Por Edgar Hernández*
Simplemente quedó rebasada.
La Gobernadora Rocío Nahle se ganó a pulso el repudio de los veracruzanos, de la opinión pública nacional y del grupo de poder de Palacio Nacional que la consideran incompetente para la gobernabilidad en tiempos de crisis.
La de Zacatecas, sin embargo, más que acusar recibo acude a la pataleta, al desplante, a la ofensa, a seguir fielmente la conseja de sus aduladores pagados de acudir a un falso anatema de que “¡A Veracruz se le respeta y a su gobernante también!”.
Así que ofenderla es como agraviar al pueblo veracruzano “que votó por mí para que lo gobernara por seis años”.
Su axioma es el equivalente a “El Estados soy yo” del Rey Sol de Francia, para quien en su tiempo la soberanía era unipersonal y que el “Rey” se encontraba por encima de cualquier otra institución o norma.
Hoy queda claro que el de Nahle se trata de un poder indiviso, concentrado en una persona. Se trata pues, de una monarquía absoluta disfrazada de democracia.
No considera que del siglo XVII para acá los Estados modernos, democráticos y constitucionales, suponen que el poder debe estar fragmentado, equilibrado, regulado a través de procesos democráticos.
Rocío Nahle con su muy peculiar estilo de gobernar quedó atrapada en el pasado, en una política más chicharronera que democrática. En estricto sentido no representa a los veracruzanos ya que no fue ungida por una decisión ciudadana, sino producto de un fraude -un millón de votos que de pronto aparecieron a su favor en 2024- que tumbó a Pepe Yunes.
Es el mismo millón que caro se lo cobraría el electorado un año después, el pasado primero de junio, cuando Morena registró una pérdida electoral de casi el 50% de los municipios.
“¡El Estado soy yo!” de Nahle se produce al confundir su persona con el estado que gobierna en donde pone en vigencia aquello de que “Después de mí, el Diluvio” como reflejo de una actitud de desprecio al futuro y bienestar para sus súbditos, o sea, los veracruzanos.
Ese esquema imperial, por mas que tenga su Palacio remodelado, no queda ni cabe en el este heroico pueblo, incluso si se parte de la simpleza de que Veracruz es, en todo caso, de los veracruzanos y no de una de Zacatecas.
No queda pues, que pretenda imponer un falso autoritarismo a partir de gritos destemplados, ironías, risitas de coraje y llamar carroñeros a quienes, según ella, la ofenden y no cabe porque la crítica, censura y condena está dirigida hacia esa rara forma de gobernar.
Hoy, Roció Nahle se siente muy segura del respaldo de quien la inventó. Cree que no será removida, ni sustituida porque los de arriba son sus cómplices.
Olvida, sin embargo, que la política es de tiempos y circunstancias.
Nahle con su despotismo, nada ilustrado, está poniendo en serio riesgo para la causa morena la tercera reserva electoral de la república ante el desastre con que gobierna ya que la ciudadanía veracruzana, por decir los menos, está hasta la madre.
Y todo producto de esa recia lucha intestina desatada por esta destemplada gobernante en contra el cuitlahuismo, así como los pleitos personales que trae con Manuel Huerta Ladrón de Guevara quien, de persistir en ese empeño de expulsarlo de Morena, se podría traducir en una migración masiva de Morena a Movimiento Ciudadano lo cual significaría el fin de ese no partido en Veracruz.
Nadie ignora el poder que Huerta, fundador de Morena en Veracruz y menos que tiene el control de las mayorías en ese Movimiento.
Y lo más grave.
Una cosa es la pelea cupular que trae Sheinbaum con el ala radical de Morena, con AMLO, con Adán Augusto, con los hijos de AMLO y el congelamiento de Ebrard, así como el caso Yunes y las alianzas con el crimen organizado -todo sin contar a Trump- y otra muy distinta que sea Nahle la que rompa y destruya a su estilo… ¡Al madrazo!
Nahle es de las que hace cirugías con hacha y no con bisturí, por tanto, no es confiable.
Es como Layda Sansores.
La cúpula de esta secta aún no echa en saco roto su pasado, ni su fortuna amasada en seis años que la coloca entre la 15 mas ricas en dólares de ese clan, según la DEA y el FBI.
Sus mansiones en México y el extranjero, su dinero en paraísos fiscales y lo que seguramente ya tiene en mente y viene considerando, el presupuesto anual de Veracruz que rebasa los 150 mil millones de pesos son parte de ese frágil equilibrio que la tiene en el poder.
No son los carroñeros, como llama a sus críticos, los que le están poniendo el curita antes de producirse la herida. Es su pasado plagado de pruebas hablan de cuantiosos negocios y fortuna hechos por esta mujer al amparo de poder, los que la matan.
Cuestión de enfoques.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
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