Suelen decir que los ciclos terminan, cuando los cambios se avecinan. Ahora con la competencia a flor de piel, los grandes comunicadores y comunicadoras deportivas de nuestros canales, como los peces en el rio, brincan y brincan y no dejan de brincar de una a otra televisora. Ahora buscan competencia, hay tantos canales deportivos: Telemundo, Fox Sport, ESPN, TV Azteca y Televisa, entre otros, y hasta Netflix ya se metió a las peleas de box y anuncia para Navidad los juegos del fut americano. El deporte es vida y rating. En las pantallas normales, después del vendaval del sexenio macuspano, muchas cabezas cayeron, mutaron a otros espacios porque la presión del poder era muy fuerte y luego los convenios a veces son la vida. Azucena se fue de Milenio y ese noticiero no volvió a ser el mismo. Pierden rating pero ganan en billulla (eso es dinero). Los comunicadores incómodos se tienen que aquietar o irse, como la mayoría no se aquietan, pues se van. Ciro salió por piernas a Madrid cuando lo quisieron matar aquí en México y es la fecha que no sabe quién lo mandó matar, el autor intelectual está vivito y coleando y riéndose, seguro. Era el tiempo de odios y rencores hacia los comunicadores críticos. Ciro no tenía vida propia, si salía a la calle lo escoltaban cuatro polis, si iba a un restaurante, lo mismo, optó por
Madrid y ahora suelen verlo tranquilo en los restaurantes y por la calle Serrano, cuando se va a dar su vuelta por las tiendas.
Pero al programa de Ciro también le llegó su fiestecita. Era el noticiero de radio más visto por la mañana y debe seguir siéndolo. Tenía un Madison Square Garden, y él a ratos era como aquel promotor, George Parnassus, que acordaba las grandes peleas de box. Tenía por un lado a los defensores de la 4T: Arturo Zaldívar y el insoportable Epigmenio Ibarra. A Lilly Téllez ya le habían dado las gracias, por la misma presión del poder, entonces Ciro la niveló con Santiago Taboada y Germán Martínez. Hasta que llegó el clinch del comunicador con Epigmenio Ibarra y eso fue un vaso que derramó el agua. La empresa y el mismo comunicador optaron por darles las gracias a todos y se quedó sin colaboradores fijos, ayer mismo dio las gracias a Santiago Taboada, que sabía era su último programa. No es el mismo caso de Jorge Ramos, de Univisión, que terminó su contrato de 38 años como gran comunicador y entrevistador y, al no llegar un acuerdo con la empresa, se fue de ese noticiero. Lo despidió al aire otro gran amigo suyo, Raúl Peimbert Díaz, orgullosamente veracruzano. Se va a extrañar a Jorge Ramos, ese comunicador que tambaleó al criminal dictador Maduro, cuando al entrevistarlo en su país no aguantó ni la segunda pregunta y lo tuvo retenido en Venezuela hasta que entró el gobierno americano a decirle este insolente cabrón: “Lo sueltas, o mando un comando por él”. Lo soltó.
Buena suerte Jorge, adónde vayas tendrás el éxito de siempre. |
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