Hace un par de días, tomando un café con un amigo que acaba de llegar de los sitios europeos donde la guerra y la ocupación nazi se dio, me mostró un par de fotografías de unos zapatos varios, mostrados como un ritual de la muerte en el malecón y en homenaje a todos aquellos que los nazis fusilaron y lanzaron al rio Danubio. Me impresionó. Entonces recordé aquellos sitios que he visitado cuando la Segunda Guerra Mundial fue escenario de esa Guerra. Recordé de inmediato el libro de Juan Eslava Galán, la historia de la ‘Segunda Guerra Mundial contada para escépticos’, escrita como quizá ninguno. Luego mi memoria me llevó al único viaje que hice a Berlín, hace 20 años, allí con la guía, una mujer grande, güera y robusta, con un buen español, le preguntaba los sitios de Hitler y evadía respuestas, cabeceaba como Jared Borgetti, de eso allí no se hablaba, aunque hubieran pasado los años. No me gustó que vi una estatua a un soldado ruso, los rusos hicieron atrocidades con ese pueblo y eso que eran amigos, luego les hicieron el Muro de Berlín, para que no hubiera dudas de cómo operan los comunistas. Esos días que, hospedado en el suntuoso hotel Adlon, el hotel sede de Hitler y su staff de malosos para reuniones pomposas y fiestas, tenían a la gran Leni Riefenstahl, cineasta y amiga personal de Adolf Hitler, elegida para realizar una serie de documentales sobre el III Reich, con la grandeza y pureza de la raza aria, esos videos aún se pueden ver en Youtube A pocos metros, frente a la puerta de Brandemburgo, fijaron un Memorial del Holocausto, recordando a los judíos que habían sido abatidos y condenados por esos rufianes. Escasamente encontré un sitio de campo de concentración, pero de eso no quieren acordarse. Todo en ello era historia, Berlín fue reconstruida en su totalidad, para dejarla como antes del bombardeo.
LAS PARISINAS
Paris fue el único sitio donde el Führer y un grupo reducido, con su arquitecto Albert Speer, visitó por tres horas la ciudad. Se inclinó en una reverencia ante Napoleón en su tumba y vio lo que pudo. Quería un Berlín como París. No se le hizo
En Paris tienen en cada esquina, y eso lo vimos el amigo que no es rico, José Luis y Yo Mero al salir un día de comer en el Au Pied de Cochón, en cada esquina hay una nomenclatura con los nombres de la gloriosa resistencia francesa, que cayeron liberando a su pueblo. En el mismo París hay dos estatuas gigantescas de Winston Churchill y Charles de Gaulle. Como la hay en Inglaterra frente a su Parlamento. En la academia de Harlingen, Texas, donde muchos jóvenes mexicanos fueron a estudiar, luce una grande estatua de aquel tiempo cuando izaron la bandera en Iwo Jima. Por doquier uno encuentra testimonios de esa Guerra cruel. En Arlington, Virginia, ni se diga, allí vi una vez el bello ceremonial de cada hora en la Tumba del Soldado Desconocido, con la leyenda: “Aquí yace un soldado solo conocido por Dios”.
En San Diego, California, existe una estatua del beso más famoso del mundo, cuando en Times Square un marinero besa a una enfermera al término de la Guerra. Fija junto al portaaviones Midway, estatua que tiene 25 pies de altura. Cuenta la leyenda que si pides matrimonio en esa estatua, duras para siempre y te irá bien y bonito.
Bien lo decía el mismo Hitler: “Si ganas la guerra, no necesitas dar explicaciones. Si pierdes, no deberías estar allí para explicar”.
Así lo hizo, prefirió el suicidio a rendir cuentas en Núremberg.
En Santander hay un monumento en el Faro llamado al Cabo Mayor, es una figura de un hombre agarrado con sus manos para no caer al acantilado, donde los tiraban a morir. Pero esa fue otra guerra española.
Si luego me acuerdo de más, ahí les cuento. Por lo pronto, eso recuerdo |
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