Transcurrían los años de la primera década de este siglo cuando en la tertulia y mesas de café los comensales hacían mutis al aludir a la creciente presencia de grupos delincuenciales en la entidad, entonces solo se hacía referencia “a los de la última letra” por temor a causar peligrosos enojos. Pero la descarnada realidad comenzó a ser tan lacerante en extorsiones, secuestros, homicidios, desapariciones que ya no hubo resistencia a referirse directamente a los Z, porque además otros grupos delincuenciales proliferaron en nuestro territorio y ya forman parta de nuestra convivencia patológica. Por motivos de estricto seguimiento alfabético ahora aparece en el escenario nacional y en la estructura demográfica de este país “la generación Z”, integrada por quienes nacieron entre 1997 y 2012, conocidos también como “centenials” o “post-milenials”, preceden a la generación Alfa, de allí la secuencia alfabética. Embebidos en el mundo de las redes de internet se enteran de inmediato de todo cuanto ocurre en el orbe, es un mundo virtual adobado con hechos reales. Su mundo choca con la lacerante realidad, de allí su reclamo ¿qué no hay nada mejor para vivir que estar sometido al riesgo del asalto, del secuestro, de la desaparición forzada? Es una quemante interrogante. De allí su asomo a la expresión callejera, un “aquí estamos”, pero queremos vivir en paz, quizás como una nostálgica evocación del mundo de los abuelos, el de las serenatas a altas horas de la noche y más acá el de las discotecas sin humo ni excesivos vapores alcohólicos.
Por eso extraña el calificativo de bots lanzados desde la cúpula de gobierno, una señal de viva incomprensión hacia un sector de la población ávido de oportunidades de vida y futuro cierto. Suena cruel ser catalogado como “inorgánico y pagado”, por quienes asumen constitucionalmente la obligación de velar por el bien de este país. |
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