Escrito desde Monterrey. Suelo cada que puedo, por azares del destino, ir a los estadios de futbol cada vez que se puede. Lo hago por dónde ande. Un par de veces vi el más grande de todos los clásicos, el de Boca-River en Argentina. Esos clásicos no los iguala nadie. Son de terror y pasión y miedo. Quien ha tocado esos estadios sabe de qué les hablo. Cuando los vi por primera vez, me asombré. Al final de los juegos las dos porras llegan a los líos y algunas veces ha habido hasta muertes. Sucede que, cuando acaba el juego, primero dejan salir a la porra de visitantes, luego vamos nosotros los civiles, y media hora después salen los de casa, porque esas porras si se encuentran a la salida terminan en líos. Pero no deja de ser un espectáculo impresionante. Por doquier me meto a los estadios. Cierta vez en el Sardinero de Santander vi a aquel Barcelona del argentino Riquelme, y en Madrid vi a casi todos los del Real Madrid, desde aquel gordito Ronaldo, el brasileño, hasta la época de oro de Cristiano Ronaldo, también he contado que alguna vez en Barcelona en el Camp Nou admiré el debut de Messi, cuando Ronaldinho era la estrella y el mexicano Rafa Márquez formaba junto con Pujol la mejor media defensiva de Europa. Muchas historias y muchos relatos. Anoche me tocó ir de invitado por Ángel Zepeda Diez, sobrino de mi yerno Luis, que aquí vive hace años, ir al juego de la liguilla entre Monterey y Toluca. Conocer ese nuevo estadio BBVA, conocido como el gigante de acero, un nuevo estadio que está listo para el Mundial de 2026, donde seguro jugarán algunos partidos mundialistas de la FIFA del pelón Gianni Infantino. Tiene capacidad para 53 mil 500 personas y es un estadio bello, digno del billete del grupo Monterrey, donde alberga a dos equipos, cada uno en su cancha, este y el de Tigres. Pero los Rayados tienen historia y pedigrí. Sus dueños son Coca Cola y Femsa, los dueño de los Oxxos. Llegar y verlo impresiona, es una maravilla para alguien que ha conocido estadios bellísimos, como el de los Vaqueros de Dallas en futbol americano. El precio de un palco es de 3 millones y medio de pesos, para ver cuatro juegos mundialistas. Aquí juega el eterno capitán del Real Madrid, Sergio Ramos, que es una estrella que, cuando lo presentaron como nueva contratación, llenó el estadio.
Pues allí me tenéis listo para ver el juego de liguilla entre Monterrey y Toluca, el uno contra el ocho. El tráfico vehicular es una constante problemática todos nuestros estadios, más los metropolitanos, hay que salir unas dos horas antes y se llega al estacionamiento. Ángel nos guiaba, metía el auto a la zona de estacionamientos, al tener acceso libre y caminar unos 200 metros para admirar esa mole de acero. Digna de toda esta afición. Hacía calor, a las 7 en punto pitaban el inicio del juego, estadio lleno, dos cosas me sorprendieron, la cantidad de regias, muchachitas jóvenes y señoras de edad que con sus camisetas de Rayados se entremezclan entre la afición, jamás había visto tantas jovencitas ir a un estadio y ser fieles aficionadas, Monterrey lo logra desde hace muchos años. Otra cosa que sorprende, es que ya desde tu asiento, de acuerdo a la modernización de los celulares, ordenas tus chelas o refrescos o algún hot dog y una jovencita te lo lleva a tu sitio, ya no pululan los vendedores entre la gente.
Tiene la característica de los mejores estadios del mundo, en su alrededor interno hay negocios de comidas y de venta de suvenires, me hice de una gorra y a la empleada le dije que la gorra del Monterrey vale un poco más que la misma cotizada gorra del Real Madrid, aquella vale en una tienda de Gran Vía, 25 euros, unos 500 pesos, más o menos, aquí la regia vale 650. Pero me hice de una. La grama del estadio luce impecable, anochecía y el cielo no dejaba ver el icono de la ciudad, el Cerro de la Silla, donde logra verse impactante. El juego lo habrán visto muchos, ganó Monterrey 3-2 y van a Toluca por la revancha, el segundo juego de eliminatoria.
Sergio Ramos no alineó. Ni modo. Hay días así
|
|