La Conferencia Nacional de Gobernadores, Conago, va de mal en peor. Once gobernadores se reunieron este martes con el referí electoral, Lorenzo Córdova y con la cabeza del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Janine Otálora, con el propósito de firmar un pacto más, de los que ya se han vuelto una tradición; en esta ocasión se comprometen a que no habrá injerencia de ningún tipo en la realización del proceso electoral. Arturo Núñez, presidente de la Conago, ofreció que no habrá malversación de recursos públicos ni uso electorero de los programas sociales, a no caer en la tentación de convertirse en actores políticos por la vía de la procuración de justicia, la propaganda gubernamental o el uso de los recursos. Elecciones locales habrá en 30 de las 32 entidades federativas este primero de julio, el pacto lo firmaron sólo 11 gobernadores. ¿A qué país se habrá referido Núñez?
Córdova Vianello sentenció que en este proceso electoral los gobiernos, de los tres niveles, se abstengan de intervenir e interferir en el proceso electoral, Demandó a los actores políticos, partidos y candidatos a respetar las reglas del juego para asegurar la función civilizatoria del sistema electoral.
Héctor Díaz Santana, titular de la Fiscalía Especializada para la Atención a Delitos Electorales, Fepade, se comprometió a continuar con las acciones necesarias para prevenir, investigar y perseguir los delitos de su competencia.
Es de suponer que quienes debieron haber firmado el mencionado pacto son los directamente involucrados: presidentes nacionales y estatales de los partidos políticos, candidatos a gobernador, así como a líderes sindicales. Porque no resulta extraño que haya contendientes a la gubernatura que se conduzcan ajenos a su gobernador en turno, de su propio partido, claro.
Con esas advertencias han de haber dejado temblando y con insomnio a los 30 mandatarios estatales, preguntándose ¿y ahora cómo le vamos a hacer?
Cual Nerón tocando la lira y cantando cuando observaba como el atroz fuego consumía Roma. El incendio, casual o intencionado, constituyó para Nerón su gran oportunidad para seguir fomentando una política amenazadora. Practicaba una política cada vez más personalista y populista. Nerón no consiguió disipar las sospechas de que había sido él el causante del incendio. Necesitaba un culpable del siniestro ocurrido, y lo encontró en los cristianos.
A escasos nueve días de que comiencen formalmente las campañas, el fuego comienza a tomar fuerza entre simpatizantes y malquerientes de Andrés Manuel López Obrador. Directas e indirectas, agresiones físicas, verbales, suben de tono. Unos en abierta promoción; otros en declarado rechazo: insultos y descalificaciones, son lo que se observan.
La disputa electoral cobrará mayor intensidad entre la población conforme avanza el proceso, mientras AMLO ni sufre ni se acongoja; toca la lira y canta, haciendo a un lado que la contienda puede tomar otra dimensión, salirse de control, que el fanatismo, por escaso que sea, podría incendiar el país en determinadas regiones.
Si los votos no le favorecen, el riesgo es que cumpla la amenaza de soltar al tigre y el feroz felino avive el fuego que pudiera durar por espacio de al menos cinco días como sucedió en Roma. Por lo pronto el susodicho tigre ya inquietó a los mercados financieros, las corredurías internacionales laman a conducirse con cautela.
El Domingo de Resurrección o de Pascua, tercer día de haber iniciado las campañas políticas, las exclamaciones de júbilo se escucharán en algunos rincones para vitorear a quien ha sido bautizado como el otro mesías, el tropical: AMLO; que a diferencia del verdadero, con su pose de arrogancia continuará haciéndoles creer a los electores que es “El Enviado”, el que viene a salvar este país,
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