Veracruz vivió una jornada electoral histórica este domingo 1 de junio. No solo se renovaron los 212 ayuntamientos del estado; también se celebraron por primera vez en México elecciones judiciales, un ejercicio promovido por el régimen lopezobradorista que, lejos de consolidar la democracia, ha abierto un debate profundo sobre su retroceso institucional.
El Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) de Veracruz capturo 11,096 actas, lo que representa el 100% del total. Los resultados preliminares municipales arrojaron el siguiente panorama:
*Morena-PVEM (coalición parcial): 60 municipios
*Movimiento Ciudadano: 41
*PAN: 34
*PT: 28
*PRI: 23
*Partido Verde (solo): 13
*Morena (solo): 11
*Candidatura independiente: 1
Este balance, contrasta con los comunicados oficiales. La dirigencia de Morena proclamó el mismo día de la jornada electoral, una “victoria contundente” asegurando que la coalición ganó 140 de los 212 municipios, incluidas ciudades clave como Veracruz, Xalapa, Córdoba, Coatzacoalcos, Tuxpan, Poza Rica, Minatitlán y Boca del Río, donde aseguran haber triunfado con una diferencia de hasta 20 puntos.
La lista nominal en Veracruz fue de 6 millones 113 mil 314 personas. Se eligieron 212 presidencias municipales, 212 sindicaturas y 630 regidurías. En cuanto a la votación por partido, el conteo arroja:
*Morena y PVEM (coalición): 956,859 votos (31.99%)
*Movimiento Ciudadano: 572,995 votos (19.16%)
*PAN: 405,306 votos (13.55%)
*PT: 374,320 votos (12.51%)
*PRI: 332,258 votos (11.11%)
*Morena (solo): 113,754 votos (3.80%)
*PVEM (solo): 109,415 votos (3.65%)
*Candidaturas Independientes: 25,926 votos (0.87%)
Aunque Morena proclamó mayoría, el PREP revela que la oposición gobernará más del 60% de los municipios. Esto sugiere que la 4T no logró consolidar su hegemonía como presumía y que las fuerzas locales continúan fragmentadas y en disputa.
La jornada electoral de este domingo estuvo lejos de desarrollarse con tranquilidad. Denuncias por violencia, presencia de personas armadas, ataques contra candidatos y representantes, así como compra de votos, empañaron el ejercicio democrático. A pesar del despliegue de más de 15 mil elementos de seguridad estatal y federal y la identificación previa de 58 focos rojos, los partidos políticos denunciaron intimidaciones constantes.
El proceso también estuvo marcado por escándalos internos. Militantes y excandidatos denunciaron que algunos partidos —Morena incluido— habrían vendido candidaturas al mejor postor. Hubo señalamientos de que personas sin militancia o con historial cuestionable obtuvieron registros, desplazando a fundadores de base y generando fracturas en los comités municipales.
Este fenómeno afectó particularmente a la oposición, donde la selección cupular de candidaturas sin respaldo popular resultó en deserciones, candidaturas independientes e incluso alianzas informales con partidos rivales. En regiones como la Cuenca del Papaloapan, la venta de espacios a operadores con poder económico y vínculos dudosos abonó al clima de impunidad y control político.
Lo que ocurrió en las elecciones municipales de Veracruz en 2025 no es menor: se rompió el espejismo. MORENA, el partido que durante años parecía imbatible, ha dejado de arrasar. Y lo más revelador no es que la oposición haya ganado por méritos propios, sino que el partido oficial falló desde dentro: sin estrategia, sin estructura y sin liderazgo operativo real.
Durante más de una década, MORENA creció a la sombra de una figura carismática: Andrés Manuel López Obrador. Él fue el eje de movilización, el rostro que atraía votos, el motor que impulsaba incluso a los candidatos más inexpertos. Pero una vez retirado del poder, el vacío ha sido evidente, especialmente en estados como Veracruz, donde el partido parecía tener el control total.
Lo que los resultados muestran no es una simple baja en votos. Es la evidencia de que no existe una base sólida que respalde al partido más allá del nombre. MORENA no construyó cuadros, no formó operadores eficaces ni consolidó liderazgos locales. Apostó todo a la “marca”, sin entender que hasta las marcas más populares se desgastan.
En esta jornada electoral, la movilización brilló por su ausencia. La participación fue baja, y donde antes bastaba con mencionar los programas sociales para asegurar simpatía, ahora el electorado se mostró apático o francamente decepcionado. El partido gobernante asumió que podía replicar el fenómeno de 2018 o 2024 sin esfuerzo. Se equivocaron.
El resultado: la pérdida de municipios clave, zonas urbanas importantes y corredores electorales que se consideraban bastiones de la 4T. El golpe no vino por un tsunami opositor, sino por la erosión interna. El desencanto y el exceso de confianza pasaron factura. La maquinaria electoral no operó porque, en realidad, nunca existió como tal.
El mensaje es claro: la política no perdona la soberbia ni la inercia. Lo que en 2024 fue motivo de celebración, en 2025 se convirtió en una señal de alerta. Lo que antes era victoria cómoda, hoy son contiendas cerradas y territorios perdidos. Gobernar no sólo desgasta: obliga a reinventarse constantemente. Y si MORENA no lo hace pronto, el camino hacia 2027, 2029 y 2030 será todo cuesta arriba.
Así también, la baja participación ciudadana registrada en la jornada electoral de 2025 en Xalapa no es simplemente un fenómeno de apatía cívica, sino una manifestación clara del desencanto y la desconfianza que los partidos políticos tradicionales han sembrado en el electorado. Es un voto silencioso, pero cargado de mensaje: la ciudadanía no se siente representada, ni convocada, por una clase política que ha dejado de escuchar y de incluir.
A diferencia de 2024, cuando una candidatura fuerte logró articular un proyecto común entre partidos opositores y contagiar de entusiasmo a una parte significativa del electorado, en 2025 imperó la fragmentación, la falta de visión compartida y la ausencia de liderazgos con legitimidad social. La consecuencia fue predecible: la mayoría eligió no elegir.
Cuando los partidos políticos se cierran sobre sí mismos, ignoran a los ciudadanos y priorizan sus intereses cupulares, pierden su esencia democrática. Lo ocurrido en Xalapa es un ejemplo de cómo el desprestigio acumulado —por corrupción, simulación y falta de resultados— se traduce en desmovilización. Si no hay confianza, no hay participación. Si no hay propuestas reales, no hay votos.
Además, el resultado de Morena —ganando con apenas el 12% del padrón revela no una victoria sólida, sino una alarmante fragilidad del sistema representativo. Gobernar con tan bajo respaldo ciudadano es una señal de alerta. No hay mandato legítimo cuando más del 80% del electorado decide no respaldar a ningún contendiente.
La oposición, lejos de aprender del pasado reciente, repitió errores: candidaturas improvisadas, campañas insulsas y una desconexión total con las causas ciudadanas. En lugar de abrirse al talento civil, prefirieron reciclar estructuras caducas. El PRI y el PAN demostraron que aún no comprenden que el capital político ya no está en las cúpulas, sino en las calles, en los jóvenes, en las comunidades organizadas, en las nuevas voces.
Movimiento Ciudadano, con una estrategia más fresca, logró crecer, pero también está lejos de ser una alternativa consolidada. Su avance se debe más al vacío de las otras fuerzas que a una propuesta transformadora de fondo.
En suma, el mensaje de Xalapa es contundente: sin inclusión, no hay legitimidad. Sin renovación, no hay confianza. Y sin liderazgo ciudadano, no hay participación. La lección es clara para todos los actores políticos: abrirse a la sociedad civil ya no es una opción, es una necesidad. Porque cuando la ciudadanía no encuentra opciones, simplemente opta por no estar. Y cuando el silencio se vuelve mayoría, la democracia se vacía.
Una posibilidad concreta de participación organizada de la sociedad civil frente al desgaste de los partidos tradicionales, como se evidenció en las elecciones municipales de Veracruz, es la articulación de una plataforma política ciudadana que trascienda los intereses partidistas y busque recuperar la confianza de la población en las instituciones democráticas. Esta plataforma podría estar integrada por colectivos ciudadanos, académicos, jóvenes, defensores de derechos humanos, liderazgos comunitarios y organizaciones de base, un movimiento social con presencia nacional que promueve la participación activa de la ciudadanía en la vida pública y el ejercicio corresponsable de los derechos políticos.
En este sentido, se abriría un espacio para incidir en la agenda pública desde una lógica participativa, horizontal y transparente, enfocada en la rendición de cuentas, el combate a la corrupción y la inclusión de sectores históricamente marginados.
Además, esta articulación podría evolucionar hacia la creación de una nueva fuerza política que sirva como vehículo electoral, capaz de disputar el poder local y regional con una narrativa distinta a la de los partidos tradicionales. Una fuerza política integrada por actores de la sociedad civil y respaldada por plataformas nacionales tendría el potencial de canalizar el hartazgo ciudadano a través de propuestas viables, una agenda progresista y mecanismos innovadores de participación democrática como asambleas abiertas, presupuestos participativos y mecanismos de revocación de mandato desde lo local. Esta alternativa no sólo permitiría diversificar el espectro político, sino también romper con la lógica clientelar y vertical de los partidos hegemónicos, devolviendo a la ciudadanía su capacidad de decisión y liderazgo en el rumbo del país.
Mientras tanto, otros actores políticos aprovecharon el momento. Movimiento Ciudadano creció al conectar con sectores juveniles y críticos, no desde la estructura, sino desde la narrativa de lo “nuevo”. El PRI, contra todo pronóstico, mostró signos de vida en regiones donde parecía extinto. El PAN resistió en sus bastiones tradicionales. Incluso el PT demostró que, compitiendo solo, puede tener mejores resultados que de la mano de MORENA. En contraste, el Verde Ecologista se desplomó, atrapado entre alianzas desgastadas y nombres que ya no suman, sino restan.
Por otra parte, al desplome en los votos comparado con las elecciones del año pasado (las de gobernador), ¡Morena perdió más de 700 mil votos! De esos 1.6 millones que sacaron en 2024, ahora apenas juntaron 941 mil. Eso es brutal. O hubo un mega fraude el año pasado (y esos 700 mil eran fantasmas) como algunos analistas ya señalan, o la gente ya no les cree el cuento de que si pierden Morena, se acaban los programas sociales. O simplemente ven que gobiernan mal.
En estas elecciones municipales en Veracruz, aunque Morena logró mantenerse como el partido con más votos, no se puede ocultar una evidente caída en su fuerza política. Perdieron pueblos clave (y muchos): El año pasado ganaron 87 municipios. Ahora, según el conteo rápido (el PREP), solo tienen 71 (y uno de esos, Tuxtilla, huele a fraude porque quemaron el palacio y las boletas). ¡Y eso es apenas la mitad de los 140 que la Luisa Alcalde andaba presumiendo como si fueran campeones! Perdieron Boca del Río, Alvarado y Poza Rica – lugares emblemáticos donde la gobernadora Nahle metió la mano hasta el codo para imponer a sus candidatos (como al tal Deschamps en Alvarado) y todos cayeron. Fue un golpe directo a su operación política.
Todo esto demuestra que la narrativa de que los programas sociales desaparecen si Morena pierde ya no convence, y que hay un creciente hartazgo por la falta de resultados en los gobiernos municipales morenistas. Por otro lado, el debilitamiento de Morena abrió paso a que crecieran los partidos que antes fueron sus aliados menores: el PT y el PVEM. Estos partidos, que inicialmente fueron despreciados y excluidos por Morena al momento de decidir candidaturas, terminaron recibiendo a muchos aspirantes desplazados con verdadera fuerza local, y los resultados fueron evidentes: el PT pasó de 6 a 28 municipios, y el Verde también creció. Incluso se dieron casos como el de Sayula, donde Morena impuso a familiares de la alcaldesa en las candidaturas y perdió contra el PT.
A esto se suma el sorpresivo ascenso de Movimiento Ciudadano, que se convirtió en la segunda fuerza política del estado con un crecimiento de casi 20% en la votación y ahora gobernará 41 municipios. Todo esto demuestra que el escenario político en Veracruz está cambiando, y que las viejas prácticas de imposición ya no garantizan victorias. Morena, al intentar controlarlo todo, terminó debilitándose, y ahora enfrenta un panorama mucho más incierto rumbo a 2027, 2029 y 2030.
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