“YA MATARON a la perra, pero quedan los perritos...”, advierte Juan Rulfo al iniciar El Llano en llamas, cuento que forma parte de los veintitrés relatos que conforman el libro del mismo nombre, en el que describe la situación social y política del México sobreviviente a la Revolución Mexicana (algo como lo que está viviendo el País con tanta y semejante violencia), el cual, sin rumbo, quedó sumido en una guerra y olvido, donde sus habitantes son más que personas, almas en pena que sobreviven sin tierra ni esperanza y a merced de las convulsiones sociales que traen consigo un río de sangre, venganza y violencia. Y eso pareciera estar pasando en la Entidad, una postrevolución desorganizada donde la violencia se apodera de todo y deja en la orfandad a familias y a padres sin sus hijos, como a punto estuvo de ocurrir nuevamente en Tierra Blanca, donde cuatro jóvenes deportistas y la esposa de uno de ellos fueron levantados (cinco en total) desde el sábado pasado, todos originarios de Río Blanco tras asistir a un partido de futbol de la Liga Municipal de Veteranos con el equipo Colombia Royal que los contrató como refuerzos. Según nos cuenta un acucioso y oportuno reportero cuenqueño, se trata de los futbolistas amateur: César Cruz Carrasco alias “Sampaio”, Alain Manzo, Enrique Ronald Rojas Pérez alias “Chitiva”, Luis Miguel Muñoz Rodríguez y la esposa de este último quienes fueron, finalmente, liberados pasado el mediodía de este lunes gracias a la presión social ejercida. Nada se sabe de en manos de quienes estuvieron cautivos, pero los atribulados familiares revelaron que “gracias a Dios” ya están sanos y salvos.
LO CURIOSO es que Arturo Bermúdez Zurita, ex secretario de seguridad pública -y a quien se atribuyen desapariciones forzadas durante su gestión, entre otras cosas-, está en la cárcel; también lo está el ex delegado de la Policía Estatal en Tierra Blanca, Marcos Conde Hernández y siete elementos policiacos a su mando, además de tres presuntos integrantes de un cártel que operaba en la zona, todos ellos por la desaparición de cinco jóvenes de Playa Vicente ocurrida en Tierra Blanca en Enero de 2016, amén de otros 19 o 25 ex integrantes de la SSP, también, señalados por ilícitos semejantes, por lo que uno se pregunta: ¿y ahora a quién culpar de las desapariciones que siguen ocurriendo cuando se transita de noche por aquellas carreteras o en las del sur?. Los muchachos de Río Blanco desaparecieron tras convivir con sus compañeros de equipo en la colonia Federal, pero los familiares perdieron comunicación con ellos –vía WhatsApp- cuando viajaban de retorno en un automóvil Jetta Volkswagen color negro, placas YHT-95-95 en el tramo Tierra Blanca-La Tinaja, y nadie les informaba nada, hasta que este lunes, después de tanto insistir recibieron respuesta; estaban bien. Pidieron a sus familias no preguntar más, pues no podían hablar de lo sucedido por teléfono, pero ya estaban libres “gracias Dios” se escuchó la voz entrecortada de uno de los desaparecidos que, repetimos al igual que él: “gracias a Dios”.
EL SUCESO pone en relieve que algo muy grave está ocurriendo en la Cuenca del Papaloapan, concretamente en la llamada puerta de esa región, pues aún se recuerda cuando en Enero de 2016, cinco jóvenes que regresaban a Playa Vicente tras festejar el cumpleaños de uno de ellos en el puerto de Veracruz, fueron interceptados por policías estatales de Tierra Blanca “para una revisión de rutina” cuando, en realidad, los levantaron y entregaron a la delincuencia, y desde entonces nada se supo de ellos, aunque versiones indican que fueron ejecutados y desaparecidos en ácido, algo que por fortuna no ocurrió esta vez, pero, sin embargo, el susto a los muchachos nadie se los quita. Los ejecutados en Enero de 2016 fueron José Benítez de la O, de 24 años; Mario Arturo Orozco Sánchez, de 27; Alfredo González Díaz y Bernardo Benítez Arróniz, ambos de 25, y Susana, de 16 años, quienes desayunaron en un negocio para después abordar un vehículo, también Jetta, con rumbo a Playa Vicente, de donde eran originarios. Venían de festejar el cumpleaños de Mario en el puerto de Veracruz. José Benítez de la O, minutos antes de ser levantado, envió un mensaje a su mamá en el que le dijo “Gorda, ya voy”.
LA DESAPARICIÓN de los muchachos fue acreditada a la Policía Estatal gracias a que un conocido de los jóvenes vio cuando los detuvieron cerca del centro comercial Chedraui. En las imágenes que captaron las cámaras de seguridad se ve a una patrulla Pick-up circular por una avenida, y atrás de ésta al Jetta donde viajaban los muchachos. Según las investigaciones, los jóvenes iban ya en la camioneta de los policías y el automóvil era conducido por uno de los oficiales. La unidad apareció abandonada en Paso del Toro, municipio de Medellín de Bravo, a más de 70 kilómetros en línea recta. Es decir, que el vehículo tuvo que haber cruzado el municipio de Tlalixcoyan o Cotaxtla para llegar sin que nadie lo detuviera pese al reporte que ya existía, lo que demuestra que los afamados retenes sirven para lo mismo.
Y FUE debido a la presión social que la Fiscalía General del Estado ordenó la detención de los policías Luis Rey Lendeche Colorado, Omar Cruz Santos, René Pelayo Vidal y Edgar Omar Ruiz Tecalco, todos por presunta participación en el delito de desaparición forzada. Los cuatro policías aceptaron haber detenido a los muchachos pero declararon desconocer su paradero. También fue detenido el delegado de la Secretaría de Seguridad Pública Estatal en Tierra Blanca, Marcos Conde Hernández –que ya tenía en su haber otros ilícitos similares en Cardel- y el policía Otoniel Cruz Linares, lo mismo que el uniformado Édgar Ramón Reyes Hermida. Fueron ocho elementos de Seguridad Pública y tres presuntos integrantes de la delincuencia de los que poco o nada se sabe de sus procesos, por lo que no es de dudarse que en poco tiempo nos desayunemos con la noticia de que ya están libres, como los presuntos secuestradores y asesinos de la sobrina del Obispo, Hipólito Reyes Larios, ahora.
Y ES que como bien dijera Juan Rulfo: “Ya mataron a la perra pero quedan los perritos”, y esto es un cuento de nunca acabar, pues como bien relata el escritor nacido en Sayula, Jalisco, ni siquiera la muerte de Pedro Zamora “la perra”, líder de los gavilleros que asolaban la región trajo la paz, ya que los cinco o seis hombres que sobrevivieron al ataque Federal se escondieron en las montañas mientras pasaba el tiempo para poder regresar olvidados y reintegrarse a la vida, ya que todos sin dudarlo se hubiesen pacificado si tuvieran la seguridad de que no los colgarían, pero meses después, cuando la vida parecía estar en paz, apareció un hombre a caballo cargado de armas quien les entregó a cada uno su fusil y les anunció el regreso de Zamora. De ahí en adelante, el relato comienza a mostrar cómo estos individuos tomaban por asalto pueblos enteros matando a sus hombres, violando a las mujeres y quemando casas y sembradíos, dejando a su paso un verdadero “Llano en llamas”. OPINA carjesus30@hotmail.com
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