Quizás López Obrador hablaba con plena convicción de decir verdad, su verdad, cuando afirmó que, “después de todo, gobernar no es una gran ciencia”, porque demostró fehacientemente que lo suyo no es administrar el recurso público para beneficio general sino la conducción de masas y la arenga en la plaza pública, ocupaciones que practica con singular maestría. Debe apuntarse que una de las actividades de señalada importancia para cualquier tipo de administración, pública o privada, es el reclutamiento de personal en base a criterios de eficacia, eficiencia y conocimientos para la función a desempeñar, pero el expresidente, según confesión publica, reclutó a sus colaboradores con base en la ecuación de un 10 por ciento de capacidad y un 90 por ciento de lealtad. No que tal principio sea aplicable en el caso de Bartlett, de Ebrard, del doctor Alcocer o a la actual presidenta, entre otros “machuchones” de su primer equipo, sino al ejercito de subalternos ocupados en menesteres muy diferentes a la encomienda administrativa por la cual cobraban. Sin embargo, en esa lógica es posible confirmar el referido criterio de selección en los casos de ciertos gobernadores: Rutilio Escandón, de Chiapas, Cuitláhuac García, de Veracruz, Evelyn Salgado, de Guerrero o Lyda Sansores, de Campeche, entre otros cuyos “gobernados” ya no vemos para cuando concluyen y se vayan. Si no mediaran las condiciones existenciales de quienes sufren de gobiernos de deprimente funcionalidad sería un comentario para el chacoteo, pero, como en el caso de los veracruzanos, es todo un drama porque con Cuitláhuac García desperdiciamos seis años de nuestra existencia colectiva a causa de su inexperiencia en el manejo de la cosa pública y de vocación muy ajena al servicio público con grave daño a Veracruz y a los veracruzanos.
Un caso paradigmático para demostrar cómo el desconocimiento del más elemental principio de administración pública lo podemos advertir en la declaración de la Jefa del Programa de Gobierno quien sugiere que el próximo gobierno debería replicar “las exitosas estrategias” del gobierno saliente, lo sorprendente es que señala a la austeridad como un punto exitoso de esas “estrategias”. Porque en la aplicación del recurso público a cargo de un gobierno si bien la austeridad es conveniente, resulta negativa cuando se confunde con un ahorro mal entendido y da como consecuencia los subejercicios presupuestales a costa de incumplir con la implementación de las políticas públicas. El resultado de esa “estrategia exitosa” lo observamos en la pésima calidad de la infraestructura carretera estatal, en la ausencia absoluta de acciones contra la inseguridad pública, en la “austeridad” aplicada en la compra de insumos para fumigar y colocar a Veracruz en los primeros lugares con dengue, en cientos de poblados que se quedaron a la espera del agua entubada e introducción del drenaje, en hospitales derruidos (se excluye al CECAN como honrosa excepción), con una planta industrial estancada, pues ni siquiera la planta productora de cerveza, Constellation Banda, anunciada en el municipio de Veracruz da señales de activarse, el sector agropecuario sobrevive a duras penas y el Turismo sigue a ras de piso. Pero no solo falla Programa de Gobierno, que da, se supone, seguimiento a la implementación de las acciones de gobierno, también la Contraloría demuestra ineficacia no solo en el Control, sino en la evaluación del funcionamiento del programa de gobierno. Así ¿cómo aterriza un buen gobierno?
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