El discurso público nos dice que en México “vamos bien y nos va a ir mejor”, sin embargo, el parámetro de la realidad no guarda ninguna semejanza y tampoco refleja información tangible sobre mejoras o avances en obra pública, inversión privada, crecimiento económico, etc. El balance del primer año de gobierno revela un crecimiento de 0.03 por ciento, prácticamente cero, si se acumulan los obtenidos por el gobierno anterior tendríamos que concluir en que llevamos siete años sin un genuino crecimiento económico que señale un sustantivo avance nacional hacia el bienestar de la población. La reducción de la pobreza que tanto festeja el gobierno refiere a población que recibe beneficios de programas sociales, sin duda un buen punto, empero, para sostener el ritmo de ese gasto se requiere de crecimiento económico que aumente la recaudación fiscal, de otra manera se tendrá que acudir a un mayor endeudamiento, que tiene sus límites. Para colmo, el gasto público tiene cargas adicionales pues deben destinarse subsidios para mantener en funcionamiento los proyectos emblemáticos del gobierno anterior, el Tren Maya, por ejemplo, requerirá de, por lo menos, 2 mil 500 millones de pesos para mantenerse funcionando pues lo que ingresa no alcanza para cubrir los gastos que genera su funcionamiento. Así se mantendrá mientras no se concluya la infraestructura para la operación del tren de carga que venga a coadyuvar con los gastos de su operación.
Las entidades federativas tienen una dependencia financiera del gobierno federal muy acentuada, esa condición limita su capacidad para diseñar y llevar a cabo proyectos de infraestructura, un retraso en las transferencias federales impacta en el ejercicio presupuestal de los estados, esa es una de las causas del subejercicio presupuestal que, sumado a la incapacidad de gestión, se refleja en el retraso de la obra pública y el desarrollo de los programas de gobierno. 2026 no anuncia buenas nuevas, pues mientras no haya inversión privada que complemente la de origen público difícilmente habrá crecimiento económico. El Consejo de Inversionistas impulsado por el gobierno con la participación de la cúpula empresarial es buen intento, pero la desconfianza y la falta de certidumbre limitan el entusiasmo de los inversionistas, porque el dinero no tiene ideología y su único interés es la ganancia. |
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