Dos naciones, virtualmente en guerra desde 1948, sorprendieron al mundo entero. El líder supremo norcoreano, Kim Jong-un y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, se comprometieron a firmar la paz en la declaración final de la cumbre que sostuvieron -la primera en 11 años-, a colaborar para conseguir la “desnuclearización completa” de la península coreana, en un histórico encuentro el pasado viernes.
Kim y Moon indicaron que planearán reuniones con Estados Unidos y posiblemente China "con el fin de declarar un fin a la guerra y establecer un régimen de paz permanente y sólido", declararon los mandatarios. Pondrán fin a 65 años de hostilidades después de que el conflicto terminó en un armisticio, y no en un tratado de paz.
El Papa Francisco aplaudió "el resultado positivo" de la cumbre intercoreana. Celebró el "valiente" acuerdo de desnuclearización y animó a las dos partes a proseguir colaborando por el bien de su pueblo y del mundo entero.
Bien lo dijo el Sumo Pontífice este domingo: “el acuerdo es por el bien de su pueblo y del mundo entero”. Después de vivir años de tensión del riesgo de desatarse un conflicto bélico mundial, ahora se firma un acuerdo de paz.
Pudiera interpretarse este pacto como un primer indicio de sensibilización por parte del líder norcoreano, que lo condujera a terminar con las brutales prácticas en esa nación, de acabar con la esclavitud –literal- de millones de personas, sometidas a condiciones infrahumanas.
A diferencia de lo pactado entre los mandatarios de la península coreana, en beneficio de sus ciudadanos, en primera instancia; en México, partidos y actores políticos pareciera que hacen lo contrario. En el actual proceso electoral, como nunca antes, el envilecimiento de la política se ha hecho más evidente.
Falta de respeto a la población. Como si no les importara que la gente se percatara a detalle de todo lo que ocurre.
Que la simple ambición de poder utiliza un ridículo disfraz de “servir”.
Ofrecimientos imposibles de cumplir. “Voy a acabar con la corrupción”. “Voy a acabar con la pobreza”. “Ningún joven se quedará sin estudios universitarios. Educación gratuita y becas para todos”. “Los ninis recibirán una mensualidad”. “Atenderé las causas sociales y económicas que generan la violencia”.
Pensando que verdaderamente existiera voluntad política; que no tuviera entre sus más cercanos colaboradores a los más corruptos, exhibidos en los últimos años. Pensar que no tuviera esos inconvenientes, que no son mínimos; que todo caminara sobre ruedas, 18 años le resultarían insuficientes a ya sabes quién, para que en menor grado pudiera cumplir sus objetivos.
Bastante inquietud debió haber generado entre los hombres del billete grande, la sugerencia del escritor Paco Ignacio Taibo II este sábado, tras la difusión de un video retomado por el diario Reforma, en el que sugiere al candidato y dueño de Morena, Andrés Manuel López Obrador, expropiar a las empresas que lo quieran chantajear.
"Si te quieren chantajear Andrés Manuel, exprópialos. Chinguen su madre. Exprópialos", dice Taibo a un grupo de personas, ante el supuesto de que López Obrador fuera el ganador de las elecciones presidenciales.
Lo que está sucediendo pone nerviosos no únicamente a inversionistas, a corredurías, a los mercados bursátiles; la intranquilidad es para los mexicanos en general, por lo que pudiera llegar a suceder y hacer caso a tan burdo disparate.
Estamos ante la guerra del tribalismo político. Nos lamentamos y condenamos este fenómeno. Permanecemos ciegos a las causas, al origen. El hartazgo de la población puede poner en movimiento políticas predecibles y destructivas.
El futuro de México lo podrían llegar a decidir quienes se han manifestado como “indecisos”; volumen que puede variar de un 20 a un 30 por ciento del total de votantes. Ese porcentaje, por mínimo que sea, va a impactar y con el peso inclinará la balanza en favor de determinado candidato.
El riesgo es que al afirmar que AMLO ya tiene desde este momento asegurado el triunfo, y que si la decisión final de la mayoría del electorado se dirigió hacia otro candidato, se declararía que el resultado fue un fraude, un “compló”.
Las condiciones las están engendrando para que cerca de la media noche del primero de julio la población permanezca a la expectativa, para reaccionar en forma violenta en caso de que el anuncio del nuevo presidente de los mexicanos no sea López Obrador.
Ante este posible e indeseable escenario de desorden, la madrugada del dos de julio y las siguientes 48 horas podrían ser una prueba de fuego para varios gobernadores, de permanecer alertas y evitar que impere el caos en perjuicio de la población.
Esta vez hizo falta un pacto en México.
Faltó un acuerdo serio entre partidos y principales actores políticos. De asumir el compromiso de dirigirse a los electores con absoluto respeto, con toda responsabilidad; de hablarles con la verdad; de no hacer ofrecimientos imposibles de cumplir. De no incitar al enfrentamiento entre la población, a los insultos y a las agresiones por pensar en forma distinta; anomalía que con el paso de los días sigue creciendo.
En Palacio Nacional no hubo la firma de un Pacto de Civilidad, de respeto a los electores. En vez de eso, lo que si hubo en el recinto histórico fue una sesión de fotografías para mostrar prendas íntimas para damas: fajas y demás accesorios, cuyas imágenes pudieran servir de inspiración a Fernando Botero, para la realización de otra más de sus extraordinarias obras.
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