Luis XIII, Luis XIV y Luis XV ilustraron un tipo de monarquía lucrativa bajo el manto ideológico que los concebía como representantes de Dios en la tierra, al amparo de esa consigna gobernaban disfrutando de placeres y canonjías derivadas del poder sin importar las condiciones infrahumanas en que se debatía la masa poblacional. La estructura de gobierno la configuraban el Rey, su familia y su Corte, sus amantes y la elite de señores feudales con títulos nobiliarios otorgados por la jerarquía monárquica: Regentes, duques, príncipes, etc. La sucesión era en línea directa y en muchos casos quienes realmente ejercían el poder eran los Regentes a cuyo encargo estaba la administración del poder en tanto el delfín llegaba a la mayoría de edad, doce años, entonces. Todo caminaba entre placeres e intrigas palaciegas mientras las condiciones económicas de su tiempo fermentaron el comercio, la navegación propiciando la generación de una nueva clase social, los comerciantes que acumulaban riquezas cuyo exceso creó el crédito, los préstamos para obtener mayor ganancia. Ese nuevo estamento social paulatinamente fue acumulando poder político que enfrentó a la monarquía exigiendo reacomodos sociales y políticos, así se crearon las circunstancias que dieron origen al capitalismo dando fin a la monarquía absoluta basada en el feudalismo, porque el nuevo señor y amo fue el voto, la Revolución Francesa lo explica todo.
Largo exordio, pero necesario para acentuar que el espíritu de la monarquía solo se encapsuló porque sigue vigente y recobra protagonismo en la línea de sucesiones políticas, lo hemos visto en Argentina con Perón e Isabel, igualmente con los Kirchner, Néstor y Cristina. Ni hablar de Nicaragua, donde no se sabe si Andrés Ortega es quien gobierna o su esposa lo gobierna y manda en ese país. Y ya en la parodia democrática, en México durante la hegemonía priista las sucesiones se vestían con elecciones de mágica manufactura porque antes de la votación todo mundo sabía quién iba a ganar y sería presidente de México. Y como en política los espacios vacíos de inmediato se ocupan, al desocuparlos el PRI irrumpió Morena, el partido que ya gobierna 24 entidades federativas, tiene mayoría en casi todos los congresos legislativos y la presidencia es suya. En 2016, en Veracruz, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares pretendió una sucesión hereditaria en línea directa en beneficio de su hijo, Miguel Yunes Márquez, el voto en contrario se lo impidió; seis años antes Fidel Herrera Beltrán lo había logrado poniendo un Delfín acondicionado para cubrirle las espaldas y lo hizo a la perfección. En 2018 Rafael Moreno Valle, del PAN, heredó el gobierno de Puebla a su esposa, en Zacatecas, otro Monreal desea recibir de su hermano el gobierno de esa entidad; en San Luis Potosí, el gobernador quiere heredarle a su esposa el gobierno (Ley esposa); no es secreto que decenas de gobiernos municipales son herencias familiares. Y para cerrar ese vicioso círculo, el expresidente López Obrador, colocó a su hijo Andy en la Secretaría General de Morena para hacerlo crecer y lanzarlo a la presidencia en 2030 (que en el símil francés colocaría a la actual mandataria en calidad de Regente), solo que para ese entonces ya habrá corrido mucha agua bajo el puente y ocurrirán acontecimientos de fuerte impacto en la vida nacional, nada está escrito en piedra y debe inferirse que pudiera haber un rediseño en el horizonte político pues vendrá la elección de 2027 cuyo resultado dará la señal para 2030. Cabe especular que en el escenario a futuro las circunstancias en México pudieran acomodarse para favorecer al actual titular de Seguridad Pública nacional porque, como antaño se decía: “si el problema es económico, el candidato debe ser el secretario de Hacienda, si es político, el de Gobernación”. Esta cita pudiera considerarse fruto de un atavismo político, o simple nostalgia, pero la política es una actividad que se nutre fundamentalmente de la lógica, y el día a día del país contribuye a esa inferencia. |
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