AHORA QUE el Gobierno Federal anuncia la apertura de 100 nuevas universidades para dar cobertura a la creciente demanda de jóvenes que desean cursar estudios superiores, pero que no encuentran espacios en los centros de educación superior que actualmente funcionan en el País (340 de carácter público y 90 privados), bien vale la pena por lo menos tres reflexiones en torno al tema, positivo, por una parte pero poco reflexivo por la otra si no se realiza un estudio profundo que conlleve a soluciones contundentes y no solo a salidas populistas que graven, aún más, las deterioradas finanzas del País. 1.-Si bien México requiere ampliar la cobertura de la educación superior, ésta no debe estar enfocada, exclusivamente, a la formación de profesionistas tradicionales, sino acorde a las necesidades de cada región, incluida la profesionalización del ámbito agropecuario, minero y de seguridad, sobre todo la primera en aras de mejorar la producción y productividad de alimentos básicos, tan deteriorada en los últimos años, y sacar al campo del bache en que se encuentra. En ese tenor, más que universidades, lo que se requieren son centros de educación tecnológica-agropecuaria, colocando al frente a verdaderos expertos, y no como se pretende en Veracruz a partir del amigazgo, oportunismo, nepotismo o solo para favorecer a amasias o concubinas. La lista en nuestro poder de las remociones y nombramientos que busca imponer el flamante titular de la Secretaría de Educación de Veracruz. Zenyazen Escobar en los tecnológicos del Estado es, realmente, lamentable y vergonzosa y constituye, sin duda, un retroceso en la educación técnica superior. De hecho, el propio nombramiento del titular de la SEV es ya de por si ignominioso.
2.-ANTES DE echar a andar nuevas universidades de educación superior, López Obrador, en el ámbito nacional y Cuitláhuac García Jiménez, en el Estatal, deben tomar en cuenta que uno de los principales problemas de ese sector en el País y el Estado es el alto número de deserción escolar, pues de acuerdo a las más recientes cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en México de cada 100 alumnos que ingresan a primaria solo 21 terminan la universidad, cuatro de estos estudian una maestría y solo uno llegará a doctorado pero, ¿y qué pasa con el resto? La respuesta es simple: se incorpora a la informalidad provocando severos daños a la economía de la Nación, ya que independientemente de que la mayoría no están incorporados a prestaciones sociales, tampoco pagan impuestos pero si demandan servicios que cuestan a unos cuantos. Por ello, atender la deserción sería más prudente que andar creando universidades “patito” como ocurrió con la Universidad Popular Autónoma Veracruzana que pasó de ser un gran proyecto de formación de profesionales a una burla para infinidad de egresados que de pronto detectaron que sus estudios solo tienen validez en el Estado, en tanto esa casa de estudios se convierte en cueva de aviadores o desempleados.
SEGÚN LA Encuesta Nacional de Deserción Escolar en la Educación Media Superior, 49.7 por ciento de alumnos dejó inconclusa su vida académica por falta de recursos económicos para comprar útiles, pagar pasajes e inscripciones (porque aunque la educación es “dizque” gratuita las cuotas son elevadas para inscribirse), otro de los grandes problemas de quienes si están dispuestos a estudiar y alcanzar niveles superiores, pero la realidad de un País pobre los hace desistir, y aunque el sueldo promedio de alguien que realizó estudios universitarios es 80 por ciento mayor que el de alguien con educación media superior, además de que terminar la licenciatura reduce 51 por ciento el riesgo de incorporarse a la economía informal, lo cierto es que la realidad choca son los sueños, y el medio va absorbiendo a jóvenes que pierden el interés por el estudio, toda vez que en México aún persisten matrimonios y embarazos jóvenes que obstaculizan la ambición de crecer, profesionalmente hablando. Pero además de la pobreza, otro factor que incide en la deserción escolar es la desintegración familiar, ya que existen varios casos de menores que deberían estar cursando la educación básica, pero gracias a que sus padres se divorciaron o se separaron, no ocurre así.
3.-ES LOABLE la decisión de AMLO de impulsar la creación de 100 nuevas universidades cuyos maestros serán, seguramente, profesionistas desempleados, y eso amplía la buena intención del Presidente, aunque las escaleras se deben subir de abajo hacia arriba y no al revés, y solo para ilustrar, es pertinente señalar que el sistema educativo en México fue incapaz de mantener en la escuela a 80 por ciento de niños que iniciaron la primaria en 1999, y que actualmente tienen 24 años de edad, y si la tendencia se mantiene, señalan cifras de la Secretaría de Educación Pública, en el ciclo escolar 2017-2018 no acudirán 1 millón 193 mil 497 niños y jóvenes porque decidieron abandonar alguno de los grados escolares. Tan solo en el ciclo escolar 2017-2018 iniciaron más de 25.6 millones de niños y adolescentes que van desde preescolar hasta secundaria, pero no todos concluirán este año la escuela. Las cifras muestran que cada minuto renuncia a la escuela 2.2 niños y jóvenes mexicanos, según los datos del documento Principales cifras del ciclo 2015-2016, la estadística educativa más actualizada de la SEP.
POR ELLO, abrir más universidades descuidando el ámbito de la deserción escolar desde la primaria sería un proyecto fallido, ya que solo se estaría procurando educación superior a quienes tuvieron la posibilidad de llegar hasta ésta, dejando en el camino a quienes por falta de dinero para transportarse o adquirir útiles escolares, por desintegración familiar, porque la primaria y secundaria les queda muy lejos, sobre todo en zonas rurales, o porque los maestros no asisten, lo que les induce a abandonar su proyecto educativo y sumarse a los cinturones de pobreza que enriquecen la informalidad y en muchas casos la delincuencia. Ahora que, terminar una carrera universitaria, tampoco, es una ambición de muchos tomando en cuenta que, de acuerdo al Instituto Mexicano para la Competitividad, que compara carreras en 2016, el sueldo promedio de alguien que terminó la preparatoria es de 6 mil 208 pesos, mientras que alguien que cursó la universidad gana en promedio 10 mil 855 pesos, lo que motiva que algunos sean presa fácil de la delincuencia que les ofrece entre 15 y hasta 20 mil mensuales. Por ello, sin duda, más que abrir nuevas universidades se debería apoyar a las que ya existen para que amplíen su cobertura académica y en carreras, y en zonas semi urbanas y rurales impulsar los tecnológicos agropecuarios con carreras acordes a las regiones a fin de detonar la producción y mantener en sus lugares de origen a las personas, evitando la migración que fortalece la economía de otras naciones pero debilita la nuestra. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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