Sigo en ambulantaje en Monterrey. Esta ciudad es impresionante. Hacia una veintena de años que por aquí circulé a algo, quizá fue una vez que volé a algún lado o una cierta vez de hace buen tiempo, cuando los trenes circulaban con pasajeros y tomé el llamado Regiomontano, un tren de lujo, de ensueño y de primer mundo, dice el Google que durante 37 años circuló hasta que en 1997 dejó de pitar, para duelo de los hombres ferrocarrileros, todos salían de Buenavista y traía camarotes y comedor y viajabas toda la noche y al despertar, ya era de mañana e ibas entrando a la ciudad, los trenes dejaron de funcionar con Zedillo, ahora el Coco de la 4t, los privatizo y los trenes de pasajes se fueron al carajo, diría Milei, de allí alquilé un auto y me fui a Mc Allen. Otra vez en la ciudad texana las pistas de los aeropuertos de Reynosa se helaron y fue cerrado el aeropuerto y tuve que viajar para volar por este de Monterrey a CDMX, aún no había los vuelos domésticos como hoy, que igual vuelas de Veracruz a Reynosa y cruzas frontera, que de Veracruz a Monterrey directo. Aquí me agarró la mañana desayunando en el Fiesta Americana cuando se escucharon tañer las campanas de las iglesias cercanas, anunciando que había Papa. Y el mundo de la tele se volcó a ese evento mundial, donde se vio que tenían buen consenso, porque la encerrona llamada Cónclave solo duró dos días y salió el humo blanco. Es León XIV, así se hizo llamar, y el León siempre es cómo lo pintan. El que echó las campanas al vuelo fue Donald Trump, el primer Papa americano -aunque ahora se pelean si es peruano o americano-, que llega a ser Obispo de Roma y el mundo católico sonrío, como si estuviera en Orizaba.
EN LA GRAN BARRA
Llega la hora de la comida y tenemos invitación con la familia Rodríguez Leyva, los hijos de Tavo y Alicia, orizabeños empresarios que vinieron a estudiar y aquí formar empresas y a sus familias, esposa, hijos y nietos, familia muy unida y de gran cariño para los paisanos orizabeños. Octavio y Christian, con sus esposas, Erika y Bertha, y el sobrino, Oscar, grande anfitriones para comer en el mejor restaurante de Monterrey, La Gran Barra, ubicado en la Torre Cytrus en San Pedro Garza García, uno de primera división con un servicio de primera y comida que en pocos lugares del mundo se disfrutan. Estaba lleno, gozando de la preferencia de los comensales regiomontanos. Un agradecimiento por las atenciones que nos brindan a nosotros, que venimos de tierras chayoteras. Gran familia. Allí entre los postres hablé con Fidel Herrera Borunda, una llamada telefónica de Christian, su amigo personal, me puso con el hijo del gran ex gobernador y querido amigo, Fidel Herrera Beltrán. Lo escuché triste, la tristeza de perder a un padre y hace no mucho a su querida madre, doña Rosa Margarita, pone a los hijos en un duelo perenne. Esas heridas que jamás cicatrizan y sanan y uno les recuerda de por vida. Fidel le escribió en su Facebook una carta hermosa de despedida al padre. Les deja el ex gobernador un legado de hombre bueno, que siempre vio por los más necesitados. Lo van a constatar ahora que el domingo llevan sus cenizas a Xalapa y le hacen un homenaje póstumo en el Congreso y una Misa en Catedral. Qué Dios lo tenga en su gloria.
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