José Miguel Cobián
Desde que el hombre se agrupa en sociedades, la lucha por el poder ha sido parte de esencial de la política. Para lograr sus objetivos, personajes no muy éticos se dedican a difamar a sus adversarios o a sus posibles adversarios, con el fin de utilizar esos mecanismos para manipular las mentes de aquéllos que deberán de aprobar su llegada o permanencia en el poder. Hoy la difamación y la mentira llegaron para quedarse en la época de la post verdad.
Las técnicas son muy variadas, desde las más burdas como mentir de manera absoluta y descarada, por ejemplo: un sector afirma que los damnificados por la última inundación no han recibido nada de ayuda por parte de la autoridad, por el otro lado, se afirma que hasta el ejército está entregando ayuda en enormes cantidades. El primer sector no necesita mucho, una grabación o un testimonio de alguien que sea o parezca afectado de la zona de desastre. El otro grupo puede mostrar videos antiguos de caravanas del ejército, sin ni siquiera mostrar que es lo que se transporta.
Otra técnica muy socorrida, y que sufrí en primera persona, fue la difama para después utilizarlo. Me explico. Alguien le dijo a la síndica del ayuntamiento de Córdoba, que yo aspiraba a ser candidato a diputado federal. Le hicieron creer que yo tendría muchas posibilidades de ganarle, pues ella también aspiraba a esa posición, que al final quedó en manos del hoy diputado Zenyanzen Escobar. Yo no tenía el mínimo interés ni la mínima idea de lo que pasaba. Sin embargo, con presupuesto del ayuntamiento, durante cinco días consecutivos se dedicaron 73 muros de Facebook y portales de noticias a compartir fotos de mi domicilio privado, de algunas propiedades, y sobre todo de difamarme ante una opinión pública manipulable e ignorante, que aceptaba cualquier cosa que publicaban los medios por instrucciones de ella.
La intención era clara, y yo me divertí de lo lindo por el gasto inútil. Si yo me postulaba para esa candidatura, y ella también se postulaba, esas publicaciones en los distintos medios de difamación locales, (que no son dignos de ser llamados medios de comunicación), esas publicaciones serían usadas para demostrar que yo no merecía aspirar a esa candidatura.
En otras ocasiones he visto que se utiliza una edición de un periódico para sacar una noticia a ocho columnas difamando a alguien. Cuando ese alguien aspira ya como candidato a algún puesto, esa noticia falsa se utiliza como prueba de la falta de calidad ética o moral del candidato al que se ataca. Mientras, el periódico en otras épocas, al día siguiente corregía su información y aclaraba que no era correcta, debido a la exhaustiva investigación de uno de sus reporteros. A últimas fechas, ya ni siquiera corrigen, la ética en algunos medios cada día está peor.
No falta el chisme barato, como el que le aplicaron a AMLO diciendo que había asesinado a su propio hermano. Chisme sin el menor sustento, pero que hasta la fecha ha servido para que sus opositores (algunos), se llenen la boca acusándolo de Asesino.
También se usa mucho la mentira en boca del poderoso. Por ejemplo, cuando Miguel Ángel Yunes acusó a Javier Duarte de proporcionar un medicamento anti cáncer llamado Avastin, en forma de agua simple a niños con cáncer. Hasta la fecha, esa gran mentira –pues el Avastin no es apto para menores de edad- sigue vigente, a pesar de la investigación y los resultados de la misma por parte de los mismos laboratorios que lo producen. Como no se le dio la misma difusión, a los resultados, y debido a que el mexicano siempre es propenso a creer lo peor, ya quedó esa mentira en el imaginario nacional.
En los últimos tiempos, la mentira en boca del poderoso ha sido muy útil para manipular mentes de votantes y afectar a aspirantes a puestos de elección popular. Por ejemplo, la acusación de que el FONDEN era saqueado con singular alegría cada vez que había un desastre natural. De entrada es lógico pensar que había desviaciones, lo acostumbrado cuando son mexicanos los que manejan los fondos públicos, pero de ahí a creer que se robaron todo el dinero, es poco menos que absurdo, pues los resultados de los apoyos están a la vista de todos los afectados. Peor aún, se justifica su desaparición, cuando siendo algo que funcionaba, debía de haberse fortalecido para evitar cualquier tipo de desvío. Pero como propaganda y como beneficio económico, siempre ha sido mejor destruir que corregir.
Hay otro tipo de propaganda negra para destruir vidas y reputaciones que tiene sustento real y la denominamos filtraciones. En estos días, hemos visto como todos y cada uno de aquéllos que le dieron la espalda a la presidenta han sufrido el escarnio y la vergüenza pública. Nuestros extranjeros favoritos, Andy, Bobby y Pepín López, los primeros hijos y el último hermano de AMLO, han sido evidenciados, desde la casa gris, los viajes y los airbnb en Japón o los 13 ranchos viniendo de una familia humilde.
Gutierritos y dato protegido ya no tienen futuro político. Y en el caso de Adán Augusto, el hermano por cariño de AMLO, ha quedado en el centro de la mayoría de los escándalos de los últimos días, en calidad de corrupto y criminal. Esos y otros escándalos como el del huachicol del almirante Ojeda han dejado impunes a las cabezas pero el pueblo de México ya los juzgó y condenó.
Nadie tiene la capacidad para seguir en sus viajes a Monreal y a Andy, tomarles fotos y compartirlas en los medios, salvo la propia presidencia de la república. Todos los documentos seguramente salieron de allí. Mientras que el asunto de Ojeda lo ventiló el propio secretario de Marina.
Las filtraciones también son usadas actualmente a nivel local en Córdoba Veracruz para exhibir o dañar la reputación del alcalde saliente, regidores o empleados. Todo con el mismo fin, y lo más curioso, es que en algunos casos, las notas en contra, han sido pagadas por el propio ayuntamiento.
El arte de hablar mal de alguien para debilitarlo ante la opinión pública, es algo muy común en la política garnachera mexicana, porque eso gusta y es disfrutado y compartido por el público. Salvo por un detalle, los verdaderos políticos, saben que no son moscas, y que uno o mil periodicazos no les hace daño. Los fortalecen para cuando se ofrezca, pagar con la misma moneda, o los hacen famosos.
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