El discurso oficialista mexicano está cada vez y en mayor medida más cercano al mundo de lo virtual, o sea lo inexistente, que a la complicada maraña de una terca realidad inmune al disfraz de la retórica. Hace unas semanas, en una conferencia en The Americas Society, Rodrigo Mariscal Paredes, titular de la Unidad de Planeación Económica de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se permitió la ligereza de afirmar que “las familias mexicanas poseen los ahorros y empleos necesarios para superar una latente recesión económica en el país”. Esa audaz afirmación provocó la hilaridad de los conocedores del tema económico, también entre los mexicanos que buscaron por todas partes las constancias de esa supuesta bolsa de ahorro en su poder. Pero la presidenta Sheinbaum no se queda atrás en esa clase de temerarias afirmaciones porque día a día gusta en afirmar lo bien que va nuestra economía, cuando en realidad México no está creciendo y en 2025 simplemente no habrá crecimiento económico.
Pero ya nada debe extrañarnos de ese discursero optimismo pues es frecuente escuchar que “México es el país más democrático del mundo” (así lo dijo la presidenta aludiendo a la elección judicial en la que solo votaron, la mayoría inducidos, poco más del 12 por ciento del padrón electoral), y en esa lógica debemos asumir que el discurso oficialista habita en utopía pues solo refleja un universo artificial, fruto del deseo que así fuera la realidad, lamentablemente el reality show lo contradice. Porque en la elección referida apenas votó el trece por ciento (trece millones de votantes de una lista electoral de casi cien millones), es decir, se abstuvieron de hacerlo ochenta y siete millones de ciudadanos. No obstante ese divorcio con la realidad, un elemento recurrente es la pegajosa cantaleta orientada a destacar “nuestra” soberanía, de uso común en la CuartaT. Tal fue la medula en la retórica de AMLO, quien continuamente aludía a la “soberanía energética” y a la “soberanía alimentaria” como metas de su gobierno, pero ambas quedaron en lo anecdótico, muy lejos de hacerse realidad. Ahora, la presidenta Sheinbaum nos habla de una “soberanía sanitaria”, para alcanzarla promueve atraer inversiones para la producción de medicamentos, vacunas y dispositivos médicos en el país, es muy loable paradigma, pero en sentido contrario opera la sensible mengua del Estado de Derecho, la inseguridad jurídica, la violencia y la inseguridad, un material toxico contra para los inversionistas. “Vamos bien y viene lo mejor”, decía engañosamente Fidel Herrera cuando imponía a Duarte como sucesor, esa frase sigue vigente ahora, porque ni vamos bien ni existen garantías de que venga lo mejor. |
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