Tal vez para ocuparse de lleno al proceso electoral en marcha, muy en su estilo el presidente López Obrador inició su sexto año de gobierno inaugurando obras inconclusas: el Tren Maya y el del Istmo continúan la serie principiada con el aeropuerto Felipe Ángeles y la refinería en Dos Bocas, todas con el denominador común de no estar concluidas según el proyecto. Pero si esas obras de costo incalculable debido a la opacidad con que las arropa haber sido categorizadas como de “seguridad nacional” representan un efectivo impulso al desarrollo económico y social del sur y sureste de la república estamos ansiosos por verlas concluidas. Lamentablemente, los antecedentes de esas magnas obras no aportan información para el optimismo: el tren Maya, por ejemplo, parece más producto de una ocurrencia que un muy deliberado proyecto que vincula el costo beneficio a la rentabilidad económica y social de su funcionamiento, sin embargo, las múltiples variaciones en su trazo original, la desfasada autorización respecto al impacto ambiental aunado al subrayado contraste entre el costo originalmente proyectado, 150 mil millones de pesos, a los 350 mil millones gastados hasta ahora hacen dudar de haber sido una obra de diseño apropiado para influir en el desarrollo regional. Respecto a la refinería de Dos Bocas, en cuya construcción no participaron empresas calificadas en el ramo por considerar que con 8 mil millones de dólares no se edifica una refinería de esas dimensiones, basta comparar lo hasta ahora invertido (se calculan 16 mil millones de dólares) con la compra de la refinería de Deer Park, en Houston, a un precio 10 veces menor pero que refina lo que según el proyecto refinará Dos Bocas, para desalentar cualquier pronóstico de buenos resultados.
Por otro lado, el tren para pasajeros del Istmo inaugurado ayer en su primera etapa y que el presidente califica de “histórico” porque “Este proyecto lo han venido soñando desde hace siglos autoridades, reyes, políticos gobernantes, desde que se llevó a cabo la invasión española, Carlos V le pidió a Hernán Cortés que buscara un paso que uniera a los dos grandes océanos; fue interés de Napoleón; estuvo el barón de Humboldt, científico alemán, estudió todos los pasos para unir los pasos, nueve, definió al final tres, Panamá, Nicaragua y el Istmo de Tehuantepec y él decía que este era el mejor paso…”. Está en lo correcto el presidente en cuanto a la narrativa histórica, porque efectivamente ese paso de un océano al otro por “la cintura de México” fue muy codiciado por las potencias del siglo XIX, Inglaterra, Francia e incluso los ya florecientes Estados Unidos en tiempos del presidente Juárez. Sin embargo, el proyecto inconcluso que ahora inaugura no es inédito porque ese tramo ferrocarrilero fue inaugurado en 1907 por Porfirio Díaz y concesionado a su constructor, Weetman Pearson. Con el desarrollo de las comunicaciones en el país aunado al paso lento y funcionamiento irregular del tren que no competía con el transporte por carretera ocasionó baja rentabilidad económica del tren de pasajeros y su mantenimiento se convirtió en pesada carga para las finanzas públicas. Debe suponerse que previo al proyecto de reinstalación de ese tren de pasajeros hubo estudios de rentabilidad económica y social que justifican ponerlo en marcha ¿podrá competir con el transporte por carretera? Ojalá, porque de lo contrario va a requerir para su funcionamiento suculentos subsidios gubernamentales, como si estuvieran en gran bonanza financiera. |
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