CUENTA LA historia, esa que tanto le gusta al Presidente Andrés Manuel López Obrador -quien ingresó al PRI en plena era echeverrista-, que desde los primeros días de su Gobierno, el Presidente Luis Echeverría Álvarez anunció reformas de apertura democrática en el País –algo que, también ha realizado AMLO en todos sentidos-. Casi de inmediato permitió el regreso de algunos líderes del movimiento estudiantil de 1968 exiliados en Chile y la excarcelación de muchos otros presos desde hacía dos años (algo que pareciera repetirse con la excarcelación de líderes de la CNTE y de la profesora Elba Esther Gordillo, amén de otros dizque amnistiados). Ya para Abril de 1971, en el arranque de su administración, la prensa hablaba de próximas reformas educativas y pronto resurgieron en el ámbito político personajes como el escritor José Revueltas (autor de libros como El Apando y Los muros de agua, entre muchos otros, el primero sobre su estancia en la legendaria cárcel de Lecumberri y, el segundo, cuando estuvo recluido en las Islas Marías) y Heberto Castillo Martínez (fundador de partidos como el Mexicano de los Trabajadores y el de la Revolución Democrática), ambos presos políticos tras el movimiento estudiantil de 1968. Luego de aquellos anuncios de Echeverría, los estudiantes se entusiasmaron y creyeron que habría oportunidades para regresar a las calles a manifestarse en contra del gobierno (algo que, también se vive en México), y el conflicto en la Universidad Autónoma de Nuevo León les dio una razón más para hacerlo: A finales de 1970 profesores y estudiantes de la universidad presentaron una ley orgánica que proponía un gobierno paritario (o de carácter social), y el 20 de Febrero de 1971 llegó Héctor Ulises Leal Flores a la rectoría bajo esa nueva ley. Pero el gobierno Estatal, en desacuerdo, redujo drásticamente el presupuesto, lo que disgustó a los estudiantes y obligó al Consejo Universitario a aprobar un nuevo proyecto de ley que prácticamente suprimía la autonomía de la institución. Los catedráticos y alumnos comenzaron una huelga y se pidió solidaridad a las demás universidades del País (justo como ocurre actualmente). La Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional inmediatamente respondieron y los estudiantes convocaron a una manifestación masiva en apoyo a Nuevo León el día 10 de Junio. El 30 de Mayo, el gobernador regiomontano, Eduardo A. Elizondo Lozano renunció como parte del programa de conciliación de la Secretaría de Educación Pública, y el 5 de Junio entró en vigor una nueva ley orgánica que resolvía el conflicto. Los estudiantes capitalinos, pese a ello, decidieron manifestarse, aun cuando las demandas no eran claras. Se pedían desde 500 millas de mar territorial hasta efectividad en la apertura democrática prometida por Echeverría. Era, además, una oportunidad para que el gobierno mostrara que no sería represor como el anterior, pero en los días previos a la manifestación, muchos agentes policiacos comenzaron a patrullar los alrededores del Casco de Santo Tomás de donde saldría la marcha y recorrería las Avenidas Carpio y de los Maestros para salir a la Calzada México-Tacuba para finalmente dirigirse al Zócalo capitalino, pero un grupo de choque entrenado por la Dirección Federal de Seguridad y la C.I.A., conocido como "Los Halcones", llegaron en camiones y camionetas grises y transportes de granaderos, y atacaron brutalmente a los estudiantes desde las calles aledañas a la Avenida de los Maestros después de que los granaderos abrieran sus filas. Los paramilitares estaban armados con varas de bambú, palos de kendo y porras, por lo que en un principio fueron fácilmente repelidos por los estudiantes. En un contraataque, los “Halcones” agredieron a los manifestantes una vez más, esta vez, no sólo con sus garrotes, sino con armas de fuego de alto calibre (recordando el infausto 2 de Octubre de 1968), por lo que los muchachos intentaron inútilmente esconderse de los jóvenes armados. La policía no intervino y permaneció como espectadora permitiendo la masacre conocida como Jueves de Corpus, y que marcó, nuevamente, al País.
Y EL tema viene a colación, porque entre Luis Echeverría y Andrés Manuel López Obrador hay muchas similitudes, entre otras el voluntarismo, y este miércoles lo dejó muy claro ante el paro de 25 universidades públicas y 45 sindicatos que demandan mayor apoyo a nueve casas de estudios superiores que enfrentan una situación caótica en lo económico, a tal grado que ya no cuentan con recursos para llegar a diciembre y cumplir con el pago de salarios y prestaciones como el aguinaldo a profesores y trabajadores, lo que avizora un movimiento al que los universitarios: catedráticos y estudiantes, no serán ajenos en caso de persistir en necedades, repitiendo acaso aquellos acontecimientos de 1968 y 1971 en los periodos de Gustavo Díaz Ordaz y del populista a ultranza Luis Echeverría. AMLO les ha dejado en claro que aun si todas las universidades paran el País, el gobierno no cederá ni caerá en el chantaje de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior que demandan el pago de 17.2 miles de millones de pesos. Y si bien las universidades tendrán presupuestos actualizados con base en la inflación, no recibirán recursos extraordinarios.
HAY QUIENES afirman que atrás de la postura presidencial hay otro capricho similar al del aeropuerto de Santa Lucía “Felipe Ángeles” –tras la cancelación de las obras en Texcoco-; el Tren Maya o la refinería de Dos Bocas en Tabasco, y se llama “Programa de Universidades para el Bienestar ´Benito Juárez García´”, un plan que, según el tabasqueño, responde a la necesidad de ofrecer estudios superiores a jóvenes que, pese a tener certificado de bachillerato han sido excluidos de oportunidades de estudio en ese nivel. El programa se ubica en municipios en los que no hay oferta cercana o pertinente, alejados de los principales centros urbanos y en condiciones de marginación o exclusión. En ese tenor, la negativa de más recursos a las universidades públicas tendría como objetivo “ahorrar” para entregarlos a las 100 universidades que busca fundar en su Gobierno, desplazando a las tradicionales. Y es que en las de AMLO, todos los servicios educativos que se prestan son gratuitos, no se aplican exámenes de admisión (por lo que puede entrar cualquiera con solo haber terminado el bachillerato), sino valoraciones diagnósticas de conocimientos dirigidos a atender las necesidades de formación. La modalidad de los estudios es presencial. No hay límite de edad para inscribirse y todos los estudiantes inscritos reciben una beca de 2 mil 400 pesos mensuales por diez meses al año durante el período de duración de su carrera pero, lo principal, serán clientes de la Cuarta Transformación en las urnas, obligados, tácitamente a votar por los candidatos del Movimiento de Regeneración Nacional. A AMLO no le preocupa, mientras tanto, que cierren las universidades públicas si tiene las suyas donde puede ampliar la oferta de acuerdo a las necesidades, además de que lleva implícito un beneficio monetario que pocas despreciarían. Mientras tanto, téngalo por seguro, el movimiento universitario irá creciendo al paso de los días, y ojalá no termine en tragedia. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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