En 1980 el brillante economista Agustín Acosta Lagunes irrumpe en el escenario político veracruzano avalado por el presidente José López Portillo (1976- 1982) a quien el amigo de ambos, Jorge Serrano, convenció para que aquel fuera postulado por el PRI al gobierno de esta entidad. Sobre la personalidad política de Acosta Lagunes, en su libro “Mis Tiempos” el ya expresidente López Portillo lo describe como de “consistencia ideológica no muy rigurosa, mezcla de economista con ganadero…”. En esos tiempos de la plenitud hegemónica del PRI el presidente funcionaba como el eje rector de las decisiones políticas en el país, su secretario particular Roberto Casillas lo expresó de manera contundente: “La amistad o las buenas relaciones con el Ejecutivo Nacional son básicas pero no imprescindibles, casi podríamos asegurar que en el mayor número de los últimos regímenes poco ha sido el trato que muchos gobernadores durante su época de precandidatos tuvieron con el Presidente de la República”. Pero, obviamente, ese no era el caso de Emilio Martínez Manautou, para Tamaulipas; Guillermo Rossell de la Lama, para Hidalgo; Alfonso Martínez Domínguez, para Nuevo León; Cervantes Delgado, para Guerrero; Agustín Acosta Lagunes, para Veracruz; Enrique Velasco Ibarra, para Guanajuato, entre otros, todos amigos del presidente López Portillo. En aquel proceso sucesorio veracruzano de 1980 surgió la versión de que Gustavo Carvajal había desistido de esa candidatura porque se “esperaba para la grande”, lo cual en realidad nunca ocurrió de esa manera, según aclaró años después el propio Carvajal, porque don Agustín sería el escogido presidencial para gobernar Veracruz de 1980 a 1986.
Así entró al escenario político veracruzano un personaje “atípico”, singularmente contrastante con la personalidad y trayectoria política de quienes previamente habían gobernado la entidad: Hernández Ochoa, Murillo Vidal, López Arias, Quirasco, Marco Antonio Muñoz etc., pero todos trabajaron por Veracruz y nunca hubo voz pública imputándoles corrupción. En última instancia a un gobernador se le califica por sus resultados y los de don Agustín Acosta Lagunes son destacables porque su gestión de gobierno dejó múltiples testimonios en la infraestructura carretera, en drenaje, agua entubada, calles y banquetas pavimentadas en pueblos y ciudades de la entidad. Para comprobarlo bastaría enumerar la gran obra pública en Xalapa, donde pavimentó la larga avenida Ruiz Cortines y con ella la construcción de los grandes colectores de agua pluvial de la ciudad, dio nombre y pavimentó la avenida Murillo Vidal; amplió a cuatro carriles tal cual luce ahora la avenida Lázaro Cárdenas, extendiéndola hasta el aeropuerto de El Lencero. Enhiesto sobre el rio Papaloapan está el puente a Carlos A. Carrillo, construido en solo seis meses durante aquella fructuosa gestión pública 1980-1986. “Veracruz, granero y yunque de la nación”, fu su divisa de campaña, no alcanzó a cabalidad tan ambiciosa meta pero su impulso al sector agropecuario de Veracruz ambicionaba producir no solo para el consumo interno sino para la exportación. La conurbación Veracruz- Boca del Río encuentra la raíz de su despegue inmobiliario e impulso a la infraestructura turística en la administración de don Agustín Acosta Lagunes, pues fue durante su gobierno cuando dio un giro visionario el uso del suelo en la zona con gran potencial de desarrollo en Boca del Río, consecutivas administraciones prosiguieron ese impulso. Don Agustín Acosta Lagunes ha sido sin duda alguna uno de los mejores gobernadores de esta entidad, hoy se cumplen trece años de su viaje sin regreso, se le recuerda bien porque merece reconocimiento ciudadano, desafortunadamente no todos son iguales. |
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