Retornos triunfales: de la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo, quien el próximo lunes con sus declaraciones ensombrecerá las de cualquier otro actor político, y hará retumbar al país al anunciar que nuevamente estará en sus manos la educación y el futuro de los niños y los jóvenes mexicanos; del líder minero Napoleón Gómez Urrutia, a quien ya le anticiparon que no tiene nada de qué preocuparse, que debe de entrar por la puerta grande al Senado, y no escondido en una cajuela; de Nestora Salgado, que de igual manera formará parte de la Cámara Alta, le entró la preocupación y advierte que pedirá seguridad especial -por aquello de más vale cuidarse de algún cártel enemigo-.
En el próximo gabinete de viejos, todavía no termina la urticaria, causada por la reacción alérgica por la noticia del nombramiento de Manuel Bartlett Díaz, futuro director de la Comisión Federal de Electricidad, CFE. Para muchos no tiene explicación el nombramiento del exsecretario de Gobernación para ocupar un cargo que manejará como un perfecto neófito; para otros es muy claro.
Decisiones de esta naturaleza, más allá del incómodo escozor, se pueden convertir en descalabros financieros de millones de dólares para el país. “Los mercados financieros no tienen corazón, piedad ni paciencia… Los mercados financieros consideraron que Romero Oropeza, un agrónomo sin ninguna trayectoria en dirección empresarial ni manejo de cuestiones energéticas, cuya cúspide laboral fue la Oficialía Mayor del Gobierno del entonces Distrito Federal, no tiene las credenciales para encabezar a la empresa más grande de México, una de las petroleras más importantes del mundo. Y así como a veces los mercados castigan a las empresas privadas cuando nombran nuevos directivos porque no les gustan los perfiles, esta vez castigaron a Pemex… aproximadamente 500 millones de dólares a consecuencia de este brinco por lo mal que fue recibido el nombramiento”. Apuntó Carlos Loret de Mola este miércoles en su columna Historias de reportero, al referirse al nombramiento que dio a conocer el presidente electo López Obrador, acerca de Octavio Romero Oropeza, para hacerse cargo de Pemex.
Los apóstoles amorosos hacen mutis a los nombramientos, al no encontrar la manera de explicar –porque no la hay- a las decenas de miles de ingenieros eléctricos, con posgrados en las mejores universidades de México y del mundo, con experiencia en la iniciativa privada y en el servicio público, con habilidades gerenciales, con capacidad de dirección; es decir, con pleno dominio del ramo eléctrico, que el sector a partir del 1 de diciembre estará en manos de un ideólogo, catalogado como experto en trabajos oscuros, con total desconocimiento en la industria eléctrica.
Este mismo absurdo podría aplicarse para los ingenieros petroleros, ingenieros industriales y para todo aquel profesional experimentado que reúna el perfil idóneo para estar al frente de Pemex.
Es cierto que aún no entra en funciones la nueva administración federal, que todavía no se registra un solo peso del ahorro prometido, pero las pérdidas de millones de dólares ya se contabilizan.
El repudiado pasado y el futuro prometido, resulta que ahora es calificado como un perfecto e inesperado maridaje.
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