Ahora que de moda se puso la restauración de la Catedral de Notre Dame, uno recuerda las veces que ha visitado ese lugar de culto religioso, porque es visita obligada como ir a la Torre Eiffel. A la llegada busca uno las alturas donde Víctor Hugo inmortalizó al gran Quasimodo, había misa cuando entré, al terminarla se recorre toda y pasa uno a un lado donde hay un espacio dedicado a la Virgen de Guadalupe, con su bello cuadro y una bandera mexicana. Allí se resguarda la Corona de Cristo. Me acordé ahora que en 1931 una mexicana excepcional, Antonieta Rivas Mercado se suicidó de un tiro al corazón, frente al altar, muchos dijeron que por el amor a José Vasconcelos. Voy a su historia.
“Fue hija del famoso arquitecto y escultor Antonio Rivas Mercado, entre cuya obra destaca la Columna de la Independencia de la capital del país y la Victoria que la corona, a la que llamamos Ángel. Bajo la guía de su padre, se educó en un riquísimo ambiente cultural; aprendió música, danza y otras artes desde niña. En cambio, su vida privada estuvo marcada por una serie de desventuras que la orillaron al suicidio. Algunos dicen que se disparó por el amor de José Vasconcelos, candidato fallido a la presidencia y secretario de Educación. Hombre de letras, como Antonieta”.
EL SUICIDIO
“Los testimonios que levantaron la prensa y la policía francesas la describieron como una mujer alta, esbelta, vestida con elegancia y completamente de negro; seda negra en las piernas. No se le veía el rostro, llevaba un largo velo. Había terminado la misa; apenas quedaban unas cuantas personas en la Catedral de Notre Dame. Un cura joven pasó, con un mensaje que llevaba a la sacristía; advirtió a la mujer, de pie ante una imagen de Cristo crucificado. Ella se acercó a un reclinatorio y se arrodilló. Parecía orar. Luego, sacó de su bolso una pistola y se la llevó al pecho. Disparó. El sonido del tiro rebotó en los antiguos muros medievales y se mezcló con las campanas, que marcaban las 12 y media del día. Uno de los feligreses volteó y lanzó un grito, al ver cómo la mujer se desplomaba. Llegó corriendo el sacerdote que unos momentos antes había visto a la dama enlutada.
-¡Cierren las puertas!
Alcanzaron a administrarle la extremaunción a la moribunda. Con un abrigo improvisaron una almohada; alguien la arropó con un chal. Apareció el párroco, que mandó a todo mundo a su casa, advirtiendo que a la brevedad se realizaría el oficio de reconsagración del templo: la grandiosa Notre Dame, joya de la Ciudad Luz, había sido profanada por la voluntad suicida de una mujer que, luego se sabría, era mexicana. No sabían quién era. Murió sin decir nada acerca de su nombre o su familia. Llevaba colgada al cuello una medalla de la Virgen de Guadalupe”.
El suicidio de Rivas Mercado en la catedral de Notre Dame inundó los periódicos parisinos. Permaneció sepultada en un cementerio de Francia hasta que finalizó la concesión de su tumba; como nadie se ocupó de su osamenta, fue enviada a la fosa común. Por su parte, Vasconcelos rechazó la pistola que la policía francesa quería regresarle”. |
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