, y es que con toda la simulación con la que se ha venido articulando la organización del organismo, los alumnos, catedráticos y allegados a la escuela en general no se imaginaron que se avecinaba un duro golpe a la educación superior pública de este país.
Pero desafortunadamente el amargo presagio se hizo realidad; tras varias votaciones llevadas a cabo en las asambleas seccionales de las cinco unidades académicas de una de las más importantes casas de estudios de México, se aprobó dar inicio a la huelga a las 11:00 PM de ese día, ya que supuestamente desde un mes antes el Sindicato y el Consejo Académico Universitario habían negociado sin éxito la revisión salarial y contractual del año en curso.
Asimismo, el secretario general del SITUAM, Jorge Dorantes Silva, sostuvo que el organismo interpuso una denuncia en contra de la Universidad debido a, en sus propias palabras: “la poca voluntad de la rectoría general para atender el pliego petitorio” del Sindicato. De la misma forma, el Sindicato presentó a la administración alrededor de 400 peticiones respecto a diversas situaciones laborales de las cinco unidades académicas de la UAM, demandó la atención de inconsistencias en el contrato colectivo, un incremento de 20% en el salario de los trabajadores universitarios y otras mejoras laborales.
Por el bien de la universidad (o al menos eso es lo que quiero pensar), comenzaron a llevarse a cabo las mesas de negociación con la intención de llegar a un acuerdo que satisficiera los intereses del SITUAM, pero ninguno de todos estos esfuerzos bastaron para evitar lo que a toda costa se quería impedir; afectar a miles de trabajadores y alumnos que nada tenían que ver con la inconformidad de esta organización. De esta manera los acuerdos se paralizaron ya que ni el Sindicato, ni las autoridades encargadas de diseñar estrategias para la resolución de conflictos se mostraron dispuestas a ceder ante las demandas, más hacia una en especial
que, como sociólogo egresado de ésta prestigiada institución, me resulta curiosa y un tanto sospechosa; el de otorgar más de 350 plazas a la dirigencia sindical que, de acuerdo a especulaciones cercanas al organismo, son vendidas hasta por 100,000 pesos a gente cercana a los trabajadores.
Pero si es que este rumor llegara a ser cierto: ¿No se supone que el Sindicato, con el ejercicio de su autonomía que tanto defiende, está obligado a transparentar estos procesos internos para la designación de personal al interior de la institución? Vaya usted a saber si en realidad es pura faramalla para legitimar actos de corrupción, o si realmente se lleva a cabo un proceso de selección democrático hacia los trabajadores.
Así, después de meses de negociaciones sin solución, el SITUAM y la Rectoría de la UAM firmaron los acuerdos que pusieron fin a la ignominia huelguista después de 93 días de disputa: “El Colegio Académico de la Institución sesionará para ajustar el calendario escolar y retomar las tareas universitarias, para superar las condiciones generadas por la suspensión de labores” (FORBES, 05/V/19). Posteriormente, con información de un comunicado oficial por parte de la Metropolitana, se programó la entrega de las descuidadas instalaciones el día 05 de mayo. Los acuerdos alcanzados “incluyen el incremento salarial de 3.35%, más tres por ciento al tabulador en beneficio de los trabajadores de menores ingresos. Además, se acordó que la institución pagará el 100 por ciento de los salarios caídos de febrero, marzo y abril” (FORBES, 05/V/19).
Después de poco más de una semana que se solucionó el conflicto y a más de tres meses de haber iniciado la más extensa huelga en la historia de la UAM, la gran interrogante que nos deja es: ¿A quiénes benefician los acuerdos obtenidos?
Lo que quiero que visualice con esta breve retrospectiva de la huelga, estimado lector, es que no hay que reducir el análisis de la misma únicamente hacia la perspectiva del actor social demandante, en este caso, del Sindicato. Con esto me refiero a que es necesario conocer el punto de vista y la interpretación que otros actores sociales afectados directa o indirectamente tienen respecto a un conflicto que paralizó a la institución por más de 90 días, sin que nada ni nadie pudiera impedirlo. Obviamente hago referencia principalmente a los estudiantes que como siempre son los más afectados en este tipo de manifestaciones que desde hace muchos años han perjudicado sus intereses completamente ajenos a los defendidos por, aclaro, NO todo el gremio de catedráticos y trabajadores de la UAM: “Alrededor de 58,000 alumnos de licenciatura y posgrado son afectados y 3,000 académicos están sin dar clases, pero además aumenta el riesgo de perderse el trimestre” (ElEconomista, 23/IV/19).
Y dicho y hecho, el trimestre se perdió y reprogramó con una vergonzosa reducción de días y actividades docentes y estudiantiles, pero con un sindicato victorioso que, sacrificando a sus académicos y alumnos, logró su ambicioso cometido sin importarle los daños que dicha decisión iba a traer consigo. Ahora sólo nos queda replantearnos si el SITUAM realmente está para respaldar los intereses de la
universidad o si funge como un organismo al cobijo de intereses perversos particulares, después de la recapitulación de los daños; los miles de aspirantes que no pudieron presentar examen de admisión y los proyectos de investigación estancados y finalmente desechados.
Gracias por su lectura.
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*El autor es licenciado en Sociología por parte de la Universidad Autónoma Metropolitana. |
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