Guardadas las circunstancias y los tiempos, es posible advertir en los informes de gobierno cierto paralelismo, uno muy acentuado consiste en que cada gobernador pretende hacer creer que su gobierno es el parteaguas de la transformación, en esa lógica Fidel insistía en el “Vamos bien y viene lo mejor” y en el informe de su quinto año Javier Duarte de Ochoa repitió tozudamente el “Veracruz ya cambió” en una imaginaria retórica en plena disputa con la realidad. Cuitláhuac García rindió ayer su sexto informe e hizo énfasis en mejoras al sector salud, poco refirió respecto a los índices delincuenciales prevalecientes en la entidad, de los desaparecidos o de su solidaridad ausente con los familiares, tampoco de la muy menguada infraestructura carretera ni del porqué obras recién inauguradas presentan de inmediato serias deficiencias, y del abandono del campo veracruzano que yace en permanente declive de producción. “No es una despedida porque nos seguiremos viendo”, dijo ayer Cuitláhuac y calmó el melancólico ánimo de sus seguidores al ofrecer: “estaremos acelerando la transformación en los siguientes meses que nos quedan”, la interrogante surge por razones obvias ¡cuál transformación?
La población veracruzana ya está “curada del espanto” provocado por el dicho de quienes gobiernan (a veces esto es solo un decir) porque si bien recordamos Duarte de Ochoa festejó con retórica encendida el “Veracruz ya cambió”, durante su quinto informe rendido el 15 de noviembre de 2015 en el Velódromo xalapeño ante el representante presidencial Aurelio Nuño, secretario de Educación y los gobernadores de Chiapas, Manuel Velasco Coello y de Puebla, Rafael Moreno Valle. En esa ocasión prevaleció la retórica estrambótica: “en estos cinco años, en los que se “han hecho acciones inimaginables”, «En Veracruz se goza de una economía dinámica, éste, es un estado socialmente más justo y económicamente eficaz. Para eso se contrata la deuda. Sería irresponsable no hacerlo, es en favor de nuestra gente. Veracruz se moderniza como nunca, hoy Veracruz ya cambió». “Afortunadamente para los veracruzanos, vamos adelante por el camino correcto. Con más recursos, un manejo responsable y buenos resultados como los que hemos venido dando, ¡Veracruz ya cambió!”. Traemos a cuento el caso de Duarte de Ochoa porque con Cuitláhuac se establece cierto paralelismo; de entrada, debemos dejar por sentado una diferencia entre ambos, pues, mientras no se demuestre lo contrario, a Cuitláhuac no se le reprochan actitudes patrimonialistas en el ejercicio del poder (aunque ha habido casos de colaboradores que abusaron de la oportunidad de servir, sirviéndose en exceso), y a Duarte le brotaban por los poros de su administración señales afrentosas de ese fenómeno. Sin embargo, pudimos advertir cierta similitud en cuanto a que uno y otro sintieron, pensaron o percibieron que en materia política ya jugaban en ligas mayores, solo porque el presidente los distinguía con su aparente aprecio personal, aunque el trato devenía de una conveniencia estratégica, de Peña Nieto por el dinero proveniente de Veracruz, de López Obrador porque con un gobernador de extrema obsecuencia a sus consignas Veracruz fue un territorio ad hoc a su propuesta de gobierno. Fue manifiesto que ambos, Duarte y Cuitláhuac, arribaron al gobierno estatal al margen de todo mérito político, el primero para cubrirle las espaldas a Fidel y el segundo para administrar el recurso público según la instrucción federal. Por supuesto, la diferencia fundamental radica en que Duarte huyó dejando el cargo a un sustituto, mientras que Cuitláhuac ocupará un puesto de mediana categoría en el gobierno federal entrante, en franco demérito a su condición de gobernante de una entidad de las dimensiones de Veracruz, aunque en este caso. como se ve, impera la máxima de “según el sapo es la pedrada. |
|