Por Edgar Hernández*
¡Ni con rameadas se les quita lo pendejos!
A lo largo del año uno de los más importantes reclamos de los
veracruzanos ha ido el sentido de que una vez que ganó Cuitláhuac
García, urgente empezara a gobernar.
Que dispersara los recursos públicos de manera ágil y honesta, que se
alejara de las corruptelas y el nepotismo y que transitara por la grandeza
que de manera repetida entregan los veracruzanos a sus gobernantes.
No ha sido así.
Nada le sale. Todo se le complica. Nadie con sabiduría y prudencia le
aconseja y sus colaboradores –quien sabe si 90 por ciento honestos y el 10
por ciento con experiencia- han resultado un lastre, una verdadera
calamidad.
Hoy, a la vuelta de 12 eternos meses de yerros, hay quien opina en
contrasensu que es necesario dar crédito a sus nobles esfuerzos, que no se
pueden desdeñar los intentos del gobernante, que hay buena fe y que es
muy buena persona pero que no tiene quien le ayude.
Concedamos que es cierto y que una bola de pendejos aduladores lo
mantienen atrapado en un nicho de confort, en una bola de cristal.
Pero ¿Acaso no tiene dos dedos de sentido común para percatarse que la
solución a la gobernabilidad está en las decenas, cientos, millares de
veracruzanos con el ciento por ciento de experiencia, capacidad, talento y
probidad que hay por racimos en Veracruz?
Veracruz es una tierra de talentos, de gente preparada en cualquier
disciplina y altos reconocimientos nacionales e internacionales.
Eso de traer gente de otras entidades del país para intentar conformar un
cuadro de gobierno, el aceptar imposiciones del centro o entes de poder
interesados sin mediar reclamo alguno, es deleznable.
Eso de permitir la participación de arrogantes impreparados en
decisiones que afectan a más de ocho millones de veracruzanos, es
intolerable.
Y eso de plagar las oficinas con holgazanes, ninis, chairos, amlovers,
amigos, vecinos, compañeros de lucha y resentidos sociales, es
verdaderamente inadmisible.
Basta hacer un recorrido por las 18 más importantes oficinas públicas de
la administración pública estatal para percibir la parálisis burocrática, la
arrogancia de la jerarquía subida en un ladrillo, el disfrute chairo de las
oficinas de lujo, secretarias, asistentes, choferes y camionetas de lujo.
Ese es realmente el reflejo del vacío del poder.
Un poder ocupado por gente invisible que no construye, que no aporta,
que lo que quiere no es servir a Veracruz, sino vengarse por haber sido
desposeídos hasta que la revolución de Morena les hizo justicia.
En Nicaragua, al triunfo de la Revolución Sandinista, los mandos medios
y la insurgencia se sintieron con el derecho de escoger las residencias de
los somocistas y la gente adinerada que más les gustaba, mismas que
arrebataban y ante el más mínimo reclamo, metralla.
Eran los ganadores que reclamaban su botín.
Hoy, en Veracruz, se observa algo parecido pero con el aparato de poder.
Los arrogantes ganadores arrebatan los espacios a sangre y fuego y no te
atrevas a chistar porque te ponen patitas en la calle. No critiques y seas
descubierto porque te fincan responsabilidades y con las nuevas leyes de
extinción de dominio hasta te andan quitando tu casa y congelan tu
cuenta de ahorros.
Es el terrorismo total de los ganadores.
Por ello hacen lo que les viene en gana. Por ello es que el “Bola Ocho”
actúa más como gorila que como responsable de la seguridad y paz social
de Veracruz. Por ello el titular de Seguridad Pública, a pesar de los
números en contra y la escalda criminal contra las mujeres veracruzanas,
sostiene que estamos a toda madre. Por ello las cucarachas en las leches
del DIF.
Y por ello es que el Secretario de Salud, un Zulú de piel blanca creyente
del Vudú, la magia negra, la rameada con todo y huevo, la gallina negra y
el incienso para alejar los malos espíritus y gente negativa, hace lo que
hace ante la máxima representación veracruzana.
Lo del Secretario de Salud, Roberto Ramos Alor, es el mejor ejemplo del
nivel del gobierno, de su grado de preparación, de sus creencias y
fanatismos, de por dónde, según él, está el camino de la sanación.
Alor, cuentan sus cercanos y colaboradores que lo acompañan, que de
siempre ha sido adicto al Vudú y derivados: la Regla de Ocha o Santería,
el Candomblé, la Macúmba, la Umbanda, el Tambor de
Mina y Quimbanda.
Las limpias y rameadas, sin embargo, son sus favoritas.
Acaso por ello no tuvo el menor empacho que previo a su comparecencia
ante el Congreso del estado para revisar un año de gestión, se llevara a su
brujo mayor para que lo librara de todo mal… con auxilio de un huevo,
copal e incienso.
Para el señor secretario, quien considera que el Dengue es solo un circo
creado para escandalizar una endemia que a la vuelta de cuatro meses ha
provocado más de 27 muertes, la magia negra es la solución debido a la
atribuida capacidad de los “bokor” para resucitar a los muertos y
hacerlos trabajar en su provecho.
Por ello es tan fiel creyente.
Y es que si puede lograr que los muertos resuciten y se pongan a trabajar
le resuelve dos problemas al jefe: acabar con la burocracia ociosa y que
los chairos ya no tengan el pendiente de a ver quiénes les sacan la chamba
ya que para eso estarían los muertos.
Es más, cuentan los enterados que para su próxima comparecencia va a
llevar muñecos, esos pequeños fetiches (que pretenden ser
representaciones de personas o situaciones) con forma humanoide
fabricados con diversos materiales, los cuales se cree que están vinculados
al espíritu de una determinada persona.
Ello con el fin de acabar con los priistas, panistas y molestos periodistas
chayoteros.
Todo eso me lo dijeron en exclusiva las gentes de Alor, quien no se va, no
se va y ¡no se va!.. porque así ya lo ordenó Cuitláhuac.
¡Dios nos agarre confesados!
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |
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