Alguna vez, alguien me comentó que la Universidad de Texas, en Austin, tenían todos los diarios Excélsior desde que apareció y vio la luz, en 1917. Sé que esa prestigiada Universidad, y la conozco una vez que fui a Austin, capital de Texas, guarda colecciones valiosísimas de los mexicanos revolucionarios, de Pancho Villa, Zapata, esos hombres bragados que hicieron la revolución, revolución de avanzada, antes de la de los comunistas soviéticos rusos. Pues para no hacerla muy larga, esa Universidad compró, en 2014, los archivos personales del Nobel Gabriel García Márquez, poco antes de su muerte. Todo con lo que escribía en su despacho mexicano, lo que corregía, lo que anotaba, fotos, tres computadoras, pues hubo un tiempo que el Nobel optó por la tecnología, y lo que archivó allí lo tiene la Universidad. Ahora la abrirán al mundo. Le pagaron a la familia 2.2 millones de dólares, antes de la muerte del escritor, y cuando la tuvieron en sus manos, como una joya, el director dijo: “Este es el lugar donde las letras de García Márquez han venido a descansar”, o sea su panteón ilustre, creo que se apañaron en esa compra una novela inédita. ‘En agosto nos vemos’, del gran Nobel. He estado un par de veces en Austin, hace una semana por poco voy allá porque un amigo pidió le acompañara, pero se me atravesó viaje a Mc Allen, el shopping siempre gana. Visité su Congreso, el Capitolio, copia del de Washington, y estuve en la sala de los presidentes, cerca de esa biblioteca donde hay pinturas gigantes de los tres presidentes que han llegado a gobernar: Lyndon Johnson, a la muerte de JFK, el Bush padre y el Bush chico, y se quiere colar el Bush tercero, pero el mamila Trump lo trae medido. No olvidemos que Texas fue país, primero, luego se convirtió en estado de la Unión y son los más radicales del mundo. Esa biblioteca o Centro Harry Ramson, es un panteón de las artes, tienen documentos de James Joyce, J.M. Coetzee, Faulkner y Arthur Miller; las libretas con notas de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein, los del Watergate, que hicieron morder el polvo al presidente Nixon, cuando el viejo chismoso conocido como Garganta Profunda, les filtraba todo. Suelen los americanos hacer grandes biografías, en primera porque son talentosos, segundo, porque cuentan con los apoyos de las becas de las fundaciones, un ejemplo, el maestro de Carlos Salinas en Harvard, John Womack Jr., profesor de Historia Latinoamericana y Economía, vino a México a investigar a Emiliano Zapata, en Anenecuilco, su pueblo, en los alrededores, y creó el mejor Zapata jamás escrito, que rivaliza con el del mexicano Jesús Sotelo Inclán, ‘Raíz y razón de Zapata’, publicado en 1943, estos americanos lo hacen así porque tienen dinero de las fundaciones que los becan, para estar el tiempo que sea necesario en la investigación. La compra de los texanos se hace con el poder de su firma, los millones de dólares de que disponen para cuidar los acervos históricos del mundo, es algo que se les reconoce, aunque tengan a Trump, que a veces parece texano. Bien hecho.
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