DICEN LOS expertos que la debacle en materia de educación en el País sobrevino a partir de la cancelación de aquella célebre materia conocida como “civismo” o “educación cívica”, la que permitía a profesores inculcar valores morales a los niños desde la primaria, pero con las reformas subsecuentes esa obligatoriedad pasó exclusivamente a padres o tutores, mientras que los maestros se convirtieron, meramente, en transmisores de conocimiento. Las viejas generaciones aun recordamos a los docentes que solían “educar” con una varita, a golpe de “borrador” o colocando al alumno en un rincón de espaldas a sus compañeros, y si la mala conducta o escaso aprendizaje lo ameritaba, con las afamadas orejas de burro. Eran pocos los reportes a los padres pero, se quiera o no aceptar, aquellos “correctores” –incluido el reglazo en la palma de la mano- formaron mexicanos más responsables, pues era obligatorio ponerse de pie y saludar respetuosamente a los mayores que ingresaban al salón de clases, decir los buenos días a padres, abuelos y tíos y toda persona mayor de edad, pedir permiso para ir al baño, despedirse del instructor, rendir homenaje a la bandera y al resto de los símbolos patrios, y hay de aquéllos que se declararan en rebeldía. Por esos tiempos los propios padres recomendaban a los maestros: -castíguelo si se porta mal-. Pero llegaron las adecuaciones pedagógicas que separaron la instrucción de la educación y todo se fue por la borda: los alumnos ya no respetan a sus maestros e, incluso, hay casos en donde los retan y hasta golpean. Muchos hijos perdieron el respeto por padres y mayores, y los símbolos patrios pasaron como a segundo término, de tal suerte que existen colegios donde ya no se rinde homenaje a la bandera como anteriormente se hacía cada lunes. Hay como la sensación de que cada quien hace lo que le viene en gana, apelando al evangelio de San Gonzalo (N. Santos), aquel cacique potosino que insistía en que la moral “es un árbol que da moras”.
POR ELLO es loable que el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, en un esfuerzo desesperado pero válido, intente recuperar esos valores con una “Constitución moral” que debería ser llevada a las aulas y no solo presentada como opción a los mayores, de tal suerte que los niños, desde su formación preescolar y básica vayan readquiriendo valores que se perdieron y que eran esenciales, lo que ha convertido al País en una nación de salvajes donde la vida –como decía el bien recordado, José Alfredo Jiménez- “no vale nada”, y la falta de respeto de jóvenes a mayores se convierte en fábrica de una sociedad sin solidaridad, maleducada y con tendencia personalista, donde es común observar escenas dantescas como la agresión o asesinato entre padres e hijos o parientes, y qué decir del prójimo que diariamente es ejecutado, descuartizado, asaltado, extorsionado, secuestrado, robado o amenazado. Un País que exige derechos pero que no está dispuesto a respetarlos a terceros, y que violenta las normas en todos sentidos, por lo que necesita urgentemente de esa constitución moral no como el evangelio que enseña a cultivar las “moras” sino a respetarnos en sociedad.
TIENE RAZÓN Héctor Díaz-Polanco, presidente de la Comisión de Honor y Justicia de MoReNa y uno de los impulsores del proyecto de AMLO cuando sostiene: “lo que completa el éxito político y lo hace perdurable son las transformaciones éticas que se reflejen en la consciencia de la gente. Si nosotros no hacemos esa tarea, si no logramos que la gente asuma un conjunto de nuevos de valores y principios y los haga elemento sustancial en su práctica diaria; si no creamos hábito moral, podemos obtener éxito momentáneo pero no será duradero; se nos derrumbará en la menor situación de dificultad”. Ahora bien, la educación cívica, educación para la ciudadanía, civismo o formación cívica (como guste llamarle) o, incluso, formación ciudadana, era un tipo de educación dirigida a las relaciones sociales que buscaba fortalecer los espacios de convivencia entre las personas; también enseñaba la solidaridad y la cooperación, la convivencia social ya sea dentro del plantel educativo o en la sociedad, y dentro de ésta se encontraba la enseñanza de las reglas. Y es que mediante las pautas de su conocimiento se adquiría el respeto por los demás. Buscaba que desde pequeños los niños manejaran conceptos que les permitieran enfrentar problemas sociales, pues al lograr manejar sus emociones y controlar su manera de proceder ante situaciones de la vida, se evitaba una sociedad violenta. La idea era que los niños desarrollaran sentimientos de compasión y sentido de la solidaridad, además de capacidad de servicio, pues incluía introducciones comprensibles del Derecho y Código Civil, y breves introducciones del derecho penal para que los menores fueran comprendiendo qué es un delito y por qué se deben evitar.
LA CONSTITUCION Moral que propone el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, no anda errada, ya que funcionará como “una guía de valores” que impulse a adoptar nuevas prácticas y estimule mejores patrones de conducta en la población mexicana, aunque, insistimos, debe instaurarse como parte de los programas de educación básica, pues el proyecto debe ser inculcado desde los primeros años, ya que como bien dice la sentencia popular: “chango viejo no aprende maroma nueva”. Y es que AMLO la quiere dirigir a la ciudadanía informada y participativa, ya que se trata de una guía de valores que se convertirá en un pacto colectivo para comenzar una nueva etapa, adoptar nuevas prácticas, rescatar valores entrañables de nuestro pueblo y estimular mejores patrones de conducta”.
PERO LO que propone es la vuelta a la “educación cívica” o civismo, ya que, entre otras cosas, enumera como fundamento: el respeto a nuestra persona. Respeto a la familia. Respeto a la sociedad. Respeto a la Patria. Respeto a la especie humana. Respeto a la naturaleza, además de otros respetos, algo que debe ser aprendido desde la educación básica, sin embargo, los profesores carecen de esa autoridad y, por lo tanto, sin llegar a la violencia debería autorizárseles a ejercerlas en los educandos como parte de la formación de mejores mexicanos. Propone, de igual manera, fomentar la solidaridad y el respeto a las individualidades e intimidad; inhibir la corrupción, violencia e impunidad; promover la honestidad, la paz y la justicia social, y fomentar el respeto a los derechos humanos y desterrar el abuso de autoridad, por supuesto, sin pretender imponer conductas o creencias religiosas a nadie, sino ofrecer lineamientos de convivencia consensados. No se trata de un estatuto jurídico ni será obligatoria, sino que será un documento que recoja e inspire lo mejor del pensamiento y de la diversidad cultural de las mexicanas y los mexicanos aunque, insistimos, debe ser llevada a las aulas. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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