Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
En la actualidad, es imposible ver y analizar lo que está sucediendo alrededor del mundo sin pensar que todo estaba previsto para que pasara.
Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha estado en constantes luchas y guerras, y nos hemos acostumbrado a destruir para luego construir. No obstante, es necesario recordar que, cuando la historia nos ha puesto frente a desafíos como los que hoy tenemos, el mundo se ha dividido en dos: entre los que llegan, nacen y mueren sin saber por qué o para qué, y los que entienden el alcance de los cambios que los rodean y buscan hacer algo al respecto.
En el mundo están sucediendo tantos cambios y de tal magnitud que realmente hacen pensar que las cosas ya no son como antes y, sobre todo, que no sabemos cómo serán a partir de ahora.
Pareciera que las sociedades tienden a olvidar su pasado y a repetir sus errores.
Como sabemos líderes empresariales de diversos rubros en Veracruz coincidieron en que la nueva administración encabezada por Norma Rocío Nahle García debe ser de puertas abiertas, y centrarse en la mejora de las condiciones económicas, el fortalecimiento de la seguridad y la provisión de certeza jurídica para fomentar nuevas inversiones para garantizar el bienestar de la población. Esperamos de cualquier autoridad que sea eficiente, transparente, que rinda cuentas y que tenga disposición al diálogo con todos los actores y con todos los sectores.
Para Alfonso Muñoz Cuervo la llegada de una mujer al mando del gobierno estatal es una nueva oportunidad para que aporte las condiciones e ideas para desarrollar eventos que proyecten a Veracruz de manera internacional.
El sector empresarial espera una pronta reunión con el titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Alfonso Reyes Garces, pero además piden que haya una comunicación directa con todos los miembros de su gabinete.
Comenzó la popular celebración del Guadalupe Reyes, que hace referencia al período comprendido del 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, al 6 de enero, día de Reyes Magos. Una tradición que comúnmente aísla a la sociedad mexicana de todos los males que la aquejan, centrándose en una ininterrumpida actitud de alegría y festejo. Resulta muy difícil analizar el contexto en el que estamos sin cometer el error de, primero, asustarse y entender bien los mensajes. Segundo, es complicado evaluar esta situación sin tener la capacidad de analizar objetivamente todos los factores que nos rodean y que pasada la celebración del Guadalupe Reyes, reflejan nuestra realidad. Empieza el inicio de un año igual, ¿Qué podemos esperar del siguiente año? Faltan algunos días para que culmine uno de los años más paradójicos de nuestro país.
En efecto, pareciera que queremos apagar la realidad con ese pequeño acto de magia, abriendo los paréntesis que nos recuerden que dentro de sus signos se puede respirar de manera distinta, caminar entre las calles de nuestra imaginación con la tranquilidad que no hallamos más allá de los límites de este remanso. Quizá necesitemos la invención de estos espacios con mayor frecuencia y aprovechar los que ya se encuentran en el radar de las posibilidades: caminar por los jardines, perdernos en los increíbles laberintos que suelen ofrecernos los museos, seguir apostando por la música que nos permite escuchar el pulso de la existencia, subrayar la epifanía que suele presentarse cuando las palabras se engarzan en la partitura que se desprende del café que se comparte con quien nos brinda su tiempo. Y, quizás regalarnos la posibilidad de leer ese libro que fue testigo de las noches y recordatorio de que hicimos una promesa para encontrarnos con sus páginas cuando el tiempo dejara de ser una coartada válida. En este sentido, los caminos no solo se bifurcan, recordando a Borges.
Finaliza el año y, casi de inmediato, nos vamos encontrando con diversos recuentos anuales, una colección de noticias que no dejarán de cuestionarnos acerca de cómo es posible que seamos capaces de permitir tantas atrocidades. Pero al mismo tiempo, divertido encontrarse con esas otras listas, aquellas que nos muestran las lecturas que tal vez, emocionaron, que divirtieron y apasionaron a quienes, con toda generosidad, nos regalan una brújula para navegar entre las olas y las tormentas del mundo editorial. Este ejercicio suele ser polémico o generar un consenso casi improbable, puede despertar la pasión que implica la omisión de quien podría ser el nuevo valor de la literatura mundial o simplemente serán el pretexto que detone el buen humor de quien hace barquitos y aviones de papel.
Nada mal para cerrar el año con este tipo de paréntesis en el que la diversidad, la tolerancia, la libertad y el disenso son medulares en su desarrollo. Mientras tanto, en las mesas de proyectos de diversos lugares del país, ya comienzan a planearse sus propios espacios, a imaginar y soñar con la posibilidad de que sean motores en el enriquecimiento cultural de sus comunidades y, en una de tantas posibilidades, seguir fomentando la lectura como una alternativa más para que la vida sea distinta, quizá más llevadera.
Trabajar, con dedicación y ahínco, para que existan esos momentos y nuestros paréntesis se llenen de cultura, de literatura y de paz, y sean cada vez más frecuentes, es algo que siempre podremos agradecer. Allí están tantos caminos para que lleguemos al poema que hemos necesitado durante todo este tiempo, a las palabras que serán un abrazo al corazón, alarma, al espíritu, como prefieras llamarlo. Diciembre es el momento de caminar más despacio con aquello que nos permita reinventarnos.
Como apunté en una columna previa la “solita soledad” de este país me hiere, me lastima. Siento una herida en el corazón. Mi alma se viste de luto y lleva a cuestas un triste pesar. Quiero entender y no puedo. Mejor trato de fluir. La pirámide del Sol se ha resquebrajado. La de Kukulcán es una ventana al cielo, pero tiene los ojos vendados. Hace decenios que no entendemos la riqueza de nuestro criollismo y profundo mestizaje. Somos seres fraccionados. Hemos formado una sociedad dividida. No entendemos la totalidad. La cosmogonía integral y global de nuestros ancestros significa solo una lejana leyenda.
Nuestra relación cósmica se encuentra empantanada. Algunos la divisan en el Olimpo, otros en el limbo y muchos en el olvido. Hemos aprendido a otros. Es cierto. Pero cuando se trata de echar un vistazo a nuestro interior, somos los peores. Somos los campeones del mundo en rechazar una introspección profunda, realmente vivimos en un “laberinto de soledad”, parafraseando el título de la obra de Octavio Paz. Tenemos miedo y nos ha paralizado.
Nuestra energía está estancada. No fluye. El dique que hemos construido nos está ahogando. Somos un río temeroso y timorotado. Tenemos miedo de desembocar en el océano de nuestra inmensa riqueza cultural y de asumir nuestra historia. No percibimos, ni entendemos que el río al concluir su viaje se funde con el mar. No hemos dejado brotar nuestra identidad. Y el miedo de llegar al océano nos tiene anquilosados.
Nuestra cultura es un enigma. Los mexicanos vivimos en una cultura, un movimiento intrínseco a nuestra esencia que es el surrealismo nacional. Este juego de palabras puede ser un ilustrativo aforismo para tratar de explicar lo inexplicable. Lo absurdo, lo angustioso y muchas veces lo grotesco. Acontecer que, en innumerables ocasiones, parece salido de uno de los guiones de Luis Buñuel o de ideas de André Bretón. No por nada vinieron a México a experimentar nuestro “nacional surrealismo”. Luchamos contra todo y contra todos. Entendemos mal la competencia. En vez de visualizarnos como una nación de chingones, entre nosotros está siempre la lucha para ver quién es el más chingón. O, mejor dicho, quién se chinga a quién. Idolatramos en demasía a lo que viene de fuera. Lo consideramos mejor. Hasta una palabra tenemos esa frustración: malinchismo. Estamos sumidos en un dolor extenuante. No hemos concebido cómo realizar nuestro sincretismo. No desciframos cómo integrar las culturas que se han cruzado en nuestra historia. Nuestras tres revoluciones han sido un parto doloroso. Algunas generaciones se han preocupado por darle luz y vialidad al proyecto de la nación mexicana. Ojalá que nuestra madre Tonantzin, no sirva de ejemplo de unidad.
La devoción guadalupana es como el aire que respiramos los mexicanos. Está en todos lados… ¡Hasta los ateos en México son guadalupanos!
La vieja diosa Tonatzin se integró en la identidad nacional. La religión institucional nos separó. Pero la espiritualidad está por encima de la religión.
México no se entiende sin la Virgen de Guadalupe.
Nana, Guadalupe, con su corazón enorme, recibe y abraza a todos los mexicanos. No importan los orígenes, color, genealogía. Atravesar los infiernos existenciales, con sus luces y sus sombras y abrazar lo que somos para comprendernos y navegar hacia el destino que nos depara la extraordinaria oportunidad de convertirnos en una gran nación.
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