Se veía venir.
Conociéndolo de tiempo atrás, desde que me enteré que Gerardo Fernández Noroña iba a ser presidente de la Cámara alta del Congreso de la Unión, comente en voz alta, que en cualquier sesión, el recinto se convertiría en un ring, y que ese día el canal del Congreso iba a tener mas rating que los insulsos realities shows de televisa.
Estuvo a punto de suceder en septiembre de 2018, cuando el bravucón insulto y reto a golpes al presidente de la Cámara de Diputados, el octogenario Porfirio Muñoz Ledo, siendo Noroña diputado del Partido del Trabajo, y el segundo de MORENA.
En aquel entonces el pendenciero Noroña era aun pobre, vivía en una vecindad del centro histórico de la ciudad de México. Aun no se sentía Rockefeller con camionetas volvo a la puerta de su mansión de mas de 12 millones de pesos en Tepoztlán, Morelos.
Pero se vino el triunfo de AMLO. Éste lo encumbra, y a su salida de Palacio Nacional lo deja incrustado como presidente del Senado de la República, y el hombre enloquece, se enferma de poder y se corrompe con el maldito dinero, que le empieza a llegar a manos llenas -por lo menos un millón de pesos mensuales-, también en sobres amarillos, de esos que salen de la caja chica de ese poder, y se desquicia, se vuelve hipócrita, se transforma de fufurufo a fifí, sigue siendo un provocador pero ahora pendenciero, altanero, déspota, ruin, arrabalero, que empieza a gastar como un marajá, sin guardar la formas que le exige su dirigente nacional Luisa María Alcalde (porque para eso abandono al PT, porque ya no embonaba con el jingle de izquierda, dada sus nuevas riquezas, y se afilia a MORENA para parecerse mas a su compañero Pedro Haces).
Dejo se ser franciscano y se transformo en un cínico que no ocultaba la opulencia, aunque su discurso seguía siendo el del “con el pueblo todo, sin el pueblo nada”, sin importarle que por todos lados le brotaba lo burgués y reaccionario. De allí que afirmaba que su -compañera presidenta Claudia- estaba equivocada cuando los llamaba a ocultar sus perfumes de alta gama, su ropa que adquiría en palacio de hierro, a no volar en clase premier, a vivir en la justa medianía pues, porque en efecto, el ya no pertenecía al proletariado, y le daba gracias a su compañero presidente Andrés Manuel López Obrador porque era uno (de otros morenistas mas), que lo había sacado de la pobreza.
Cultivo a lo largo de este año una personalidad bastante cuestionable, dedicándose desde la presidencia del Senado a cabulear, insultar, ironizar y burlarse de la oposición, sembrando tormentas que el pasado miércoles, otro pendenciero igual que él, semejante a él, lo hizo ver como lo que es; un collón, un llorón, que huyó y salió como salen los cobardes, protegido por mujeres.
Atrás queda aquel Fernández Noroña que humilló a un mexicano en la tribuna del Senado, haciéndolo que le pidiera perdón en vivo y a todo color. Todo altivo él, enorgullecido de aquel triste y vergonzoso acto que sus compañeros de MORENA le permitieron.
Quien diría que meses después, en ese mismo escenario, el karma le cobraría la ofensa.
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