En el desconcierto político nacional, en el desorden administrativo federal, con réplica en varios estados, se observan dos hechos sorprendentes, inexplicables, fuera de razonamiento. Uno es persistente con mayor agudeza: la violencia arraigada y extendida a otras regiones; la otra, igual o peor de grave es el crac en los servicios de salud en los hospitales públicos. En ambos hechos, cada día que transcurre le arrebata la vida a un determinado número de mexicanos, es inaceptable que los dos escenarios funestos no hayan merecido la atención debida para contrarrestarlos.
Infinidad de ciudadanos se preguntan: ¿porqué razón no han implementado megaoperativos como lo hicieron para supuestamente combatir el huachicoleo? Cuando menos hicieron el intento, movieron todo el aparato gubernamental federal, aunque no obtuvieron los resultados deseados. En los dos temas a los que hoy hacemos referencia: seguridad y salud, era para que ya estuvieran en marcha las estrategias correspondientes, con seguimiento diario y puntual.
Lo que nunca antes había sucedido, hoy se mira con preocupación: la esperanza en las Fuerzas Armadas también se diluye, por estar siendo obligados a humillarse, a arrodillarse ante los criminales. De antemano nos han hecho saber que la Guardia Nacional va a salir a las calles a repartir afecto, abrazos; los elementos estarán obligados a aguantar absolutamente todo, "mientras se atienden las causas que han originado el clima de violencia", y contando, como si con repartir dinero se resolvieran los problemas; al mismo tiempo que continúan las ejecuciones, secuestros, desapariciones, cobros de piso.
"No se está despidiendo a nadie en el sector salud en los estados. Es propaganda para afectarnos, ya ven cómo es el hampa del periodismo", afirmó el presidente López Obrador durante su conferencia de prensa matutina el pasado jueves, y aseguró que se trabaja para que no falten medicamentos. AMLO reiteró su compromiso de hacer cumplir lo señalado en el artículo cuarto constitucional respecto al derecho a la salud de los mexicanos,
Ha transcurrido una semana de lo declarado por AMLO referente a la salud de los mexicanos. La situación empeora. Las protestas son interminables en hospitales de la Ciudad de México y en muchos otros estados. Los reclamos no son exclusivos de los hospitales de la Secretaría de Salud, también son del IMSS, ISSSTE, o los de PEMEX. Cancelación de plazas de personal médico, desabasto de medicamentos, equipo médico inservible, falta de reactivos para la realización de estudios, aire acondicionado sin funcionar en hospitales ubicados en localidades en que el calor es extremoso; ni siquiera esta en servicio el aparato de Rayos X como lo manifestaron este jueves inconformes derechohabientes del ISSSTE en Tuxpan, Veracruz.
!Alarmista, amarillista, sensacionalista! No faltará quien así califique el título de esta columna. En respuesta podríamos decir que las enfermedades crónico degenerativas, que se presentan de manera inesperada, no conocen de ideologías políticas, posición social, cargos públicos ni religión; chairos o fifís son igual de vulnerables. Por consiguiente, el entorno en la actualidad no está para apasionamientos ni fanatismos, tampoco para desgarrarse la vestidura para tratar de justificar lo injustificable.
El riesgo se refiere a peligros que se analizan activamente en relación a posibilidades futuras; es inseparable de las ideas de probabilidad e incertidumbre. El riesgo, así como se presenta el panorama, es que la violencia prevalezca imparable y cobre más vidas; que las deficiencias en los servicios de salud se recrudezcan y provoquen que las tasas de mortalidad por causa de cáncer, VIH, insuficiencia renal y otros padecimientos se disparen, se tripliquen.
Es inadmisible que ante lo que está sucediendo se presuma de jugar beisbol, de macanear, de batear arriba de 300. O de bailar salsa en los días más violentos. Es absurdo destinar recursos para apoyar el beisbol, o para un evento salsero, y quitarle recursos al sector salud con el riesgo de que se llegue a presentar una crisis humanitaria.
Nerón gobernó Roma conforme a sus caprichos, con un Senado siempre complaciente con las ocurrencias imperiales. El emperador cantaba con su lira mientras contemplaba extasiado el poder devorador de las llamas que consumieron durante seis días Roma.
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